En un certamen que homenajeaba al precursor del slasher tal y como lo conocemos -Tobe Hooper y su fundacional La matanza de Texas-, no podía faltar una muestra de algunos de los trabajos más recientes del subgénero. Los dos de los que hablamos ahora coinciden en ser secuelas. Ambos comparten además la ausencia de elementos paranormales, poniéndonos ante homicidas de carne y hueso. De uno sabemos que odia a los turistas extranjeros; y del otro, que tuvo un terrible trauma en su infancia. Lo que está claro es que ambos viven su vida quitando la de otros, que de eso se trata en el slasher. Otro género en el que es difícil innovar, aunque uno siempre se puede encontrar con pequeñas sorpresas muy agradables.
Por Manuel Barrero Iglesias
Wolf Creek 2 (Greg McLean. Australia, 2013)
En 2005 apareció Wolf Creek para demostrar que no solo Estados Unidos tiene esa oscura trastienda que conocemos como la "América profunda". Los interiores de Australia también esconden mentes perturbadas que pululan por la vastedad de su territorio. Aquel film jugaba a la perfección con la inmensidad de las carreteras australianas, un terreno ideal para hacer desaparecer a jóvenes desprevenidos. Ocho años después llega una secuela que vuelve a explotar -aún más- la geografía del país.
Y es que estamos ante un slasher itinerante, una especie de road movie en la que los objetivos del asesino van cambiando a medida que transcurre la acción. Las ramificaciones de la película provocan que el protagonista final no tenga nada que ver con los que empezaron como tales. Es tan importante la presencia de la carretera que se nota por momentos la presencia de Spielberg y su El diablo sobre ruedas (1971). Cuando en el tramo final la película al fin se establece en un lugar fijo, McLean nos hace disfrutar con un antológico duelo dialéctico -cargado de humor negro- entre los dos protagonistas. Ambos compartieron en Nocturna el premio a la Mejor Interpretación, a los que hay que añadir los de Dirección y Guión. Galardones merecidos para una secuela muy digna.
Pin Up Dolls On Ice (Geoff Klein, Melissa Mira. Canadá, 2013)
Bikini Girls On Ice (Geoff Klein, 2009) es exactamente lo que su título promete. Chicas en bikini y un psicópata que entierra a sus víctimas en hielo. No hay más. Bueno sí, está ese aire auténtico de serie B. Cine lúdico, sin dinero, pero sin ningún tipo de complejo. Ese espíritu de cine ochentero, de película para disfrutar con los amigos, entre risas y cervezas. Contaba Melissa Mira (la presentación que hicieron de la película fue uno de los grandes momentos de Nocturna) que a aquella película el público le pedía "más sangre y más tetas". Y que hay estaba ella -que se une a Klein como codirectora en esta secuela- para asegurarse de que así fuera en esta segunda parte.
Y eso es Pin Up Dolls On Ice, el mismo concepto que su predecesora, pero enseñando más carne y haciendo más explícitos los asesinatos. El film empieza muy fuerte, y la primera muerte es un absoluto deleite, con una pobre chica corriendo desnuda antes de ser asesinada. Esta secuela acaba siendo mucho más consciente de sí misma, ofreciendo muchas más risas. Chicas ligeras de ropa que huyen a cuatro patas o personajes masculinos de estupidez surrealista, son algunos de los intencionados toques humorísticos del film. Respecto a la anterior quizás pierda algo de inocencia, pero gana mucho en carnaza. El público disfrutará de la carne (tanto en el sentido sexual, como en el terrorífico). Con merecimiento, la película se alzó con el premio Madness en Nocturna. Y es que el film de Klein & Mira simboliza el puro placer cine por diversión, sin más preocupación que la de pasarlo bien y hacer disfrutar a su público. Cuando el argumento es solo una excusa para acercarnos a los dos temas que más nos llaman la atención como voyeurs: el sexo y la violencia. Eso sí, para la tercera entrega...¡queremos más tetas y más sangre!
En 2005 apareció Wolf Creek para demostrar que no solo Estados Unidos tiene esa oscura trastienda que conocemos como la "América profunda". Los interiores de Australia también esconden mentes perturbadas que pululan por la vastedad de su territorio. Aquel film jugaba a la perfección con la inmensidad de las carreteras australianas, un terreno ideal para hacer desaparecer a jóvenes desprevenidos. Ocho años después llega una secuela que vuelve a explotar -aún más- la geografía del país.
Y es que estamos ante un slasher itinerante, una especie de road movie en la que los objetivos del asesino van cambiando a medida que transcurre la acción. Las ramificaciones de la película provocan que el protagonista final no tenga nada que ver con los que empezaron como tales. Es tan importante la presencia de la carretera que se nota por momentos la presencia de Spielberg y su El diablo sobre ruedas (1971). Cuando en el tramo final la película al fin se establece en un lugar fijo, McLean nos hace disfrutar con un antológico duelo dialéctico -cargado de humor negro- entre los dos protagonistas. Ambos compartieron en Nocturna el premio a la Mejor Interpretación, a los que hay que añadir los de Dirección y Guión. Galardones merecidos para una secuela muy digna.
Pin Up Dolls On Ice (Geoff Klein, Melissa Mira. Canadá, 2013)
Bikini Girls On Ice (Geoff Klein, 2009) es exactamente lo que su título promete. Chicas en bikini y un psicópata que entierra a sus víctimas en hielo. No hay más. Bueno sí, está ese aire auténtico de serie B. Cine lúdico, sin dinero, pero sin ningún tipo de complejo. Ese espíritu de cine ochentero, de película para disfrutar con los amigos, entre risas y cervezas. Contaba Melissa Mira (la presentación que hicieron de la película fue uno de los grandes momentos de Nocturna) que a aquella película el público le pedía "más sangre y más tetas". Y que hay estaba ella -que se une a Klein como codirectora en esta secuela- para asegurarse de que así fuera en esta segunda parte.
Y eso es Pin Up Dolls On Ice, el mismo concepto que su predecesora, pero enseñando más carne y haciendo más explícitos los asesinatos. El film empieza muy fuerte, y la primera muerte es un absoluto deleite, con una pobre chica corriendo desnuda antes de ser asesinada. Esta secuela acaba siendo mucho más consciente de sí misma, ofreciendo muchas más risas. Chicas ligeras de ropa que huyen a cuatro patas o personajes masculinos de estupidez surrealista, son algunos de los intencionados toques humorísticos del film. Respecto a la anterior quizás pierda algo de inocencia, pero gana mucho en carnaza. El público disfrutará de la carne (tanto en el sentido sexual, como en el terrorífico). Con merecimiento, la película se alzó con el premio Madness en Nocturna. Y es que el film de Klein & Mira simboliza el puro placer cine por diversión, sin más preocupación que la de pasarlo bien y hacer disfrutar a su público. Cuando el argumento es solo una excusa para acercarnos a los dos temas que más nos llaman la atención como voyeurs: el sexo y la violencia. Eso sí, para la tercera entrega...¡queremos más tetas y más sangre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario