Pawel Pawlikowski es un director con intereses muy diversos. Rusia, Serbia
o Gran Bretaña. Poetas, guerras o inmigración. Documentales o ficciones. Puede
que en esta variedad de temas y estilos haya influido su propio historial.
Nacido en Polonia, su infancia transcurrió en pleno comunismo, hasta que a los
catorce años dejó su país natal. Su posterior periplo por lugares como Alemania,
Italia o Inglaterra seguro contribuyó a formar ese espíritu inquieto que le
caracteriza.
Pero no ha sido hasta ahora –ya en plena madurez- que ha vuelto la mirada hacia
su patria. Y lo hace recreando la época que le toco vivir allá. Aunque no estamos ante el típico ejercicio autocomplaciente de nostalgia que sirve al
autor para rememorar su infancia. Todo lo contrario. Ida es un ejercicio de exquisita madurez, con unas miras más
elevadas, que pretende hablar de la memoria de todo un país.
Pawlikowski sí recurre a la memoria particular en la forma de abordar su
trabajo. El blanco y negro es la única manera viable de retratar aquella época.
Así son los recuerdos del director. O Las fotografías de entonces. Incluso la
televisión. Y lo que es más importante: la misma vida era gris. Una existencia
opresiva que al autor busca resaltar con el formato cuadrado y unos encuadres
que empujan a los personajes hacia la parte inferior, como aplastados por la atmósfera.
La sensación de austeridad aumenta aún más con una realización totalmente estática.
Una austeridad también reflejada en el rostro de sus protagonistas. Una,
porque es la única manera que conoce de afrontar la vida. La otra, porque está
hastiada de su existencia. El encuentro entre estas dos desconocidas, que comparten
vínculos de sangre, provocará la ineludible confrontación con el pasado. Ignorado
por una y olvidado por la otra, ese enfrentamiento causará algún que otro
trastorno vital. En el caso de Ida, se produce un doble descubrimiento. Al traumático
sobre su identidad se une el de la vida más allá de Dios y un convento.
La sutileza narrativa con la que Pawlikowski nos deleita es admirable. Apenas
hay sobreexplicaciones, y sí mucho trasfondo detrás del (aparentemente) escueto
discurso. Tanto en la historia particular de comparten tía y sobrina, como en
la Historia política que hay de fondo. Con la distancia que da ser un emigrante
temprano, el autor se acerca con mucho tacto a temas complejos y delicados. Una
de esas películas que cuentan mucho más de lo que dice en palabras.
Estrenos muy interesantes para esta semana. Por ejemplo, Ida, película polaca dirigida por Pawel Pawlikowski. Años 60 en Polonia, y una joven a punto de convertirse en monja, sale por primera vez del convento para descubrir los secretos de su familia. Película rodada en un hermoso blanco y negro y que repasa buena parte del pasado polaco.
Otro de los estrenos destacados es Enemy, del canadiense Denis Villeneuve. Adaptación de El hombre duplicado (José Saramago). Jake Gyllenhaal es el doble protagonista del film. Un profesor que descubre viendo una película en casa que tiene una réplica exacta a sí mismo. La búsqueda de su clon tendrá inesperadas consecuencias.
Y si hay una película interesante en las novedades de hoy, ahí está Upstream Color. Segundo trabajo de Shane Carruth tras Primer. Dirige, escribe, protagoniza, hace la música y también la fotografía. Un film muy estimulante que desafía las convenciones de la narrativa convencional.
Dos películas españolas. Carlos Iglesias nos trae la secuela de Un franco, 14 pesetas. La acción transcurre seis años después, cuando la familia ya ha regresado a España. En 2 francos, 40 pesetas será el hijo el que tire del resto para volver a Suiza. En Kamikaze tenemos a un terrorista suicida con intenciones de volar un avión Moscú-Madrid. Pero la climatología impide el despegue, lo que le obligará a convivir durante tres días junto a sus futuras víctimas.
Dos estrenos franceses. Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! fue la última triunfadora en los Premios Cesar, imponiéndose a un fenómeno como La vida de Adèle. Comedia autobiográfica de Guillaume Gallienne, quien acude a sus recuerdos de familia. The Informant también recurre a hechos reales, en este caso los ocurridos con un agente infiltrado de la aduana francesa en Gibraltar. Se centra en la relación con un importante narcotraficante y su aproximación al mundo del dinero fácil.
Y acabamos con Capitán América: El soldado de invierno, película que necesita poca presentación. Una nueva entrega del universo marveliano, y con Scarelett Johansson tomando protagonismo en las aventuras del patriótico superhéroe.
The
Grand Budapest Hotel (Estados
Unidos-Alemania, 2014)
Dirección:
Wes Anderson.
Intérpretes:
Ralph Fiennes, Tony Revolori, Willem Dafoe, Adrien Brody, Jeff
Goldblum, Saoirse Ronan, F. Murray Abraham, Jude Law, Tom Wilkinson,
Mathieu Amalric, Tilda Swinton, Edward Norton, Bill Murray, Harvey
Keitel, Jason Schwartzman, Bob Balaban.
Guión:
Wes Anderson, Roman Coppola.
Música
original: Alexandre Desplat.
Fotografía:
Robert D. Yeoman.
Montaje:
Barney Pilling.
Idioma:
Inglés, francés.
Duración:
94 minutos.
El hotel de los líos
Por Manuel Barrero Iglesias
Wes
Anderson es de esos directores a los que se reconoce de inmediato,
incluso viendo un único fotograma de cualquiera de sus trabajos. He
ahí uno de los grandes indicadores para localizar a un autor. Sin
duda, estamos ante uno de ellos. Y uno que tiene eso que llamamos
universo propio. Sería redundante hablar sobre cuestiones como el
uso de la música o los colores. De sus planos frontales y las
simetrías. Señas de identidad indisociables de su cine, y que
ayudan a construir el discurso de un autor que comparte con el mundo
su particular visión de las cosas.
Puede
ser El gran hotel Budapest su película más
ambiciosa hasta el momento, pero a la vez es la más liviana de
todas. Una hermosa contradicción con la que Anderson nos cautiva,
entregando un film luminoso que sublima su estilo. Escapando de
cualquier atisbo de realismo, el director da rienda suelta a su
imaginación con la invención de un país. Cierto es que Zubrowka
podría ser cualquier nación de la Europa entreguerras, pero
Anderson inunda el lugar con todos los elementos característicos de
su universo. El resultado es todo un deleite para los sentidos.
Estamos
pues ante una película más grande, en espacios más amplios, y en
la que infinidad de personajes van entrando y saliendo. Pero no
encontramos la precisa disección de las relaciones que siempre han
caracterizado su cine. Tampoco encontramos ese poso amargo que
siempre dejaban sus obras. El gran hotel Budapest no traspasa
la línea de la melancolía. Y, en cualquier caso, es una película
muy luminosa. Quizás en este aspecto se encuentre más próxima a
Fantastic Mr. Fox (2009). No es casual la similitud entre las
sendas partituras compuestas por Alexandre Desplat.
Una
obra en la que prevalece el espíritu de divertimento, que no deja
espacio para analizar las complicaciones de las relaciones familiares
(más allá de la parodia montada alrededor de una herencia
discutida). Otro punto que define su carácter festivo es el desfile
de estrellas, muchas de ellas con personajes anecdóticos. Y a pesar
de la ingente reunión, estamos ante el film de Anderson en el que
más destaca un personaje muy por encima del resto. Antológico el
Gustave de Ralph Fiennes, que personifica la reivindicación de
lo lúdico a través de ese gigoló que también presenta alguna
contradicción apasionante. Obsesivo hasta en el más mínimo detalle
en su trabajo, su actitud vital fuera de él es hedonismo puro. El
brillante trabajo de Fiennes es respondido con tremenda serenidad por
el joven Tony Revolori, todo un descubrimiento. Entre ambos forman
una pareja que, desde ya, se convierte en mítica.
Anderson
lleva su estilo un poco más allá con su último film, con el que
alcanza la excelencia formal. Sin la profundidad de trabajos
anteriores, pero con un dominio narrativo -atención a las piruetas
temporales- sublime. Una película para hecha para hacer gozar.
Intérpretes: Vincent
Lindon, Chiara Mastroianni, Julie Bataille, Michel Subor, Lola Créton.
Guión: Claire
Denis, Jean-Pol Fargeau.
Música original: Stuart
Staples.
Fotografía: Agnès
Godard.
Montaje: Annette
Dutertre.
Idiomas: Francés,
inglés.
Duración:
100 minutos.
No habrá paz para los héroes Por Manuel Barrero Iglesias
Tras abordar uno de sus
temas predilectos –el colonialismo-, tanto en la ambiciosa Una mujer en África
(2009), como en el mediometraje documental To the Devil (2011); Claire Denis
vuelve a otro asunto en el que también ha indagado lo suyo: las penumbras en la
existencia del hombre contemporáneo. Cuenta la directora que andaba en una
época vacía, sin proyectos concretos a la vista. Hasta que se encontró con Los canallas duermen en paz (Akira
Kurosawa, 1960), cuyo título inspiró a la directora, quien además toma prestado
el arquetipo que representa Mifune.
Denis arroja a su héroe
cotidiano contra una realidad putrefacta. Marco vive convenientemente apartado del
mundo, gracias a su profesión como marino. Pero su estricto sentido del
deber le obliga a volver al rescate de una familia a la que la palabra
desestructurada le queda corta. Puede que haya quien vea demasiada
truculencia en losque nos cuenta Denis, pero nunca debemos olvidar aquello de
que le realidad siempre supera a la ficción. El problema no reside en los temas
tratados, sino en la forma de abordarlos.
Y ahí es donde Denis se
muestra una vez más como una autora de singular mirada. Implacable, pero sin
perder la elegancia. El film no se limita a explotar una sucesión de hechos
grotescos para horrorizar al espectador. Al contrario, la directora vuelve a
usar la elipsis y el montaje para impeler a su interlocutor. La explicitud no es
una característica dominante en su cine, y se agradece la ausencia de la misma
en Los canallas. En el cine de la francesa el espectador se convierte en parte
activa, obligado a construir el relato a medida que éste transcurre.
La sutileza en las formas
se propaga al discurso. Sin juicios morales simplistas, tenemos a personajes llenos de secretos que deambulan por el film como alma en pena. No llegamos a entender sus motivaciones, pero es que ni ellos mismos las consiguen comprender. La directora nos habla de la podredumbre del alma humana, pero sin ceñirse al análisis fácil de la maldad intrínseca. Los actos reprobables provocan angustia en los protagonistas, pero estos son incapaces de escapar a la inercia degradante. Podemos ver el pesimismo que impregna la obra en su consideración de la naturaleza humana, pero se hablamos de un pesimismo resignado. No se trata de culpabilizar, sino más bien de aceptar la realidad. Pero no solo de turbiedad vive este noir con ecos de Lynch que se saca de la chistera Denis. Atención a las altas dosis de sensualidad que emanan de cada secuencia que comparten Lindon y Mastroianni. Pura dinamita sexual, tanto implícita como explícita. Es interesante la vuelta de tuerca que la directora propone en el concepto de mujer fatal. En el relato, Raphaëlle cumple esa función, pero no de la manera clásica. De nuevo, no se opta por la maldad intrínseca, desechando cualquier atisbo del típico maquiavelismo. Otra vez la inercia -junto con el instinto de supervivencia- es la que domina la situación. Ser un héroe no siempre es gratificante. Y en demasiadas ocasiones actuar con integridad supone llevarse varapalos de la cruda realidad. Ahí está la profunda desesperanza de una película que refleja con precisión el lado oscuro de la humanidad. Que, por otro lado, es el que domina el mundo. Una película con un contenido altamente inflamable, pero que formalmente nos deslumbra con su uso fragmentado de la narrativa.
