4/10
300: Rise of an Empire (Estados Unidos, 2014).
Dirección: Noam Murro.
Intérpretes: Sullivan Stapleton, Eva Green, Lena Headey, Hans Matheson, Callan Mulvey.
Guión: Zack Snyder, Kurt Johnstad; sobre la novela gráfica de Frank Miller.
Música original: Junkie XL.
Fotografía: Simon Duggan.
Montaje: David Brenner, Wyatt Smith.
Idioma: Inglés.
Duración: 102 minutos.
Director invisible
Aquellos que recibimos 300 (Zack Snyder, 2006) con indiferencia no esperábamos gran cosa de esta secuela/spin off; más allá de encontrarnos con un sucedáneo de poca calidad. Snyder delega las labores de dirección en el inexperto Noam Murro, encargado de firmar este film (se supone) basado en una obra de Frank Miller, la cual no estaba publicada a fecha de estreno. Con tales antecedentes no es extraño sospechar sobre la naturaleza comercial de la operación, descuidando sus posibles valores artísticos.
Por muy vacía que fuera 300, hay que reconocerle cierta pericia visual, incluso algo parecido a personalidad. Pero Murro no es Snyder, y el salto se nota. 300: El origen de un imperio es, efectivamente, un calco estilístico de su predecesora. Pero como en cualquier calco, la calidad se resiente. La película sigue sin ir más allá del espectáculo vacuo, con un despliegue digital que nos deja más bien fríos. Capítulo aparte merece el uso de la cámara lenta, un recurso del que se abusa hasta la desesperación.
Pero dentro de esta copia bastarda tenemos que celebrar la aparición de una figura que nos despierta del sopor que produce tanta espada moviéndose a ralentí. Eva Green y su desatada Artemisia se mueven entre el ridículo y la parodia, y nosotros no sabemos si tomarnos el asunto en serio o no. Eso sí, si hay algo que podemos rescatar del film son las dos secuencia que comparte con Temístocles. Un encuentro sexual con altas dosis de violencia, y una confrontación violenta con fuerte carga sexual. Lo único un poco subversivo dentro de un conjunto monótono.
Insuficientes concesiones al kitsch para convertir el espectáculo en algo realmente divertido. El resto del tiempo tenemos que sufrir la planicie de los personajes, la simplicidad de la acción, y... ¿he mencionado ya lo de las interminables tomas a cámara lenta? Quizás les parezca cansino que por tercera vez hable de esto. Así quizás imaginen lo que me provocó su uso indiscriminado. Y es que cuando se fabrica un sucedáneo a partir de un original cuya calidad ya es bastante discutible, resulta complicado salvar el producto. Por mucha Eva Green que ande por ahí.
300: Rise of an Empire (Estados Unidos, 2014).
Dirección: Noam Murro.
Intérpretes: Sullivan Stapleton, Eva Green, Lena Headey, Hans Matheson, Callan Mulvey.
Guión: Zack Snyder, Kurt Johnstad; sobre la novela gráfica de Frank Miller.
Música original: Junkie XL.
Fotografía: Simon Duggan.
Montaje: David Brenner, Wyatt Smith.
Idioma: Inglés.
Duración: 102 minutos.
Director invisible
Aquellos que recibimos 300 (Zack Snyder, 2006) con indiferencia no esperábamos gran cosa de esta secuela/spin off; más allá de encontrarnos con un sucedáneo de poca calidad. Snyder delega las labores de dirección en el inexperto Noam Murro, encargado de firmar este film (se supone) basado en una obra de Frank Miller, la cual no estaba publicada a fecha de estreno. Con tales antecedentes no es extraño sospechar sobre la naturaleza comercial de la operación, descuidando sus posibles valores artísticos.
Por muy vacía que fuera 300, hay que reconocerle cierta pericia visual, incluso algo parecido a personalidad. Pero Murro no es Snyder, y el salto se nota. 300: El origen de un imperio es, efectivamente, un calco estilístico de su predecesora. Pero como en cualquier calco, la calidad se resiente. La película sigue sin ir más allá del espectáculo vacuo, con un despliegue digital que nos deja más bien fríos. Capítulo aparte merece el uso de la cámara lenta, un recurso del que se abusa hasta la desesperación.
Pero dentro de esta copia bastarda tenemos que celebrar la aparición de una figura que nos despierta del sopor que produce tanta espada moviéndose a ralentí. Eva Green y su desatada Artemisia se mueven entre el ridículo y la parodia, y nosotros no sabemos si tomarnos el asunto en serio o no. Eso sí, si hay algo que podemos rescatar del film son las dos secuencia que comparte con Temístocles. Un encuentro sexual con altas dosis de violencia, y una confrontación violenta con fuerte carga sexual. Lo único un poco subversivo dentro de un conjunto monótono.
Insuficientes concesiones al kitsch para convertir el espectáculo en algo realmente divertido. El resto del tiempo tenemos que sufrir la planicie de los personajes, la simplicidad de la acción, y... ¿he mencionado ya lo de las interminables tomas a cámara lenta? Quizás les parezca cansino que por tercera vez hable de esto. Así quizás imaginen lo que me provocó su uso indiscriminado. Y es que cuando se fabrica un sucedáneo a partir de un original cuya calidad ya es bastante discutible, resulta complicado salvar el producto. Por mucha Eva Green que ande por ahí.
Manuel Barrero Iglesias
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