Dirección: Claire
Denis.
Intérpretes: Vincent
Lindon, Chiara Mastroianni, Julie Bataille, Michel Subor, Lola Créton.
Guión: Claire
Denis, Jean-Pol Fargeau.
Música original: Stuart
Staples.
Fotografía: Agnès
Godard.
Montaje: Annette
Dutertre.
Idiomas: Francés,
inglés.
Duración:
100 minutos.
No habrá paz para los héroes
Por Manuel Barrero Iglesias
Tras abordar uno de sus
temas predilectos –el colonialismo-, tanto en la ambiciosa Una mujer en África
(2009), como en el mediometraje documental To the Devil (2011); Claire Denis
vuelve a otro asunto en el que también ha indagado lo suyo: las penumbras en la
existencia del hombre contemporáneo. Cuenta la directora que andaba en una
época vacía, sin proyectos concretos a la vista. Hasta que se encontró con Los canallas duermen en paz (Akira
Kurosawa, 1960), cuyo título inspiró a la directora, quien además toma prestado
el arquetipo que representa Mifune.
Denis arroja a su héroe
cotidiano contra una realidad putrefacta. Marco vive convenientemente apartado del
mundo, gracias a su profesión como marino. Pero su estricto sentido del
deber le obliga a volver al rescate de una familia a la que la palabra
desestructurada le queda corta. Puede que haya quien vea demasiada
truculencia en losque nos cuenta Denis, pero nunca debemos olvidar aquello de
que le realidad siempre supera a la ficción. El problema no reside en los temas
tratados, sino en la forma de abordarlos.
Y ahí es donde Denis se
muestra una vez más como una autora de singular mirada. Implacable, pero sin
perder la elegancia. El film no se limita a explotar una sucesión de hechos
grotescos para horrorizar al espectador. Al contrario, la directora vuelve a
usar la elipsis y el montaje para impeler a su interlocutor. La explicitud no es
una característica dominante en su cine, y se agradece la ausencia de la misma
en Los canallas. En el cine de la francesa el espectador se convierte en parte
activa, obligado a construir el relato a medida que éste transcurre.
La sutileza en las formas
se propaga al discurso. Sin juicios morales simplistas, tenemos a personajes llenos de secretos que deambulan por el film como alma en pena. No llegamos a entender sus motivaciones, pero es que ni ellos mismos las consiguen comprender. La directora nos habla de la podredumbre del alma humana, pero sin ceñirse al análisis fácil de la maldad intrínseca. Los actos reprobables provocan angustia en los protagonistas, pero estos son incapaces de escapar a la inercia degradante. Podemos ver el pesimismo que impregna la obra en su consideración de la naturaleza humana, pero se hablamos de un pesimismo resignado. No se trata de culpabilizar, sino más bien de aceptar la realidad.
Pero no solo de turbiedad vive este noir con ecos de Lynch que se saca de la chistera Denis. Atención a las altas dosis de sensualidad que emanan de cada secuencia que comparten Lindon y Mastroianni. Pura dinamita sexual, tanto implícita como explícita. Es interesante la vuelta de tuerca que la directora propone en el concepto de mujer fatal. En el relato, Raphaëlle cumple esa función, pero no de la manera clásica. De nuevo, no se opta por la maldad intrínseca, desechando cualquier atisbo del típico maquiavelismo. Otra vez la inercia -junto con el instinto de supervivencia- es la que domina la situación.
Ser un héroe no siempre es gratificante. Y en demasiadas ocasiones actuar con integridad supone llevarse varapalos de la cruda realidad. Ahí está la profunda desesperanza de una película que refleja con precisión el lado oscuro de la humanidad. Que, por otro lado, es el que domina el mundo. Una película con un contenido altamente inflamable, pero que formalmente nos deslumbra con su uso fragmentado de la narrativa.
Pero no solo de turbiedad vive este noir con ecos de Lynch que se saca de la chistera Denis. Atención a las altas dosis de sensualidad que emanan de cada secuencia que comparten Lindon y Mastroianni. Pura dinamita sexual, tanto implícita como explícita. Es interesante la vuelta de tuerca que la directora propone en el concepto de mujer fatal. En el relato, Raphaëlle cumple esa función, pero no de la manera clásica. De nuevo, no se opta por la maldad intrínseca, desechando cualquier atisbo del típico maquiavelismo. Otra vez la inercia -junto con el instinto de supervivencia- es la que domina la situación.
Ser un héroe no siempre es gratificante. Y en demasiadas ocasiones actuar con integridad supone llevarse varapalos de la cruda realidad. Ahí está la profunda desesperanza de una película que refleja con precisión el lado oscuro de la humanidad. Que, por otro lado, es el que domina el mundo. Una película con un contenido altamente inflamable, pero que formalmente nos deslumbra con su uso fragmentado de la narrativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario