Soldate
Jeannette (Austria, 2013).
Dirección
y guión: Daniel Hoesl.
Intérpretes:
Johanna Orsini-Rosenberg, Christina Reichsthaler, Josef Kleindienst,
Aurelia Burckhardt, Julia Schranz.
Música
original: Bettina Köster.
Fotografia:
Gerald Kerkletz.
Montaje:
Natalie Schwager.
Idioma:
Alemán, francés.
Duración:
80 minutos.
Una creación falta de pasión
Por Tamara Gorines de Pablos
“El
cometido del cine no es contar de otro modo lo que otras artes ya
han hecho sino en contar otra cosa con sus propios medios”.
Eric
Rohmer
El
hastío vital que anega a los personajes no es un tema nuevo para la
narrativa cinematográfica. En la extraordinaria Belle de Jour
de Luis Buñuel, veíamos en Sévérine la curiosidad y fascinación
hacia un mundo oculto y prohibido, que llevados por el aburrimiento
vital y un vacío existencial, la descubrían revelándose contra las
normas implícitas de una sociedad pudiente, castigada por la
apariencia y rendida ante el dinero. Los códigos que funcionan en
Sévérine y Fanni -protagonista de esta película- de repente se
hacen bastante semejantes respecto al descontento con la vida que
llevan, si bien cada una acaba eligiendo para sí un modo de vida
distinto.
El
silencio simbólico y la frialdad que tiñen las imágenes son
algunos de los referentes para contar esta historia. Ni los
diálogos, ni tan siquiera el resultado visual, pretenden ser los
ejes de comprensión únicos que faciliten la lectura crítica y
analítica; muy al contrario, hay espacio para el espectador, para su
intervención sobre lo que está viendo. El filme le da la
oportunidad de poder cambiar la actitud pasiva frente a lo que ve en
aquellas otras cintas que no requieren otra disposición más que
sentarse y mirar lo que pasa en la pantalla. La historia está
construida de manera que obliga al público a hacer su parte, a
interpretar y extraer sus propias conclusiones respecto al punto de
partida de lo que cuenta. Y aunque muy poco es lo que se nos deja
saber sobre las intérpretes, ya al comienzo de la película se
muestra el rechazo que enfrenta al personaje principal con su hasta
entonces vida. A pesar de esto, e incluso sin importar demasiado
dónde empieza todo y de qué modo, hay un cierto hieratismo
intrínseco y contenido en la puesta en escena que no facilita la
implicación total con la historia. Toca el intelecto, la razón, sí,
¿pero eso es suficiente? Parece que no, porque se vuelve fallida al
intentar provocar emociones.
Sin
apenas montaje, con una actividad narrativa que discurre sin
demasiados cortes y especialmente entre planos medios fijos, la
historia transcurre a través de un discurso audiovisual que tiende
hacia lo poético en momentos como la entrada en escena de Juana
de Arco de Carl Theodor Dreyer que es proyectada en un cine,
o con la música que explica aspectos que no se pueden ver. Estos
aspectos convierten a esta obra en un ejercicio contemplativo y
reflexivo a la vez, un auténtico tour de force si se tiene en cuenta
lo digeridas que se nos presentan a menudo las historias.
Una
propuesta interesante pero quizá sea demasiada la distancia que
firma el realizador respecto a la historia que cuenta. Ofrece la
oportunidad de acceder a dos mundos aparentemente distintos, los que
viven sus personajes, que quedan sin embargo unidos por el sabor del
malestar, y esto no hace sino dejar una sensación de tibieza por la
manera en que está planteada la historia. Nos introduce en
cuestiones humanas de gran relieve: el cansancio y angustia vitales,
la soledad, la reformulación de los principios que rigen nuestras
vidas cuando éstos se frustran, o se hace necesario simplemente
cambiarlos. Pero hay algo importante en lo que no se detiene, y es en
tratar de abarcar el mundo afectivo; el resultado es que deja a las
emociones desatendidas, o al menos apartadas de cualquier posible
representación. Esta incomunicación, que debería ser siempre
salvable, entre la mera creación artística a partir de un material
cualquiera, y el interés por humanizar la historia hasta casi hacer
desaparecer la barrera inevitable que en este caso marca la pantalla,
es la que se encarga de filtrar esa sensación de enfriamiento casi
desde los primeros momentos del visionado.
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