Guión:
John W. Richardson, Christopher Roach, Ryan Engle.
Música original:
John Ottman.
Fotografía:
Flavio Martínez Labiano.
Montaje:
Jim May.
Idiomas:
Inglés, alemán.
Duración:
106 minutos.
Cluedo en el avión
Por Manuel Barrero Iglesias En
el cine que persigue como único fin el rédito comercial ocurre como con la con
la comida rápida. Sí, en un momento determinado puede proporcionar un gran
placer momentáneo (a veces, ni eso). Pero por muy bien que esté preparada una
hamburguesa, siempre será una hamburguesa. A Non-Stop le ocurre esto. Por
mucha habilidad que muestre Collet-Serra en el manejo de la tensión o por muy
bien que domine los resortes del género, la película no es buena. Cuando los
ingredientes –en este caso, un guión demencial- son tan deficientes, es imposible
hacer algo de verdadera calidad. Si bajamos el nivel de exigencia hasta el
mínimo, la podemos disfrutar, claro que sí. Como cuando te comes una buena
hamburguesa grasienta.
A
pesar de esos elementos que tratan de dar algo de empaque al producto, empezado
por un reparto que encabezan Liam Neeson
y Julianne Moore. El actor irlandés parece
haberse entregado ya al rol de héroe crepuscular pseudotrascendente. En este
caso los tópicos afloran bien pronto, con un personaje atormentado por su
pasado que se refugia en el alcohol. Supone una pereza tremenda entrar en una
película que se nos presenta a través de los clichés más gastados (la niña, que
no falte).
Cuando
entra en materia, Non-Stop no es
tanto un thriller de secuestradores, como un juego para adivinar quién es el
malo. Y es ahí donde el film pone todos
sus esfuerzos en apartar cualquier atisbo de verosimilitud, y dar rienda suelta
al disparate. ¿Y las adivinanzas? Pues un “todo vale” lo soluciona todo. Una
sucesión de pistas falsas para provocar que todos sean sospechosos (y el árabe
de turno, que no falte).
Entre tanta vuelta y
revuelta, la película entretiene y mantiene el pulso. Y eso es lo mejor que
podemos decir de ella. Si van buscando algo nuevo, definitivamente se han
equivocado de película. Y entonces llega un desenlace de
vergüenza ajena para recordarnos por qué la comida basura es mala para la
salud.
Cada estreno de Wes Anderson ya se convierte en acontecimiento cinematográfico, y no iba a ser menos esta El gran hotel Budapest, la que es su película más ambiciosa hasta la fecha. Con todas su señas de identidad y sus actores fetiches el film recrea el periodo entreguerras de un lujoso hotel situado en un imaginario país del este europeo. Los protagonistas de esta aventura son interpretados por sendos debutantes en el universo Anderson: el veterano Ralph Fiennes y el joven Tony Revolori.
Impresionante éxito de Ocho apellidos vascos, mejor estreno de una película española desde Lo imposible. Muy cerca de los tres millones se ha quedado el film de Martínez-Lázaro, que además consigue ser el mejor estreno en lo que llevamos de año.
Otros dos estrenos entran en el Top 5 esta semana. Con cifras casi idénticas debutan La bella y la bestia y Dallas Buyers Club. Eso sí, esta última consigue una media mucho mejor en casi cien salas menos. La que sí ha fracasado del todo es Una vida en tres días, que entra en séptimo lugar, pero cuya media por sala no llega ni a 900 euros.
Intérpretes:
Matthew
McConaughey,
Jared Leto, Jennifer Garner, Denis O'Hare, Steve Zahn.
Guión:
Craig Borten, Melisa Wallack.
Fotografía:
Eyves Bélanger.
Montaje:
Martin Pensa, Jean-Marc
Vallée.
Idiomas:
Inglés, japonés.
Duración:
117 minutos.
