Frances
Ha (Estados Unidos, 2012).
Dirección:
Noah Baumbach.
Intérpretes:
Greta Gerwig, Mickey Sumner, Adam Driver, Michael Zegen, Grace
Gummer.
Guión:
Noah Baumbach, Greta Gerwig.
Fotografia:
Sam Levy.
Montaje:
Jennifer Lame.
Idioma:
Inglés.
Duración:
86 minutos
Very Undateable
Por Manuel Barrero Iglesias
En
los años sesenta emergió la figura de John Cassavetes como padre
del cine independiente norteamericano. Un movimiento al que poco
después irían llegando gente como Jim Jarmusch. Directores con
estrecha relación con Nueva York y que usaron el blanco y negro en
sus inicios. Unos autores que influyeron sobre todo lo indie que vino
después. Y como madre de todos ellos, la Nouvelle Vague,
probablemente el movimiento cinematográfico que más ha influido en
el cine posterior.
Noah
Baumbach ya era un reputado cineasta independiente antes de Frances
Ha. Filmes como Una historia de Brooklyn (2005) o Margot
y la boda (2007) ya le habían hecho ganarse un merecido
prestigio entre los nuevos creadores americanos. Por tanto, la
aproximación que hace el director a la Nouvelle Vague difiere de
aquellas que décadas atrás realizaron los pioneros como Cassavetes.
El director ya no es un novato -estamos ante su octavo largometraje-,
siendo su homenaje algo muy directo y explícito (Delerue incluido).
Pero a la vez estamos ante una variación sustancial del doble
modelo, tanto el francés como el norteamericano.
Nos
encontramos ante la versión femenina de lo que los Cassavetes o
Jarmusch hicieron décadas atrás. Tanto aquel cine independiente
como la Nouvelle Vague fueron movimientos dominados por hombres. Con
las particularidades de cada cual, pero siempre desde un innegable
punto de vista masculino. Existía (y existe) un hueco tremendo en lo
que a la perspectiva femenina se refiere. Y es cierto que aquí
vuelve a ser un hombre el que dirige, pero nadie podrá negar la
influencia de Greta Gerwig en labores creativas. No solo como
protagonista y musa inspiradora del director, sino también como
coautora del guión.
La
actriz ya participó en la deconstrucción de un género
eminentemente masculino como la comedia universitaria. Elegante y
excéntrica, Damiselas en apuros (Whit Stillman, 2011)
destacaba muy especialmente por su presencia. Y aquí nos tenemos que
detener un momento, porque Gerwig es una de esas intérpretes capaces
de llenar una película por sí misma. Por mucho que la labor crítica
se centre -como debe ser- en las formas y la puesta en escena, hay
cosas que son imposibles de analizar desde la razón. Y una de ellas
es la magia que desprenden ciertos intérpretes. Ese magnetismo tan
difícil de encontrar, pero que se reconoce al instante.
Gerwig
lo tiene, y la habilidad de Baumbach consiste en construir el relato
alrededor de ella. Es imposible analizar este film sin hablar de esa
simbiosis entre Greta y Frances. La actriz utiliza todo su cuerpo
para expresar, cada movimiento que hace nos dice algo sobre el
personaje. Cómo anda, baila o corre. O esa forma de afrontar los
reveses de la vida, un rostro que refleja la decepción y que un
segundo después ya se está recomponiendo. Y todo esto nos lleva a
la cercanía que transmite el personaje. Es tan real que todos
reconocemos a Frances en alguien cercano o incluso en nosotros
mismos.
Hay
una tendencia generalizada a creer que la crítica ensalza por
sistema el cine pesimista o cínico frente al más positivo. Aquí
tienen un ejemplo que desmonta esa teoría. El problema de muchas
cintas bienintencionadas es su escasa originalidad y/o credibilidad.
Pero cuando el optimismo se integra dentro de un discurso coherente,
no hay nada que reprochar. Al contrario, Frances
Ha refleja a un espectro más amplio de la juventud de lo
que lo hacen muchas otros trabajos. Por lo general, la vida tiene más
de tragicomedia que de drama continuo. Trabajos recientes como Oh
Boy (Jan Ole Gerster, 2012) u Oslo, 31 de agosto (Joachim
Trier, 2011) han retratado a la juventud perdida, cargando las tintas
en lo deprimente. Es una forma de aproximarse al tema, pero no la
única.
Es magistral la (aparente) ligereza de Frances Ha.
Son muchos los jóvenes que afrontan el vacío existencial desde la
inconsciencia. Baumbach nada a contracorriente para acercarnos hasta
esa parte de la población que tan bien conocemos. A esos jóvenes
que nosotros mismos somos o hemos sido. Gente que sigue la inercia
vital, y que se preocupa poco por el futuro. Lo vemos en esos niños
de papá que son Benji y Lev, pero también en la protagonista. Ese
viaje impulsivo a París cuando no tiene dinero ni para pagar el
alquiler. Por cierto, estamos ante uno de los momentos más
brillantes de la película. Otro que da la vuelta a cualquier
expectativa, en este caso, sobre lo que debe suponer una visita
parisina. Se incide de nuevo en lo tragicómico de la vida desde la
total naturalidad.
El
carácter disruptivo del film ya queda claro desde el inicio. Los
problemas sentimentales no vienen provocados por una relación de
pareja, sino por una amistosa. Frances no tiene necesidad de
comprometerse con su novio -ni con ningún hombre-, pero sí lo hace
con su mejor amiga. Uno de los aspectos en los que más se nota la
feminidad de la propuesta lo tenemos aquí, con uno de los retratos
más certeros sobre la amistad femenina que se han hecho nunca.
Frances
Ha no es solo un bonito homenaje moderno a la Nouvelle Vague. No
es solo una declaración de amor a una de las mejores actrices
norteamericanas de la actualidad. No es “simplemente” una obra
que nos conquista por su frescura y espontaneidad. Lo que hace
verdaderamente importante a Frances Ha es la subversión de
códigos ya muy arraigados. Una película profundamente feminista que no alardea de ello. Una forma de reafirmar el papel de la mujer en el cine.
Y
reafirmarse es lo que hace la protagonista al final, con ese acto
simbólico en el buzón. Eso sí, el recorte manifiesta que la
Frances imperfecta sigue ahí, que la estabilidad es relativa. Y que
la Frances llena de energía está dispuesta a seguir creciendo y
aprendiendo. Hay tanto por hacer.
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