L'inconnu
du lac (Francia,
2013)
Dirección
y guión: lain Guiraudie.
Intérpretes:
Pierre Deladonchamps, Christophe Paou, Patrick d'Assumçao, Jérôme
Chappate, Mathieu Vervisch.
Fotografía:
Claire Mathon.
Montaje:
Jean-Christophe Hym.
Idioma:
Francés.
Duración:
97 minutos.
Naturaleza muerta
Por Sofia Pérez Delgado
“La
vida no es todo sexo”.
Eso le dice Henri, un hombre solitario, a Franck, el protagonista de
El
desconocido del lago.
Se han conocido hace poco; sin embargo, les une la consciencia común
de que hay cosas, al menos, igual de importantes: el amor, la
amistad, el trabajo… Pero, en
el bucólico ambiente del lago de Sainte-Croix, uno puede aspirar a
poco más que a dar rienda suelta al placer. Un edén en el que lo
único explícito es el sexo, y lo que queda oculto es la vida real y
los auténticos sentimientos.
Presentada por primera vez el pasado año en Cannes, donde ganó el
premio Un certain regard al mejor director, inaugura la 4ª edición
del Atlántida Film Fest la película mejor valorada por los críticos
de Cahiers du Cinéma, y la ganadora del César al mejor actor
revelación (para Pierre Deladonchamps), que ya había pasado por
nuestro país en el Festival de Sevilla, donde se alzó como la gran
triunfadora.
En
El
desconocido del lago,
el director y guionista Alain
Guiraudie evoca la literatura de Guy de Maupassant, heredando su
concepción de la excitación que provoca sentirse en libertad en el
campo.
“Y
contó su vida de todos los días, poéticamente, de manera que hizo
vibrar el corazón de aquellos burgueses privados de hierba y
hambrientos de paseos por el campo con ese bobo amor a la naturaleza
que los obsesionaba todo el año detrás del mostrador de su tienda”,
relataba Maupassant en Une
partie de campagne,
que en 1936 adaptaría Jean
Renoir.
En este mediometraje esencial, el director hacía un homenaje a su
padre, el pintor impresionista Pierre-Auguste
Renoir,
quien, junto a otros representantes del movimiento como Monet,
Sisley
o Pisarro,
partía del paisaje de exteriores, con el que mantenía una estrecha
relación, para realizar sus obras. Guiraudie
parece acercarse de la misma manera que aquellos artistas a la
naturaleza, y al poder embriagador que emana de la misma.
Un poder que nubla los sentidos, crea ensoñaciones, provoca visiones
de personas y eventos que no han sucedido, y lleva a enamorarse de
alguien al que temes.
Guiraudie
quiere dotar a la película de una complejidad argumental a través
de la introducción de una trama cercana al thriller, que tiene su
mejor recurso en esa repetición de acontecimientos día tras día a
modo de angustiosa cadencia. Sin embargo, estamos ante un trabajo
fundamentalmente plástico, pictórico. Por qué no, superficial. El
mismo cartel es de clara inspiración fauvista. Sin embargo, no vamos
a encontrar más vanguardismos en sus formas, con una fotografía que
está envuelta en la blandura de la estética de la pintura galante
francesa Rococó. Los encuadres parecen sacados del erotismo
lírico de Watteau o de la sensualidad mundana de Boucher.
Pero el principal referente pictórico de la película es la obra del
inglés Henry Scott Tuke, conocido por sus cuadros de jóvenes
desnudos en ambientes naturales. La visión de Guiraudie hacia los
cuerpos y el nudismo es realista, no existe en ella el idealismo de
las alegorías mitológicas. Aquí los efebos se transforman en
hombres corrientes que buscan evadirse de la rutina a través de
relaciones fugaces, que les hacen olvidar su soledad.
El
desconocido del lago
es una obra prácticamente museística, de carácter material, en la
que es más importante distinguir sus componentes que buscarle un
significado a lo que cuenta. Un
fresco libre, desconcertante y personal, del que solo tomando la
suficiente distancia se puede apreciar la totalidad de su composición.
Sin embargo no logra traspasar la frialdad de ese sexo esporádico
que es provocativo, atractivo, pero carece de sentimientos. La vida,
y por tanto el cine, no es solo eso.
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