"Soy un amateur que redescubre cómo hacer cine con cada película"
Con
catorce años dejó su Polonia natal para acabar asentándose en Gran
Bretaña, tras pasar por varios países europeos. Durante los años
noventa se movió por el documental con títulos como From Moscow
to Pietushki (1991), Dostoevsky's Travels (1991) o Serbian
Epics (1992). A finales de esa década se produjo su primeras
incursión en la ficción con The Stringer (1998). Tras ella,
llegaría su título más conocido hasta la época: Last Resort
(2000). My Summer of Love (2004) y La mujer del quinto
(2011) completan una filmografía que por primera vez dirige su
mirada hacia Polonia. Con Ida (2013), Pawel Pawlikowski aborda
el pasado de su país desde una mirada nítida y precisa. Con motivo
del estreno comercial la última triunfadora en el Festival de Gijón,
pudimos charlar con su director.
Por Manuel Barrero Iglesias
Una
vuelta a las raíces que también pasaba por encontrar los lugares
apropiados para retratar esa Polonia de hace cinco décadas. Aunque
para el director: “lo realmente importante es el encuadre y la
iluminación. Las localizaciones solo son un medio hacia un fin. He
paseado mucho por Polonia, buscando lugares que pareciesen de los
años sesenta, algo que es muy difícil, porque el país ha cambiado
mucho. Pero no me dejaron rodar en el lugar que me parecía más
idóneo para la película. Era un convento en Klimontów, cerca de
Sandomierz, pero el cura no nos dio permiso para rodar allí. Leyó
el guión, y no le gustó”.
Un
tema muy presente en el film es el de la crisis de identidad, algo
que sufren ambas protagonistas. La historia de Wanda ha provocado que
pase por múltiples estados, mientras Ida descubre su origen judío
tras una juventud como novicia católica: “Esa idea estaba ahí,
qué significa ser polaco. Si ser católico significa ser polaco. O
ser polaco significa ser católico. La cuestión religiosa está
presente. Pero también está la idea de vivir varias vidas en una
misma vida. Es el ejemplo de Wanda, que es muchas personas en una. Y
no sólo eso, también hay personas que pueden ser muchas personas en
el mismo día. Eso le pasa a Ida, que tiene una identidad firme, pero
descubre que es otra persona. Pero esa crisis de identidad no
consigue destrozarla, porque ella encuentra sentido a su vida”.
En
cuanto al aspecto formal, la película muestra un puñado de
decisiones muy significativas. Fotografía en blanco y negro, cámara
estática, o el formato 1:33:1 le dan a Ida una personalidad
muy particular: “Todas esas opciones subrayan la idea de sugerir
mucho diciendo poco de manera explícita, ése era mi deseo. El
formato es muy bueno para los rostros, aunque te limita en los
paisajes. En un momento dado, me di cuenta de las posibilidades del
uso vertical del paisaje, y empecé a enfocar la cámara hacia
arriba. Me di cuenta de que había muchísimo espacio por encima de
las cabezas de los personajes. Eso daba la idea de personas perdidas
verticalmente, de algo opresivo”.
Esas
decisiones siempre surgen de la intuición antes que de la reflexión.
El director nos explica el proceso: “Lo intuitivo es importante.
Si es demasiado intelectual no funciona, no consigue vivir. Lo que sí
creo que es un proceso constante. Primero tiene que venir lo
intuitivo, y luego el intelecto a pulirlo. Y luego otra vez la
intuición.
Es
evidente que para Pawlikowski el cine es una actividad despojada de
intelectualidad. Y lo dice alguien que estudió filosofía: “A
la hora de hacer cine entendí que tenía que volverme estúpido otra
vez. Tuve que volver a esa manera naif de mirar el mundo. Vaciarme de
todas esas ideas intelectuales para mirar de manera ingenua”.
Su
estilo ha ido cambiando con el tiempo. De la cámara en mano de Last
Resort a los planos estáticos de Ida ha pasado más de una década:
“Me resulta difícil hablar sobre la evolución de mi carrera.
Soy un amateur que redescubre cómo hacer cine con cada película.
Creo que lo hago con la mente abierta, viendo lo que funciona y lo
que no. Algunas cosas han cambiado, pero otras no tanto. Mis
películas de ficción siempre son como tres personajes encerrados en
un sitio, y al final uno se va. El hecho de que Last Resort se rodara
cámara en mano no significa que ese pueblo existiera, era una
abstracción. También hay planos muy amplios en un mundo muy
cerrado. En ese sentido tampoco es tan distinto de Ida. Será,
además, que con cada película soy una persona distinta. Ahora soy
mayor, y lo mismo es que la cámara en mano me aburre, o ya no me
gusta tanto. En cada película encuentro intuitivamente cómo va a
funcionar lo que me propongo. Lo que sí puedo decir es que todas mis
películas forman parte de un viaje. Cada película refleja
estéticamente dónde estoy y cómo me siento en cada momento, ante
mí mismo y ante el cine. Aunque si lo vemos temáticamente, supongo
que tienen mucho en común”.
Entrevista realizada en la Librería Ocho y Medio de Madrid,
el 6 de Marzo de 2014
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