Por Emma Galán
El segundo film, Frankenstein’s Army, es un film tan poco entretenido como irrelevante. Su director, Raaphorst, antiguo director de arte y artista conceptual (Frágiles, Rotweiller), pasa a la dirección con un filme que pretende ser delirante y con una estética enfermiza sobre la idea de un loco doctor ‘Frankenstein’, que, en un intento desesperado de llevar a los nazis al poder en su decadencia, crea unas máquinas de matar a partir de cadáveres humanos de soldados caídos. Interesante como ejercicio de temática, pero demasiado visto y poco logrado. Bastante prescindible.
El tercer film, We are what we are, el cual ya habíamos visto en la última edición de Sitges, es una película de factura impecable, y cuyo arranque crea unas altas expectativas en cuanto a su desarrollo. Una familia condenada por un cabeza que busca la redención en una antigua práctica originada por sus primitivos antecesores -el canibalismo- lleva al declive de dicha familia. Y el avance del film, amén de su final (júzguenlo ustedes mismos), lleva también a su declive. Una pena.
Cuarto film, y el que parece que, hasta el momento, se ha convertido en la película por excelencia del festival: Snowpiercer. Antes nos deleitamos con una pieza corta, Flytopia, sobre el declive y la esquizofrenia que una ruptura puede desencadenar. Bong Joon-Ho nos lleva a la conclusión de que hay una alternativa real, que supera con creces en guión, estilo y giro al cine americano, como ya lo hizo en su momento con Memories of Murder y el ómnibus Tokyo!. Basado en la novela gráfica ‘Le Trasperceneige’, cuenta una historia apocalíptica, desarrollada en un tren, el Snowpiercer, condenado a vagar como un ecosistema itinerante propulsado por un motor de movimiento eterno, en el que una muestra de la sociedad lucha por la supervivencia. No diré más detalles para que la juzguéis por vosotros mismos. Imprescindible a todas luces.
Y en los albores de la madrugada, con catarsis cinematográfica y cansancio físico a partes iguales, comenzamos viendo Fresh Meat, un film neozelandés de 2012 que pretende dar un tono Death Proof continuamente, y, en realidad, no daba ni risa. Bastante prescindible.
No tan prescindible, aunque con alguna salvedad, pero de factura bastante interesante. Es Habitantes, el tercer cortometraje como directora de Leticia Dolera. Una alegoría de la sociedad contemporánea, donde el hombre como individuo y ciudadano en grandes urbes impersonales, puede llegar al punto de no soportar las cargas y el bullicio de su entorno y acabar explotando. Muy recomendable.
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