Por Emma Galán
La jornada comienza desde primerísima hora de la tarde -más bien última de la mañana- con un capítulo especial de Doctor Who que celebra el 50 aniversario de la serie, de una duración de 76 minutos, emitido por primera vez el 23 de noviembre de 2013 en el canal de televisión británico BBC One. Con un atractivo elenco compuesto por John Hurt, Matt Smith, David Tennant, la trama entrelaza tres hilos argumentales, situados en Londres en el año 2013, la Inglaterra isabelina y la caída de Arcadia, la segunda ciudad de Gallifrey, en el último dia de la Guerra del Tiempo.
Y después de enfrentarnos a la quintaesencia de la ciencia ficción británica, comenzamos la sesión Phenomena, una iniciativa de Nacho Cerdá que nos deleita casi semanalmente con la reposición de películas estrenadas en décadas anteriores y con títulos míticos que disfrutamos de nuevo (o por primera vez) en pantalla grande. El primer título recuperado por Phenmomena para esta muestra fue The Fly, de David Cronnenberg (1986). Qué decir de este clásico de la ciencia ficción que a su vez es un remake de la película de 1958 de Neumann, además de las maravillosas interpretaciones de Geena Davis y Jeff Goldblum. Nos quedamos con su atmósfera enfermiza, una fotografía decadente y apocalíptica y una cita del protagonista, Seth Brundle: “Soy un insecto que soñó que era hombre y le fascinó, pero el sueño terminó y el insecto ha despertado.” La segunda sesión merece también una reseña: Predator, de 1987, dirigida por John McTiernan (director de, entre otras, la joya indiscutible del cine de acción Die Hard). Predator supone una instauración de la figura del depredador como una nueva criatura que permanecerá en el imaginario cinematográfico colectivo, pero, a pesar de todo aquello que podría suponer un hito en las películas de acción de la época, ya recibió en su momento críticas negativas: “espeluznante, aburrida con pocas sopresas” por el New York Times, crítica con la que comulgo. Lo mejor, la sorpresa de encontrarnos con un cine de monstruos pensando que que nos íbamos a encontrar con una película bélica en el primer visionado. Pero por lo demás, a pesar de ser una de las películas imprescindibles de género por haberse quedado con la nomenclatura de “mítica”, es aburrida y cargante, con un exceso de chistes fáciles y poco acertados.
El siguiente film es Faraday, dirigido por Norberto Ramos del Val , experto en films low-cost. Tomando referencias de la tradición del falso documental, realiza un filme satírico que aúna dos temas de lo más variopinto: las redes sociales y los fenómenos paranormales. El público acogió con cariño y con baja exigencia una película modesta, tanto en guión como en medios técnicos.
Y como acontecimiento de clausura pudimos ver el cortometraje Blink, de Diego Latorre, un gráfico que debuta en el audiovisual, y se nota. Su embriaguez de estética y poética, sin un trasfondo profundo sino una filosofía bastante barata sobre el poder de la imaginación sobre la cruda realidad. Con un despliegue de medios y actores tan de renombre como Eduardo Casanova, Fele Martínez o Macarena Gómez, asistimos a un fenómeno contrario al que hablábamos en Coherence: un guión mediocre con un efectismo brutal, efectismo que no compensa la falta de calidad argumental. Prescindible. A partir del cortometraje, llegamos a la película de clausura, la cual presentó uno de sus protagonistas: Eduardo Noriega. La película fue La bella y la bestia, aún no estrenada en España, de Christophe Gans. Ya después de su El pacto de los lobos, vemos en Ganz una capacidad estética impresionante, heredera de la poética visual -y también narrativa- de la tradición del cine francés. Lo mejor de la película es que a pesar del ritmo lento, te mantiene la atención en todo momento, y su fidelidad al cuento original. Lo peor, quizá el exceso de digital, que aunque pretendido, te saca un poco de la trama. Bastante interesante ejercicio de estilo visual, y unos fantásticos Vincent Cassell y Lea Seydoux coronan una muestra con más intereses que decepciones.
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