Open Windows (Francia-España-USA, 2014).
Dirección y guión: Nacho Vigalondo.
Intérpretes: Elijah Wood, Sasha Grey, Neil Maskell, Scott Weinberg, Adam Quintero, Daniel Pérez Prada, Rachel Arieff.
Música original: Jorge Magaz.
Fotografía: John D. Domínguez.
Montaje: Bernat Vilaplana.
Idioma: Inglés.
Duración: 100 minutos.
Anatomía de Grey
Por Manuel Barrero Iglesias
La presencia de Sasha Grey en Open Windows hace que el film alcance una dimensión aún mayor de la pretendida en un inicio. El personaje de Jill no fue escrito pensando en ella, pero Vigalondo no desperdició la oportunidad de tenerla en el reparto. Es lo que tienen los procesos de producción, a veces se dan circunstancias que enriquecen el resultado final de la obra.
Cualquiera que busque un poco en la red puede encontrar multitud de vídeos pornográficos protagonizados por la actriz que revolucionó el cine para adultos, mundo que abandonó hace ya algunos años. Muchos han disfrutado -y aún hoy lo siguen haciendo- de una anatomía que conocemos como la palma de nuestra mano. Por eso resulta tan turbadora la secuencia en la que se ve obligada a desnudarse. Vigalondo nos hace sentir muy incómodos y nos interpela directamente. ¿Cómo puede ser lícito que una persona a la que admiramos se convierta en un objeto que creemos propio? Su personaje es una actriz que jamás se ha desnudado en público -genial ironía-, pero parece que todos creen tener el derecho de pedir -e incluso exigir- que lo haga. Y si no puede ser, siempre queda la opción de invadir su intimidad.
Sasha Grey nunca ha renegado de su pasado. Siempre ha dicho sentirse orgullosa de su trabajo en la industria pornográfica, con lo cual acepta su rol como protagonista de las fantasías más lascivas. Alguien podría decir que ella misma ha contribuido a la cosificación de la mujer, siendo parte activa de un mundo tan machista. Algo muy discutible, que daría para un debate aparte. Pero su trayectoria nos sirve perfectamente para ilustrar lo que estamos hablando. Es habitual ver como en sus redes sociales los "fans" piden de forma insistente la vuelta de Sasha al porno. Con muchos comentarios de mal gusto en los que incluso se le falta al respeto de manera grosera. Volvemos al tema de antes. ¿En qué momento alguien decide que tiene derecho sobre otra persona? Como si ver follar a alguien fuera un salvoconducto para poder insultarle. Como si el hecho de haberse dedicado a la pornografía le quitara el derecho a dejar de hacerlo.
Todo este subtexto está presente en una película que denuncia el machismo despreciable que aún domina nuestras sociedades. Vigalondo nos enfrenta con ese monstruo compuesto -en menor o mayor medida- por todos, y que ha crecido de forma brutal con la llegada de la era de la información. Ahí tenemos el otro gran tema del film -muy relacionado con el anterior-, el uso y abuso de las nuevas tecnologías. Open Windows es la evolución informatizada de La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954). Esa curiosidad -muchas veces malsana- de asomarnos a la vida de los demás. La diferencia fundamental radica en que el personaje de James Stewart tenía conciencia. Luchaba contra sí mismo por no poder evitar la invasión de las intimidades ajenas, y en última instancia, usó sus pesquisas de vouyer para hacer el bien.
En Open Windows no existe esa autoconsciencia, y encontramos un mundo en el que parece lícito atropellar la privacidad ajena. Ya sea por acción u omisión, el público general es incapaz de respetar a unas figuras públicas que acaban convirtiéndose en objetos más que en personas. Al final todos nos vemos envueltos en una espiral de la que no podemos -o no queremos- salir. Es muy interesante ver cómo todos los personajes del film acaban siendo marionetas, en claro paralelismo con una sociedad que se marionetiza a sí misma.
A Vigalondo le gusta el peligro, y formalmente ejecuta un ejercicio arriesgado, de envidiable coherencia con sus discurso. Todo el relato transcurre en la pantalla de un ordenador, con ventanas que se van abriendo y cerrando. Un despliegue funambulista que el director consigue salvar con mucha habilidad. No era nada fácil la empresa, pero gracias a un guión medido al milímetro y a una labor titánica de montaje, el film consigue que lo difícil parezca fácil. Es cierto que el último tramo tiene algún giro de guión que compromete la verosimilitud de todo el invento. En este caso, un pecado que podemos y -debemos- perdonar ante la importancia y el riesgo de la propuesta global.
Y es que nos encontramos ante la película más madura y ambiciosa de su director, la que más capas esconde tras su apariencia de thriller trepidante. Un trabajo de inequívoco feminismo, que observa con fascinación los logros y peligros que la tecnología nos puede traer. Open Windows cuenta con detalles discutibles que la hacen imperfecta. Pero es que si no fuera así, estaríamos hablando de una obra maestra. Aún así, el viaje merece mucho la pena. Déjense llevar.
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