El lobo de Dallas
No
es casualidad que entre las nominadas al Oscar como mejor película
de 2013 se encontraran cuatro obras que, de una forma u otra,
hablaban del capitalismo. Y menos casualidad aún es que tres de de
ellas se remonten varias décadas atrás. Concretamente, los hechos
narrados en Dallas Buyers Club son coetáneos a los que recrea
El lobo de Wall Street (ambas basadas en sucesos y
personas reales). Definitvamente, no es casualidad. En los tiempos
que corren, todos andan buscando las razones que nos han conducido
hasta el desaguisado que tenemos montado ahora.
Aunque
cualquier indagación que se haga sobre ello sabe a poco tras el
descomunal ejercicio llevado a cabo por Scorsese. La operación
que ejecuta Jean-Marc Vallée es muy parecida, situando en el centro
de la acción a un tipo despreciable pero carismático. Alguien
en los márgenes del sistema, que de forma simultánea lucha contra
él y se aprovecha del mismo. Pero si Scorsese exhibía una
absoluta coherencia en un discurso alejado de clichés, no podemos
decir lo mismo del director canadiense.
Tras
una presentación de personaje magistral, el film tarda poco en
entrar en el meollo de la cuestión. Un cowboy homófobo es
diagnosticado con SIDA, cuando aún la enfermedad está socialmente
asociada a homosexuales y drogadictos. El impacto que la noticia
causa en él es doble. Por un lado, se enfrenta a una esperanza de
vida que los médicos cifran en treinta días. Por el otro, el
rechazo de un entorno que reacciona tal como él lo haría en esa
situación. Es en ese contraste de unir homofobia y homosexualidad
donde surgen los mejores momentos del film. La sensibilidad de Vallée
consigue que ese acercamiento se haga de forma bastante sutil.
Al
menos de inicio. Porque a medida que transcurren los minutos, la
película se entrega cada vez con más profusión a los designios de
las producciones oscarizables. Ahí tenemos la secuencia del
supermercado. Pero si hay algo que conduce hacia caminos
convencionales es esa lucha del cowboy contra las farmacéuticas. De
nuevo empieza muy bien el director, mostrando esa dualidad de un
personaje que a la vez es héroe y villano. Pero esa peligrosa
tendencia mainstream a la simplificación termina aplastando las
estimulantes contradicciones.
Y
ahí emerge el héroe que le sirve en bandeja el Oscar a Matthew
McConaughey, arrastrando con él a Jared Leto. Hasta en eso cumple
Dallas Buyers Club los cánones de forma escrupulosa.
Transformaciones físicas espectaculares para unas
interpretaciones que quedan por encima de una película que acaba
siendo herramienta funcional para el lucimiento de sus actores.
Una pena que se queden en el camino los conflictos que se quedan en
meros apuntes.
Intérpretes:
Kate Winslet, Josh Brolin, Gattlin Griffith, Tobey Maguire, Tom
Lipinski.
Guión:
jason reitman, sobre la novela de Joyce Maynard.
Música
original:
Rolfe Kent.
Fotografía:
Eric Steelberg.
Montaje:
Dana E. Glauberman.
Idioma:
Inglés.
Duración:
111 minutos.
Sus labores
Debemos
reconocerle a Jason Reitman la valentía de ir a contracorriente con
una película alejada de las modas y discursos imperantes. Ese
(supuesto) discurso reaccionario de mujer que necesita hombre para
ser feliz, es precisamente lo más estimulante de este trabajo.
Efectivamente, en el mundo hay muchas personas (hombres y mujeres)
que son incapaces de una vida plena si no es con alguien a su lado. Y
no pasa nada por mostrar esta forma de relacionarse con el mundo. Es
más, aplaudimos que no se rinda pleitesía a la corrección política
de un mainstream que, por obligación, tiene que retratar mujeres
fuertes e independientes.
