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miércoles, 16 de abril de 2014

El pasado

7/10
Le passé (Francia-Italia-Irán, 2013).
Dirección y guión: Asghar Farhadi.
Intérpretes: Bérénice Bejo, Tahar Rahim, Sali Mosaffa, Pauline Burlet, Elyes Aguis.
Música original: Evgueni Galperine, Youli Galperine.
Fotografia: Mahmoud Kalari.
Montaje: Juliette Welfling.
Idiomas: Francés, persa.
Duración: 130 minutos.


Otra separación

Por Sofia Pérez Delgado
(La película del día)


Habitualmente en su cine, Asghar Farhadi narraba crónicas individuales que podían extrapolarse a la situación de Irán. En su anterior película, la multipremiada Nader y Simin, una separación (2011), el director comenzaba con el divorcio de una pareja, que servía como metáfora para trazar un panorama general del país. Su último trabajo, El pasado, parte de un tema similar: Ahmad es un hombre viaja de Teherán a París para firmar los papeles de divorcio con su mujer, Marie-Anne, a la que dejó cuatro años atrás, que quiere casarse de nuevo con Samir. Sin embargo, en este caso, Farhadi decide centrarse en la intimidad de las relaciones personales. Nada más llegar, Ahmad se dará cuenta de que hay una tensión sin resolver en el ambiente entre la propia pareja y los hijos de cada uno. Se verá así envuelto en una red de secretos, culpabilidades y dudas, que gracias a su presencia comenzarán a revelarse.

La formación teatral de Farhadi se aprecia en su manera de apoyar la fuerza en el guion, las interpretaciones y el protagonismo de las localizaciones -cerradas en su mayoría- asfixiantes. Dan la impresión de que los secretos retenidos entre esas cuatro paredes pueden estallar en cualquier momento. El pasado es un profundo drama contado con la estructura de un thriller. La aparición de unos y otros personajes va configurando la historia, y las relaciones entre ellos, que comienzan completamente opacas, se van aclarando de forma dosificada, a través de giros de guion.

Sorprende quizás en este sentido algo de falta de sutileza por parte de Farhadi, ya que tiende a la sobre explicación. Casi nada deja espacio a la ambigüedad, más bien todo lo contrario: el director se toma su tiempo para exponer el conflicto principal, pero, una vez que lo hace, da vueltas y recalca constantemente todo lo relacionado con el mismo. Esto por un lado deja poco margen al espectador para elucubrar, pero por otro, da lugar a interesante reflexiones sobre temas como las consecuencias de la infidelidad, o la depresión en sus distintas facetas.

Farhadi ha dado el salto al cine europeo, y aunque la nacionalidad de los personajes no afecta el desarrollo de la historia, sí que influye en sus reacciones frente a los acontecimientos a los que se enfrentan. De este modo, desde el punto de vista latino, resulta extraña e incluso exasperante la actitud calmada y casi estática de los personajes masculinos, mientras la protagonista francesa es más pasional, expresa sus frustraciones gritando. Así, Bérénice Bejo, ganadora de premio en Cannes, ensombrece con su visceral interpretación a sus compañeros de reparto, el muy correcto Ali Mosaffa, y el más anodino Tahar Rahim.

En la parte joven del reparto destacan la adolescente Pauline Bourlet, como uno de los pilares de la trama, y, sobre todo, el niño Elyes Aguis, que es un derroche de expresividad. La escena que protagoniza junto a Rahim en el metro es la más delicada de la película, y uno de los momentos infantiles en torno a la muerte más sobrios que se han podido ver desde La cinta blanca (2009) de Michael Haneke. Además le sirve a Farhadi para esbozar el tema del suicidio asistido. Pero también es un ejemplo del que es quizás el mayor hándicap de El pasado: quiere hablar de tantas cosas que, a pesar de su duración y de sus cuidadas descripciones, se queda a medias en algunas cuestiones muy importantes.


Los protagonistas de la película, como indica su título, no viven el presente. Están anclados en un tiempo anterior, en las decisiones que tomaron, y en las inseguridades de provoca la ignorancia de saber si fueron las correctas. Desde su elocuente prólogo hasta su hermosísimo plano final, resulta muy difícil no verse completamente involucrado en la intensidad de El pasado. Farhadi no cae en el tono trágico exagerado, y recupera su habitual realismo amargo. No es su trabajo más redondo, pero se trata, sin duda, de una estimulante muestra más de su personal y humanista forma de ver el mundo. 



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