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jueves, 24 de abril de 2014

El viento se levanta

7/10
Kaze tachinu (Japón, 2013).
Dirección y guión: Hayao Miyazaki.
Intérpretes (voces): Hideaki Anno, Morio Kazama, Jun Kunimura, Hidetoshi Nishijima, Masahiko Nishimura.
Música original: Joe Hisaishi.
Montaje: Takeshi Seyama.
Idiomas: Japonés, alemán, italiano, francés.
Duración: 126 minutos.



Sueños cambiantes

Por Sofia Pérez Delgado
(La película del día)

Soplan vientos de cambio para la animación japonesa. El Studio Ghibli (cuyo nombre viene adecuadamente de un viento que azota el Sáhara) ha vivido casi 30 años de esplendor, gracias especialmente a las películas dirigidas por Hayao Miyazaki, cofundador de la compañía. Sin embargo, en septiembre del pasado año, Miyazaki anunció su retirada con El viento se levanta, su último (y en esta ocasión realmente lo es) trabajo como director. El dibujante se aleja del habitual mundo de fantasía que caracteriza su filmografía, para realizar una biografía histórica sobre Jirō Horikoshi, ingeniero aeronáutico que diseñó los más importantes cazas de combate japoneses de la Segunda Guerra Mundial. 

Basada en la novela corta homónima y coetánea a la historia de Horikoshi de Tatsuo Hori, y en un manga del propio Miyazaki, el director presenta a Jirō como un joven perseverante, que de niño soñaba (literalmente) con ser piloto de aviación, pero cuya miopía se lo impide. En uno de sus sueños, conoce a Gianni Caproni, el famoso fabricante de aviones, que le aconseja dedicarse al diseño. Será de esta manera como Jirō convertirá en su objetivo primordial crear un caza resistente que pueda hacer frente al de sus enemigos en el inminente conflicto bélico. Un día, se reencontrará con Naoko, un amor de juventud, y su vida cambiará por completo.  

Miyazaki aúna y lleva al extremo su interés por la aviación y por las cuestiones bélicas, aquí quizás con un espíritu menos explícitamente crítico, pero tomando una postura clara ante lo que cuenta. El director no defiende una “militarización” de su personaje (que piensa en los aviones como construcciones aisladas, no como armas de guerra), sino que concibe a Jirō como una representación de cualquier persona que tiene que enfrentarse a numerosas adversidades para conseguir lo que quiere. Un héroe romántico que impregna a toda la historia de un aire clásico, con una narración armónica y consecuente, sin necesidad de remarcar fechas y cambios, con elipsis temporales evidentes aunque sutilmente establecidas. 

Poseedora de un naturalismo lírico tan característico de su creador, acentuado por la luminosa banda sonora de su habitual Joe Hisaishi, El viento se levanta se materializa en una reposada radiografía de los distintos ambientes del Japón de los años 20-30. Se convierte así en un cuadro hiperrealista que trasciende su estatus de película animada, en la que quizás lo más sorprendente sea que no se deja llevar por lo imaginativo ni siquiera en los momentos más oníricos. Pero lo que podría dar lugar a la producción menos creativa de Miyazaki, acaba resultando una obra madura, reposada, y coherente como conclusión dentro de una carrera plagada de ensoñaciones

Si el viento se levanta, “il faut tenter de vivre”. “Tratemos de vivir”, dice el escritor Paul Valéry en su poema Le Cimetière Marin, cuya frase se erige (y se repite, quizás incluso de manera demasiado constante) como máxima de la película. El viento se levanta habla fundamentalmente de la tenacidad a la hora de llevar a cabo nuestros proyectos, pero también sobre no dejarse arrastrar por las obsesiones, conocer y aceptar las propias limitaciones, y aprender a establecer prioridades. Y al final, conseguir recuperarse y salir adelante cuando la vida te golpea y destruye aquello que más querías. Una hermosa despedida por parte de Miyazaki, que deja el camino abierto para nuevos nombres que entrarán a formar parte del mundo del cine. Un mundo que, inevitablemente, echará de menos a uno de sus grandes maestros.  



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