A
pesar de las irritantes últimas palabras del film, tampoco podemos
negar su halo melancólico. Así que le daremos el beneficio de la
duda al director respecto a sus intenciones en el retrato de esta
mujer. Pero si conseguimos descartar el mensaje rancio, nos chocamos
de frente con un obstáculo mucho peor: su puesta en escena. Ahí ya
es más complicado disculpar a Reitman, quien se sirve de trucos y
artimañas muy poco sutiles. Tanto formal como narrativamente, Una
vida en tres días se sirve de códigos no ya anticuados,
sino anquilosados. La falta de credibilidad no viene por el hecho
de que una ama de casa común se enamore de un prófugo. No pondremos
reparos en la construcción de un romance que quizás sea lo único
lógico dentro de esta cadena de despropósitos.
El
problema es la carencia de cualquier atisbo de lógica interna dentro
del relato. Para empezar, ¿qué propósito se persigue con el
subrayado de la perfección del preso fugado? ¿Qué se pretendía
con ese grotesco contraste entre el asesino que ve la sociedad y el
hombre divino que vemos nosotros? Quizás se busque transmitir que
debemos tener cuidado con los juicios de valor, y que no siempre todo
es lo que parece. Muy bonito, pero no le hubiera venido mal al
personaje algo más de humanidad (de la de verdad). Aunque bien
mirado, que sea tan ideal (¿o irreal?) viene de maravilla para que
la acción avance. ¿Quién no se enamoraría de un hombre que no
tiene ni un solo defecto? Sigamos adelante.
A
la historia hay que añadirle las dosis necesarias de suspense, ya
que toda la ciudad busca al fugado. No entraremos en el escaso
cuidado que tienen los implicados en evitar ser descubiertos. Hagamos
un nuevo ejercicio de benevolencia, y lo achacaremos al carácter
naif de los personajes, que también es el de la película.
Criticable o no, esa es la apuesta. Lo que no podemos pasar por
alto es la ridiculez de los momentos de tensión, llegando a utilizar
un niño discapacitado en uno de ellos (niño que previamente ha
sido usado para ablandar convenientemente los corazones). Las
secuencias del policía entrometido o la del banco entran de lleno en
el absurdo.
Dijimos
antes que, aunque lo pareciera, el discurso no tenía por qué ser
rancio. Toca rectificar. Hay momentos en que sí lo es. Nos referimos
a los flash-back que
muestran al joven Frank antes de entrar en prisión. Aparte
de ser muy torpes a la hora de crear incertidumbre sobre los hechos,
manifiestan una evidente moral reaccionaría.
Para que podamos seguir viendo al protagonista como un héroe,
tenemos que defender su inocencia. A los autores no les basta con
mostrar que el suceso fue un accidente desafortunado, además tienen
que culpabilizar a la víctima. Y lo hacen de forma despreciable,
recurriendo a la retrógrada figura de la “buscona”. No vamos a
decir que los autores busquen el “merece morir”, pero casi. De
forma obscena pretenden que el espectador no sienta ninguna pena por
esa muerte.
Así
queda enterrada esa valentía de la que hablábamos al principio,
entre el ridículo y el sentimentalismo manipulador. La
película pretende embotar al espectador con desgracias del pasado
que se reparan con alegrías del presente, para volver a la pena
provocada por la frustración del futuro.
Eso sí, el epílogo vuelve para tocar la fibra y dejar buen sabor de
boca. Un epílogo que muestra con claridad el esquematismo de un
trabajo que simplifica al máximo personalidades y sentimientos.
Ni retrato de la transición adolescente/adulto (vean Mud,
por favor), ni tristeza de madurez porque la vida te lo arrebata todo
(para eso, Sam Mendes), ni hombre íntegro que no se corrompe ante la
injusticia (algo tan típico como Cadena
perpetua puede servir). Una
vida en tres días deshecha
todas esas películas para ponernos en primer plano este disparate
lacrimógeno y torticero.
Intérpretes:
Vincent Cassel, Léa Seydoux, André Dussollier, Eduardo Noriega,
Myriam Charleins.
Guión:
Christophe Gans, Sandra Vo-Anh.
Música
original:
Pierre Adenot.
