The Secret Society of Fine
Arts (Dinamarca, 2012).
Dirección y guión: Anders Rønnow Klarlund
Intérpretes: Jana Klinge, Christian Blümel, Susanne Wuest, Daniel Zillman, Sabine Winterfeldt.
Música original: Sanne Graulund.
Montaje: Leif Axel Kjeldsen.
Idioma: Inglés.
Duración: 75 minutos.
Del
concepto a la forma
Por Sofia Pérez Delgado
Banal ideas cannot be rescued by beautiful execution.
(Sentences on Conceptual Art, Sol LeWitt)
El danés Anders Ronnow Klarlund se ha unido a
la alternativa corriente de anunciar su abandono del séptimo arte, en este
caso, según proclama, por sentir que el cine de su país ha perdido su alma,
estando la industria y las productoras “más
preocupadas por el dinero que por el arte”[1].
De esta manera, The Secret Society of Fine Arts se convirtió en su película de
despedida, y no es casualidad por tanto que su desencanto se tradujera en una
pretenciosa intención de revolucionar la historia del cine.
El film parte de un interrogatorio policial,
del que nunca vemos a sus partícipes, sólo oímos sus voces. De esta manera, la
narración se configura visualmente a través de un largo flash back, que va
avanzando a saltos temporales, en el que se van plateando cuestiones éticas en
torno al significado y los límites del arte. La asociación a la que alude el
título la forman cuatro ascetas que tienen su propia manera de concebir la
acción artística dentro del mundo. Se empieza hablando de un acto violento, la
explosión de un museo, que se puede entender como una idea vanguardista de
liberar el arte, de sacarle de las cuatro paredes en las que se ha quedado
enclaustrado y devolverle la vida. Hacer del arte parte de la sociedad, y de
los actos comunes, desde los más normales hasta los más terribles, una creación.
Pero The Secret Society of Fines Arts se
contradice a sí misma, ya que las teorías que defienden los protagonistas
tienen que ver con el arte conceptual, aquel en el que la idea tiene más
importancia que la propia representación final. Lo que quiere transmitir la
obra está por encima de su forma, que queda en un segundo plano. El sujeto que
interviene en la obra es más protagonista que la misma, liberándola de su
materialidad, lo cual da lugar a experimentos performativos y corporales, que
en la película están llevados al extremo.
Sin embargo, cinematográficamente, estamos
ante un trabajo de lo más formalista. Klarlund quiere darle una trascendencia
filosófica a la historia, pero la estética acaba imponiéndose. No es una
película abstracta; de hecho, hablando en términos plásticos, se trata de una
obra bastante “figurativa”. Al fin y al cabo, la cinta cuenta un relato casi
distópico de amor obsesivo y peligroso, con el tema del terrorismo de fondo.
Nada especialmente críptico. Sin embargo, su narración a través de la filmación
de fotografías, inspirada no solo en La Jetée de Chris Marker (1962), sino
también en los estudios en torno al movimiento de Eadweard Muybridge en el
siglo XIX, potencia la primacía de la imagen frente a cualquier idea que se
quiera trasmitir.
De modo que sí, Klarlund alardea de forma
evidente sobre querer romper los cánones establecidos en el cine. Pero,
finalmente, lo que hace no tiene nada puramente original, sino que es más bien
un experimento retro que emula obras visionarias del pasado. En el cine, como en
cualquier arte, casi todo está ya inventado, y lo fundamental no es tanto
descubrir algo nuevo, sino reinterpretar lo ya existente. The Secret Society of Fine Arts
hubiese funcionado mejor como homenaje, pero peca de arrogancia y acaba
manifestando su propia naturaleza de frío y hueco ejercicio técnico.
[1] Artículo de Jorn Rossing Jensen en Cineuropa, 07-11-2012 http://cineuropa.org/nw.aspx?t=newsdetail&l=es&did=228802
No hay comentarios:
Publicar un comentario