Big Bad Wolves (Israel, 2013)
Dirección y guión: Aharon Keshales, Navot Papushado.
Intérpretes: Lior Ashkenazi, Tzachi Grad, Rotem Keinan, Dov Glickman, Menashe Noy, Dvir Benedek.
Música original: Haim Frank Ilfman.
Fotografía: Giora Bejach.
Montaje: Asaf Korman.
Idiomas: Hbreo, árabe.
Duración: 110 minutos.
Lobo come lobo
Por Miguel Montañés
Más allá de los gustos personales de Quentin Tarantino (Big Bad Wolves ha sido promocionada como la película favorita del director americano en 2013), a él le debemos con sus declaraciones que Aharon Keshales y Navot Papushado hayan podido llegar hasta nosotros con su segunda película. Y que nosotros hayamos podido llegar hasta ella, que es de lo que se trata. Recompensada en Sitges con los galardones a la mejor dirección y mejor banda sonora, esto no resulta demasiado significativo (ya se sabe cómo es a veces lo de los premios), pero es de justicia reconocer que esta vez el jurado no pudo tomar una decisión más acertada.
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Hay quien verá en Big Bad Wolves un mero ejercicio de estilo. Un artefacto plagado de violencia explícita que en realidad no aporta nada. Violencia gratuita, la llaman. Habrá quien diga que la película empieza bien, pero luego se sumerge en un exabrupto vacío de contenido y deja de lado la investigación en sí para centrarse en lo que ocurre en ese sótano en el que convergen el presunto violador y asesino, el poli, el padre y algún otro personaje invitado. Los que piensen eso no habrán entendido de qué va la cosa. No serán capaces de disfrutar con la minuciosa mezcla entre thriller, comedia negrísima y ciertos toques de terror que han conseguido crear Keshales y Papushado. No sentirán esa necesidad de mantener los ojos fijos en la pantalla en todo momento (y hay ocasiones en las que las imágenes invitan a hacer todo lo contrario). Tampoco valorarán lo complicado que resulta lanzarse a rodar una historia de estas características con esa valentía y esa falta de complejos. Los que piensen eso, en definitiva, se habrán perdido una cinta notable.
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