Jimmy P. (Francia-USA, 2013).
Dirección: Arnaud Desplechin.
Intérpretes: Mathieu Amalric, Benicio Del Toro, Gina McKee, Larry Pine, Jospeh Cross.
Guión: Arnaud Desplechin, Kent Jones, Julie Peyr; sobre el libro de Georges Devereux.
Música original: Howard Shore.
Fotografía: Stéphane Fontaine.
Montaje: Laurence Briaud.
Idioma: Inglés.
Duración: 117 minutos.
La
enfermedad del alma
Por Sofia Pérez Delgado
Afirma el
director francés Arnaud Desplechin que sus películas “no parten de la realidad, sino del subconsciente.” [i]
La idea de exploración de la mente, de la distinción entre la realidad y la
alucinación, está muy presente en su último trabajo, Jimmy P. Basado en Reality and dream: Psychotherapy of a Plains
Indian (1951), del antropólogo y psicoanalista francés de origen húngaro
Georges Devereux -cuyo nombre real era Győrgy Dobó- cuenta el caso concreto de Jimmy
Picard, un indio nativo que, tras sufrir un accidente en el ejército durante la
Segunda Guerra Mundial, no puede recuperar su vida normal debido a que padece fuertes
dolores de cabeza y cegueras temporales. Por ello, es internado un hospital
para veteranos de guerra, en el que los médicos afirman que está físicamente
sano. Dado que su “enfermedad” parece ser de origen psicosomático, Jimmy
comenzará a recibir tratamiento por parte del propio Devereux, que intentará
averiguar de dónde vienen sus males a través del estudio de su procedencia y su
etnia, pero también de sus recuerdos, sus sueños y su fuerte sentimiento de
complacencia hacia el sexo femenino. Su desarrollo en un entorno carente de una
figura masculina fuerte, siempre dominado por mujeres (su madre, su hermana, su
ex esposa, su hija) revelará un complejo de Edipo mal superado (recordemos que
Jimmy sufre cegueras, que podrían interpretarse como “voluntarias”) que se
manifiesta en forma angustia como reacción al complejo de castración enunciado por
Freud.
Desplechin,
habitual de los grandes festivales como el de Cannes -en cuya pasada edición
presentó Jimmy P.- transforma en imágenes la concienzuda investigación
de Devereux, con resultados desiguales. La película tiene sus momentos más
atractivos cuando la acción se centra en la curiosa relación que surge entre
dos personajes diferentes en todos los sentidos. La complicidad está
acertadamente manifestada por Benicio del Toro y Mathieu Amalric (en su cuarta
colaboración con el director), a pesar de que ambos intérpretes se encuentran
peligrosamente en el límite de la sobreactuación, algo que finalmente impregna
toda la cinta. Su efectismo sutil pero evidente queda patente en el uso
reiterado de los flashbacks, o de recursos como los escritos leídos a modo de
expresión de sentimientos en voz alta. Todo ello acompañado de la banda sonora
de Howard Shore que, sin llegar a ser molesta ni protagonista en exceso, está
demasiado utilizada para subrayar momentos y emociones.
Tampoco
acaban de resultar satisfactorias las representaciones oníricas que realiza
Desplechin, que se supone son deseos y fragmentos de la memoria
del protagonista; pero tal como los rueda el director, no terminan de
parecer expresiones de su alma malherida. Las dolencias de Jimmy son una
exteriorización de los traumas y miedos internos de, al menos, una parte de la
sociedad. Esto viene en relación con los estudios de Deveroux sobre la
identidad, estableciendo que sólo se pueden tratar los problemas psíquicos de
manera completa a través del conocimiento de los orígenes y la cultura de aquel
a quien se está tratando. Sin embargo, contradiciendo las ideas de Deveroux, Desplechin
no llega a centrarse en la problemática indígena en Estados Unidos ni en sus
condiciones precarias. Son aspectos que sólo aparecen esbozados y que, una vez
vista la película, nos siguen pareciendo tan ajenos como antes.
Jimmy P. es una película mucho menos distante que la racional Un método
peligroso de David Cronenberg (2011), pero en la que, sin embargo, se
nota demasiado su origen fragmentado de los apuntes de un psicoanalista. En un
principio interesa saber qué le ha ocurrido a Jimmy, pero, finalmente, ¿está “curado”,
o volverán los padecimientos cada vez que reprima algún tipo de frustración? Según
se va descubriendo que no hay ninguna conclusión concreta, o peor, que aunque
la hubiera, probablemente no llegaríamos a comprenderla del todo, se establece
un distanciamiento hacia lo que se está contando que, si bien no es insalvable,
provoca en conclusión cierta indiferencia.
[i] Entrevista realizada a Arnaud Desplechin en El Cultural, 27 de de
Marzo de 2009 http://www.elcultural.es/version_papel/CINE/25033/Arnaud_Desplechin
No hay comentarios:
Publicar un comentario