Fotografía:
Christophe Beaucarne.
Montaje:
Sébastien Prangère.
Idioma:
Francés.
Duración:
112 minutos.
Ni bella ni bestia
Los
franceses también se apuntan a la moda de actualizar los cuentos
clásicos. Aunque, como buenos franceses que son, se quieren separar de esa
línea hollywoodiense de épica fútil con las que nos han castigado
gente como Tim Burton (Alicia), Bryan Singer (Jack) o el tal Rupert
Sanders (Snow White). Sin llegar al extremo arty de la Blancanieves
de Pablo Berger, esta adaptación de La bella y la bestia parece
buscar el punto intermedio entre arte y espectáculo. El encargado de
llevar a cargo tan complicada empresa es Christophe Gans, quien
obtuvo cierto prestigio como director de género gracias a Crying
Freeman (1995) y El pacto de los lobos (2001). Desde Silent Hill
(2006) no había dirigido ningún largometraje, atreviéndose ahora
con un clásico de la literatura francesa.
Presume
el director de ser el primer en adaptar la obra original (al menos,
la primera publicada), escrita por Gabrielle-Suzanne Barbot de
Villeneuve en 1740. Recordemos que las dos adaptaciones más notorias
-Cocteau y Disney- tienen como base una versión abreviada de 1756.
Se supone que la de Villeneuve, al ser más extensa, da mayor riqueza
a los personajes y situaciones. Algo que debiera haber aprovechado
Gans para dar consistencia a su film. Pero algo falla cuando todo nos
parece infinitamente más plano que la versión de Disney.
Si
la intención era otorgar mayor entidad al discurso, no se entiende
la caricaturización extrema de las hermanas o el villano. Por mucho
contexto que trate de introducir, la película jamás profundiza en
nada. Ni siquiera es capaz de retratar con un mínimo de pericia el
momento clave del relato, siendo el enamoramiento de los
protagonistas un fenómeno que surge de la nada. Por supuesto,
tampoco encontramos esa metáfora sobre el mundo actual que Gans
quiere transmitirnos.
Habla
también el director de las referencias a las mitología griega y
romana, con Ovidio a la cabeza. Incluso nombra a Miyazaki, que
también juega con esas relaciones entre dioses, formas animales y
hombres. Pero el uso que hace el director de estos elementos también
es tremendamente superficial. Desde los flash-back que cuentan el
pasado de la Bestia hasta esos animalillos digitales que no se sabe
muy bien qué pintan por ahí. Por cierto, ahí está otro de los
grandes problemas del film, el nulo encanto de sus digitalizadas
criaturas.
Ya
decimos que como film que pretende dar una lectura más profunda al
clásico, fracasa de forma estrepitosa, dando la impresión de
imponerse el artificio visual al poderío narrativo. ¿Que sólo
quería ser un cuento sin más pretensiones? El estrépito del
fracaso es aún mayor, en una película que es todo aburrimiento.
Para eso ya tenemos a Disney, cuya versión rebosa agilidad y
diversión. La bella y la bestia (2014) termina siendo una amalgama
de referencias incapaz de desarrollar personalidad propia.
Hoy se ha presentado en la Fàbrica Moritz Barcelona la programación completa del festival de cine online, Atlántida Film Fest que ofrecerá 47 largometrajes, 15 de ellos estrenos absolutos en nuestro país.
El festival se inaugurará el 27 de marzo con "El desconocido del lago", el aclamado debut de Alain Guiraudie premiado en el Festival de Cannes y clausurará su 4ª edición un mes después, con una puesta al día del Malas Tierras de Terrence Malick, titulada "En algún lugar sin ley" de David Lowery, protagonizada por Casey Affleck, Rooney Mara y Ben Foster.
