Los inocentes (Varios Directores ESCAC. España, 2013)
El horror hecho película, por Antonio Cabello
Bajo el amparo de la desatada cinefilia que produce el Festival de Sitges, Los inocentes es un artefacto hecho desde el amor al género slasher, y con el notable apoyo de la ESCAC. Dirigida por doce jóvenes creadores, la obra ha sido preparada sin ningún atisbo de originalidad, cocinada sin prestar atención a los tempos necesarios, y vomitada sin la elegancia y la espectacularidad que han encumbrado al subgénero. No esperen una reinvención o una subversión del slasher, sino una orgía cargada de referencias que dan como resultado una película terrorífica (y no precisamente por su terror).
A pesar de todo, llama la atención su capacidad para reunir todos los ingredientes necesarios que han hecho del cine slasher una fuente icónica para nuestra sociedad. En primer lugar, la película gira en torno a una fecha señalada y a un icono –el Día de los Inocentes- que supuso el inicio de un hecho traumático para el asesino. Posteriormente, se introduce un grupo de adolescentes descerebrados que se adentran en un albergue abandonado en busca de fiesta y sexo (faltaría más); no merece la pena, por fatigoso, hablar en demasía sobre la chica que divide al grupo o sobre ese amigo freak que siempre está cuando menos te lo esperas. Finalmente, podemos apreciar el estrecho margen que separa el terror de la comicidad en los asesinatos en serie que perpetra el asesino, así como una vocación excéntrica a la hora de mandar a mejor vida a los adolescentes.
La docena de cineastas formados en la ESCAC sucumben al intento de homenajear al género, principalmente porque tanto el guión como la dirección se prestan a un ejercicio sin personalidad; lejos queda la bizarrería de Tucker & Dale contra el mal (2010) y la inteligencia de La cabaña en el bosque (2011). Para colmo, el filme es incapaz de generar la tensión narrativa necesaria, recurriendo a un reguero de muertes carentes del nada sutil, pero calculado (e inteligente) morbo que nos producen películas como Scream (1996) o Viernes 13 (1980).
Comprendemos al final que este artefacto es fallido al no lograr el mero entretenimiento ni siquiera con piezas tan magistrales como In der Halle des Bergkönigs. Los inocentes no tienen una historia original que contar, tampoco una puesta en escena suficientemente cuidada, pero los doce creadores que han hecho la película todavía tienen la oportunidad de equivocarse. No se aprende de la noche a la mañana este oficio. Por suerte o por desgracia, equivocándose también se hace cine.
Reset (Pau Martínez. España, 2013)
De prácticas, por Manuel Barrero Iglesias
El
terror es una magnífica opción para comenzar en esto del cine, si
es que no hay mucho dinero para levantar un proyecto. Un género que
lleva tantos años acostumbrado a lo que ahora llaman low cost, ha
acabado sintiéndose cómodo dentro de producciones escasas en
medios. Y entre éstas se encuentran las que nacen al abrigo de
cursos y talleres cinematográficos. En la Sección Oficial de
Atlántida 2014 se presentan un slasher surgido de la ESCAC y esta
cinta nacida tras el taller Vivir Rodando, coordinado por el mismo
Pau Martínez.
El
director valenciano parece decidido a huir del encasillamiento. Tras
su paso por la comedia (El kaserón)
y el documental (Tip & Cía),
se atreve ahora con el terror malsano (un poco en la línea de
Insensibles).
El planteamiento inicial tiene su atractivo, con la introducción de
un elemento tan turbio en la historia médica como es la lobotomía
cerebral. Una práctica del pasado que la ficción ha utilizado como
metáfora de la idiotización del ser humano. No siempre es necesaria
la cirugía para que alguien quede atontado, incluso hay quienes van
corriendo al encuentro de la estupidez.
Temas
que vislumbran, pero en los que jamás se profundiza. Después del
inicio prometedor, lo que viene es un desarrollo paupérrimo, con
guión e interpretaciones de novatos. Y aquí es donde aparece el
carácter “fin de taller” de este trabajo, que no solo anda
escaso de medios materiales. Lo amateur también está en el equipo
humano. Aunque no siempre “amateur” es sinónimo de falta de
calidad. Vean Otel.lo (2012), por ejemplo. Pero ahí es donde debería
entrar la pericia de un buen director.
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