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viernes, 29 de agosto de 2014

El misterio de la felicidad

6/10
El misterio de la felicidad (Argentina-Brasil, 2014).
DirecciónDaniel Burman.
Intérpretes: Guillermo Francella, MInés Estévez, Alejandro Awada, Sergio Boris, María Forentino.
Guión: Daniel Burman, Sergio Dubcovsky.
Fotografía: Daniel Sebastiám Ortega.
MontajeLuis Barros.
Idioma: Español.
Duración: 92 minutos.


Así es vida

Por Sofia Pérez Delgado
(La película del día)


El director argentino Daniel Burman es un contador de historias pequeñas (que no mínimas al estilo del gran Carlos Sorín), familiares, que pueden, en mayor o menor medida, afectar y estar relacionadas con cualquiera que las vea. Uno de los temas más recurrentes de su filmografía, aunque en segundo plano, era el de los sueños incumplidos y las frustraciones. Ahora, esta cuestión toma el protagonismo absoluto (dejando de lado otras que solían ser fundamentales, como la paternidad, o la crítica a la religión judía) en su última película, El misterio de la felicidad, que gira en torno a Santiago, un hombre al que le gusta su día a día convencional y previsible, y cree tenerlo todo controlado junto al que realmente es su otra mitad, la persona que le complementa, su mejor amigo y socio Eugenio. Sin embargo, quizás las cosas no van tan bien como Santiago cree. 

Siempre combinando alegrías y tristezas propias de la vida, Burman muestra su cara más positiva en El misterio de la felicidad, un punto de vista luminoso y distendido de la crisis de la edad madura, mucho menos cínico y desencantado que el que ofrecía, por ejemplo, en El nido vacío (2008). Estamos ante una comedia contenida, que no despierta (ni busca) la carcajada. Ofrece pocas sorpresas en su desarrollo, cualquiera se puede imaginar qué caminos va a tomar, y se deja llevar por bastante tópicos, como la consabida escena de baile, presente casi en cualquier película del género de los últimos años. Pero, sin embargo, El misterio de la felicidad funciona bien.

Y lo hace sobre todo gracias al trabajo y a la química como pareja de los reconocidos actores televisivos Guillermo Francella (visto recientemente en las pantallas españolas en Corazón de león -2013-, estrenada el mes pasado) e Inés Estévez, que hizo un paréntesis en su retirada de la actuación para participar en la película. La sobriedad de Francella contrasta con Estévez, cuyo personaje comienza siendo exageradamente cómico, pero se va haciendo más realista y cercano según avanza la historia. Ambos deambulan por la trama como dos detectives amateurs, que, en la búsqueda del hombre que les une, se encontrarán a ellos mismos. Y revivirán sentimientos que creían extinguidos. De este modo, lo que comienza como un ligero entretenimiento, deriva a una emotiva conclusión, solo enturbiada por una escena final llevada al límite del esperpento.

El cine de Burman siempre ha sido más verbal que de imágenes. Pocas veces deja paso a los silencios, sus personajes sufren de una verborrea incontenible, casi siempre utilizada para expresar su descontento con el mundo. Sin embargo, es interesante cómo, a partir de La suerte en tus manos (2012) se empezó a apreciar un cambio en el lenguaje visual de Burman, que hasta entonces había sido muy naturalista. En sus últimas películas, el director ha experimentado con el montaje, que en El misterio de la felicidad adquiere un protagonismo fundamental en la narración, con un uso muy expresivo de la cámara lenta, de la iluminación, y también de la música, esto último sí una característica común a todos sus trabajos.

Es por tanto El misterio de la felicidad una típica película de Burman, y a la vez, la más excepcional de todas las que ha hecho. Es interesante plantearse cuál será el camino que seguirá el director a partir de ahora, si el de este tipo de cine amable y convencional, o el del principio, más opaco y realista. De cualquier modo, Burman expone siempre asuntos interesantes sobre los que merece la pena reflexionar. En este caso, cómo ser feliz. Nada sencillo. Y es que al final, la felicidad pasa por hacerse un corte de pelo, darse unos baños en el mar o, sencillamente, encontrar una persona con la que compartir los pequeños placeres de la vida. 



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