Enemy
(Canadá-España, 2013).
Dirección:
Denis Villeneuve.
Intérpretes:
Jake Gyllenhaal, Mélanie Laurent, Sarah Gadon, Isabella Rossellini, Joshua
Peace.
Guión:
Javier Gullón, sobre la novela de José Saramago.
Música
original: Danny Bensi, Saunder Jurriaans.
Fotografia:
Nicolas Bolduc.
Montaje:
Matthew Hannam.
Idioma:
Inglés.
Duración:
90 minutos.
Mi enemigo íntimo
Por Manuel Barrero Iglesias
Mi enemigo íntimo
Por Manuel Barrero Iglesias
Los
niveles de autoconsciencia alcanzados por la actual sociedad occidental son
cada vez más elevados. Y cuanto mayor es el tiempo que dedicamos a pensar en
la individualidad, más en duda ponemos nuestra unicidad. La eterna
pregunta de quiénes somos no ha encontrado una respuesta satisfactoria con el
tiempo. Al contrario, esa respuesta supone un abismo cada vez mayor. Un
precipicio al que es imposible asomarse sin que se apodere de nosotros una
tremenda sensación de vértigo.
Ya
sabemos que no hay mayor miedo que el provocado por nuestra propia persona, un
tema en el que la ciencia-ficción ha indagado en varias ocasiones. Lo bueno del
género es que da la posibilidad de explicitar nuestros miedos más latentes. Por
ejemplo, enfrentarnos –literalmente- con nosotros mismos. Tener delante una
copia exacta de uno mismo exterioriza esas peleas internas que existen entre
las múltiples personas que forman nuestra personalidad. Lo pudimos ver el año
pasado en Coherence (James Ward
Byrkit, 2013), un arriesgado ejercicio multilateral en el que varios personajes chocan con sus otros yo.
Años
atrás José Saramago ya reflexionó sobre temas similares en 'El hombre duplicado' (2002), novela que sirve como material previo para Enemy. La libre adaptación
que proponen Gullón –en el guión- y Villeneuve –en la dirección- elimina todo
el discurso autorreflexivo y la ironía metalingüística del libro. En
su lugar tenemos eso que llamamos una película de atmósfera, que trabaja
especialmente a nivel visual y sonoro. Ambiente asfixiante que se refleja tanto en la oscuridad de los interiores, como en la luz viciada de los exteriores. Muy pocas palabras y una banda sonora muy inquietante, al más puro estilo Badalamenti.
Sí, hay mucho de Lynch en la creación de la turbiedad. Villeneuve, incluso, introduce varios elementos surrealistas (inexistentes en la novela). La primera secuencia, la conversación con la madre -no por casualidad interpretada por Isabella Rossellini- y la aparición de una llave misteriosa. Tampoco podemos olvidar la kafkiana presencia de la araña como recurrente metáfora. El director canadiense demuestra de nuevo su capacidad para crear atmósferas enrarecidas, aunque pierde algo de pie cuando trata de emular al director de Carretera perdida.
Sí se retrata con exactitud la soledad, otro tema destacado -tanto en la novela como en el film- directamente relacionado con ese miedo a uno mismo. El director opta por una soledad en compañía, que aún hace el sentimiento más terrible. Mientras el Tertuliano de Saramago rara vez aparecía acompañado, el Adam de Villeneuve comparte varias secuencias iniciales con su pareja. Pero si en algo vemos esa sensación de soledad dentro de la multitud es en la forma de filmar Toronto, una ciudad dominada por edificios agresivos que nos dejan una sensación permanente de incomodidad.
Sí se retrata con exactitud la soledad, otro tema destacado -tanto en la novela como en el film- directamente relacionado con ese miedo a uno mismo. El director opta por una soledad en compañía, que aún hace el sentimiento más terrible. Mientras el Tertuliano de Saramago rara vez aparecía acompañado, el Adam de Villeneuve comparte varias secuencias iniciales con su pareja. Pero si en algo vemos esa sensación de soledad dentro de la multitud es en la forma de filmar Toronto, una ciudad dominada por edificios agresivos que nos dejan una sensación permanente de incomodidad.
Enemy
pone en juego la infelicidad del hombre moderno. La eterna búsqueda de una vida
mejor. La insatisfacción perpetua con lo que somos, y el anhelo de lo que nos gustaría
ser. Pocos actores tan apropiados como Jake Gyllenhaal pare reflejar esa pesadumbre. El actor se convierte en el vehículo perfecto para expresar los pensamientos del autor. A pesar de su tendencia a retorcer de forma algo gratuita y de algún momento clave filmado con algo de torpeza, la película se muestra efectiva en su propósito de turbar el espíritu ante lo desconocido. Y nada más desconocido que ese extraño que vive en nuestro cuerpo.
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