Fading Gigolo (Estados Unidos, 2013).
Dirección y guión: John Turturro.
Intérpretes: John Turturro, Woody Allen, Vanessa Paradis, Liev Schreiber, Sharon Stone, Sofía Vergara.
Música original: Abraham Laboriel, Bill Maxwell.
Fotografía: Marco Pontecorvo.
Montaje: Simona Paggi.
Idioma: Inglés.
Duración: 90 minutos.
Aprendiz de Allen
Por Manuel Barrero Iglesias
Hace
tres décadas Woody Allen encarnó a Danny Rose, un entusiasta
representante de artistas de poca monta. El creador neoyorquino -como
tantas otras veces- dirige, escribe y protagoniza un film de
apariencia ligera, pero de innegable poso amargo. Su trayectoria como
actor es bastante peculiar. Esa faceta interpretativa es una
herramienta más dentro de su universo autorial, estando su presencia
asociada a un tipo muy específico de humor. Por eso, que otro
director escoja a Allen como protagonista ya incita a preconcebir el
film como una comedia alleniana. Aún era pronto cuando protagonizó
La tapadera (Martin Ritt, 1976), y desde entonces sólo Jean-Luc
Godard se ha atrevido a utilizarlo fuera de su etiqueta. La
excepción.
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Pero
entonces aparece el personaje de Vanessa Paradis, y Turturro toma las
riendas. La aproximación que hace a la comunidad judía
difiere de la distancia irónica que siempre ha tomado Allen respecto
a sus orígenes. El film trata de indagar algo más adentro, para
terminar dando voz a una de esas mujeres que se ven atrapadas por el
peso de la ortodoxia más inflexible. El director siempre mantiene un difícil equilibrio entre la crítica y el respeto, ejecutando un delicado ejercicio de análisis de la naturaleza humana.
Turturro prescinde del cinismo para inclinar su historia hacia lo sentimental. El meollo está en esa relación entre el gigoló y la judía, en esa búsqueda de afecto. Un acercamiento que se produce en medio de dos entornos en los que no acaban de encajar. Uno, por su excesiva frivolidad. El otro, por su excesiva rigidez. En el punto intermedio se encuentran dos personajes que buscan la felicidad en la sencillez.
Turturro prescinde del cinismo para inclinar su historia hacia lo sentimental. El meollo está en esa relación entre el gigoló y la judía, en esa búsqueda de afecto. Un acercamiento que se produce en medio de dos entornos en los que no acaban de encajar. Uno, por su excesiva frivolidad. El otro, por su excesiva rigidez. En el punto intermedio se encuentran dos personajes que buscan la felicidad en la sencillez.
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