La
belle et la bête (Francia-Alemania,
2014).
Dirección:
Christophe Gans.
Intérpretes:
Vincent Cassel, Léa Seydoux, André Dussollier, Eduardo Noriega,
Myriam Charleins.
Guión:
Christophe Gans, Sandra Vo-Anh.
Música
original:
Pierre Adenot.
Fotografía:
Christophe Beaucarne.
Montaje:
Sébastien Prangère.
Idioma:
Francés.
Duración:
112 minutos.
Ni bella ni bestia
Los
franceses también se apuntan a la moda de actualizar los cuentos
clásicos. Aunque, como buenos franceses que son, se quieren separar de esa
línea hollywoodiense de épica fútil con las que nos han castigado
gente como Tim Burton (Alicia), Bryan Singer (Jack) o el tal Rupert
Sanders (Snow White). Sin llegar al extremo arty de la Blancanieves
de Pablo Berger, esta adaptación de La bella y la bestia parece
buscar el punto intermedio entre arte y espectáculo. El encargado de
llevar a cargo tan complicada empresa es Christophe Gans, quien
obtuvo cierto prestigio como director de género gracias a Crying
Freeman (1995) y El pacto de los lobos (2001). Desde Silent Hill
(2006) no había dirigido ningún largometraje, atreviéndose ahora
con un clásico de la literatura francesa.
Presume
el director de ser el primer en adaptar la obra original (al menos,
la primera publicada), escrita por Gabrielle-Suzanne Barbot de
Villeneuve en 1740. Recordemos que las dos adaptaciones más notorias
-Cocteau y Disney- tienen como base una versión abreviada de 1756.
Se supone que la de Villeneuve, al ser más extensa, da mayor riqueza
a los personajes y situaciones. Algo que debiera haber aprovechado
Gans para dar consistencia a su film. Pero algo falla cuando todo nos
parece infinitamente más plano que la versión de Disney.
Si
la intención era otorgar mayor entidad al discurso, no se entiende
la caricaturización extrema de las hermanas o el villano. Por mucho
contexto que trate de introducir, la película jamás profundiza en
nada. Ni siquiera es capaz de retratar con un mínimo de pericia el
momento clave del relato, siendo el enamoramiento de los
protagonistas un fenómeno que surge de la nada. Por supuesto,
tampoco encontramos esa metáfora sobre el mundo actual que Gans
quiere transmitirnos.
Habla
también el director de las referencias a las mitología griega y
romana, con Ovidio a la cabeza. Incluso nombra a Miyazaki, que
también juega con esas relaciones entre dioses, formas animales y
hombres. Pero el uso que hace el director de estos elementos también
es tremendamente superficial. Desde los flash-back que cuentan el
pasado de la Bestia hasta esos animalillos digitales que no se sabe
muy bien qué pintan por ahí. Por cierto, ahí está otro de los
grandes problemas del film, el nulo encanto de sus digitalizadas
criaturas.
Ya
decimos que como film que pretende dar una lectura más profunda al
clásico, fracasa de forma estrepitosa, dando la impresión de
imponerse el artificio visual al poderío narrativo. ¿Que sólo
quería ser un cuento sin más pretensiones? El estrépito del
fracaso es aún mayor, en una película que es todo aburrimiento.
Para eso ya tenemos a Disney, cuya versión rebosa agilidad y
diversión. La bella y la bestia (2014) termina siendo una amalgama
de referencias incapaz de desarrollar personalidad propia.
Manuel Barrero Iglesias
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