At Berkeley (Estados Unidos, 2013).
Dirección y montaje: Frederick Wiseman.
Fotografía: John Davey.
Idioma: Inglés.
Duración: 244 minutos.
Bueno, bonito y... ¿barato?
Por David Sancho
Berkeley
es la única universidad estadounidense que está entre la élite y además es
pública. Pero la actual coyuntura socioeconómica, que a casi todo afecta, la
pone en serio peligro. Wiseman introduce
su cámara en la vida universitaria y nos muestra su día a día dentro de este
contexto poco favorable sin hacer uso voz en off o entrevistas.
Vemos
como sus profesores imparten clase, de las cuales parece que debemos quedarnos
con el espíritu crítico e innovador de esta universidad. Profesores que
pretenden que sus alumnos tengan pensamiento crítico, que sean capaces de
pensar por sí mismos y, como dicen ellos, “out of the
box”.
Las reuniones a las que
asiste el Presidente de la Universidad, Robert J. Birgeneau, con
los distintos órganos directivos son especialmente gráficas y nos permiten
hacernos una idea de las dificultades económicas por las que pasa la Universidad, el
motivo de dichas estrecheces, principalmente por falta de apoyo público, y,
finalmente, el debate interno acerca de por donde se debería recortar el
presupuesto.
Mantener
el nivel de excelencia o seguir permitiendo que los estudiantes con rentas más
bajas sigan obteniendo ayudas que les permitan cursar allí sus estudios, ese es
el debate al que Wiseman concede mayor protagonismo. Pero también hay otros de
gran importancia como de qué manera se deben manejar las protestas
estudiantiles o en qué casos se deberían igualar las ofertas económicas que
reciba su cuerpo docente de otras empresas o universidades.
En las cuatro horas que dura
el documental conseguimos sumergirnos en Berkeley, admirar a sus investigadores,
desear que nuestros profesores hubiesen sido como los que allí enseñan, admirar
su política de admisiones y talante progresista, etc. Pero al final también hay
cabida para la otra cara de la moneda.
Como
suele suceder no es oro todo lo que reluce y los estudiantes, profesorado y
demás empleados de la universidad parecen tener mucho de lo que quejarse. En la parte final de la película se nos
muestra esa eterna lucha entre los que toman las decisiones y los que las
padecen. Wiseman no toma partido y simplemente da la palabra a ambos bandos.
Los manifestantes creen que los dirigentes universitarios son elitistas y
antidemocráticos mientras que el Presidente les considera desorganizados,
minoritarios e ignorantes en lo que a la realidad de la universidad se refiere.
Nada que no hayamos visto ya a otros niveles.
Uno
se queda con la sensación de que Berkeley es un lugar apasionante por el que
merece la pena luchar, la forma de hacerlo ya depende de la carga ideológica de
cada espectador, aunque la película también parece dejar entrever que las posibilidades
de que su espíritu se mantenga intacto en el mundo en el que vivimos son más
bien escasas.
Por
lo menos siempre tendremos este vasto y apasionante documental para mostrarnos
lo que se ha perdido o lo que se ha conseguido conservar. El futuro dirá.
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