7/10
The
Grand Budapest Hotel (Estados
Unidos-Alemania, 2014)
Dirección:
Wes Anderson.
Intérpretes:
Ralph Fiennes, Tony Revolori, Willem Dafoe, Adrien Brody, Jeff
Goldblum, Saoirse Ronan, F. Murray Abraham, Jude Law, Tom Wilkinson,
Mathieu Amalric, Tilda Swinton, Edward Norton, Bill Murray, Harvey
Keitel, Jason Schwartzman, Bob Balaban.
Guión:
Wes Anderson, Roman Coppola.
Música
original: Alexandre Desplat.
Fotografía:
Robert D. Yeoman.
Montaje:
Barney Pilling.
Idioma:
Inglés, francés.
Duración:
94 minutos.
El hotel de los líos
Por Manuel Barrero Iglesias
Wes
Anderson es de esos directores a los que se reconoce de inmediato,
incluso viendo un único fotograma de cualquiera de sus trabajos. He
ahí uno de los grandes indicadores para localizar a un autor. Sin
duda, estamos ante uno de ellos. Y uno que tiene eso que llamamos
universo propio. Sería redundante hablar sobre cuestiones como el
uso de la música o los colores. De sus planos frontales y las
simetrías. Señas de identidad indisociables de su cine, y que
ayudan a construir el discurso de un autor que comparte con el mundo
su particular visión de las cosas.
Puede
ser El gran hotel Budapest su película más
ambiciosa hasta el momento, pero a la vez es la más liviana de
todas. Una hermosa contradicción con la que Anderson nos cautiva,
entregando un film luminoso que sublima su estilo. Escapando de
cualquier atisbo de realismo, el director da rienda suelta a su
imaginación con la invención de un país. Cierto es que Zubrowka
podría ser cualquier nación de la Europa entreguerras, pero
Anderson inunda el lugar con todos los elementos característicos de
su universo. El resultado es todo un deleite para los sentidos.
Estamos
pues ante una película más grande, en espacios más amplios, y en
la que infinidad de personajes van entrando y saliendo. Pero no
encontramos la precisa disección de las relaciones que siempre han
caracterizado su cine. Tampoco encontramos ese poso amargo que
siempre dejaban sus obras. El gran hotel Budapest no traspasa
la línea de la melancolía. Y, en cualquier caso, es una película
muy luminosa. Quizás en este aspecto se encuentre más próxima a
Fantastic Mr. Fox (2009). No es casual la similitud entre las
sendas partituras compuestas por Alexandre Desplat.
Una
obra en la que prevalece el espíritu de divertimento, que no deja
espacio para analizar las complicaciones de las relaciones familiares
(más allá de la parodia montada alrededor de una herencia
discutida). Otro punto que define su carácter festivo es el desfile
de estrellas, muchas de ellas con personajes anecdóticos. Y a pesar
de la ingente reunión, estamos ante el film de Anderson en el que
más destaca un personaje muy por encima del resto. Antológico el
Gustave de Ralph Fiennes, que personifica la reivindicación de
lo lúdico a través de ese gigoló que también presenta alguna
contradicción apasionante. Obsesivo hasta en el más mínimo detalle
en su trabajo, su actitud vital fuera de él es hedonismo puro. El
brillante trabajo de Fiennes es respondido con tremenda serenidad por
el joven Tony Revolori, todo un descubrimiento. Entre ambos forman
una pareja que, desde ya, se convierte en mítica.
Anderson
lleva su estilo un poco más allá con su último film, con el que
alcanza la excelencia formal. Sin la profundidad de trabajos
anteriores, pero con un dominio narrativo -atención a las piruetas
temporales- sublime. Una película para hecha para hacer gozar.
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