El estreno en España de la obra más personal de Michel Gondry, "Is the man who is tall happy?", un documental animado con Noam Chomsky que arrancó una estruendosa ovación tras su pase en el último Festival de Berlín, y el de "Main dans la main", la nueva película de Valerie Donzelli tras su "Declaración de Guerra", serán algunas de las principales atracciones de la Sección Atlas que acogerá obras de maestros del documental como Errol Morris ("The Unknown Known", un documental político protagonizado por Donald Rumsfeld), Frederick Wiseman ("At Berkeley", posiblemente la película universitaria más importante desde el cine de John Hughes) y Nicolas Philibert ("La maison de la radio", su última joya tras la premiada "Ser y Tener"). La Sección Atlas también se ocupará de las obras de consagración de algunos de los nuevos nombres del cine independiente como Xavier Dolan ("Tom at the farm"), Hélène Cattet y Bruno Forzani ("The strange color of your body's tears"), Clio Barnard ("The Selfish Giant"), Shane Carruth ("Upstream Color") y así como la aparición de nuevos talentos que han deslumbrado en festivales como Rotterdam ("Soldate Jeannette"), Cannes ("You and the night" con música de M83 y "La batalla de Solferino" con música de Ryan Gosling), Sundance ("The Kings of Summer"), San Sebastián ("Of horses and men") y Karlovy Vary ("Honeymoon"). El cine asiático estará presente por partida doble en el Festival, con la nueva locura de Sion Sono ("Why don't you play in hell?") y la Cámara de Oro en Cannes y finalista al Oscar ("Ilo Ilo"). La Sección la completan una extrañísima adaptación de "La danza de la realidad" de Alejandro Jodorowsky con música de Moby ("Ritual"), una pequeña delicia indie estadounidense rodada en dos únicos planos secuencia que ha sido aclamada y reivindicada por el New York Times ("Almost in love") y "The secret society of fine arts", la película que le hizo dejar el cine al director de "Strings", Anders Rønnow Klarlund. A esta selección se añade el resurgir de un clásico de la comedia norteamericana contemporánea como David Gordon Green ("Prince Avalanche").
El desconocido del lago
La Sección Oficial estará compuesta por 18 largometrajes entre los que destacan los estrenos mundiales del film de suspense "Reset", el drama "El tercero" influenciado por "Weekend", el nuevo documental de Carlos Serrano Azcona en el que denuncia la política británica en Irak, "Cartas desde Parliament Square" y un sorprendente debut nacional, "Estos días". A ellos hay que sumarles algunas de las mejores películas latinoamericanas del último año premiadas en festivales como BAFICI ("La Paz" y "Noche"), La Habana ("El lugar del hijo") y Málaga ("Melaza"). También estarán presentes obras que representan las nuevas vías narrativas y creativas que se están desarrollando en el cine español, el low cost de calidad ("Las aventuras de Lily ojos de gato", "La tumba de Bruce Lee"), las joyas del Festival de Málaga ("Toastmaster", "Casting"), el extraordinario ensayo documental ("Se fa saber"), obras más experimentales ("Después de la generación feliz", "De occulta philosphia"), el cine que surge a través de escuelas de cine como ESCAC ("Los inocentes" y "Family Tour") o movimientos cinematográficos como #littlesecretfilm ("Real Movie").
Of Horses and Men
El Ciclo Reflejos ofrecerá seis documentales que analizan diferentes aspectos de la creación, producción, y distribución cinematográfica. Son obras que ofrecen algunas respuestas para este tiempo de cambios e incertidumbre. Un homenaje a Luis Buñuel (a través de "En ningún lugar" con Carlos Reygadas, Dennis Lavant y Jean-Claude Carrière) y Jess Franco ("A ritmo de Jess"), una radiografía de los guionistas españoles ("Writing Heads"), el análisis de las nuevas formas de distribución ("Baratometrajes 2.0") y dos películas que inciden en la importancia de la exhibición cinematográfica ("Rescatando sombras" y "Reel Dreamers").
Todas las películas podrán verse a un precio de 2,95€ a través de la página web del Festival o en la plataforma filmin. Asimismo se ofrecerán abonos para 5 por 10€. También podrá adquiriese un Pack de 20 películas a 30€ que incluirá una suscripción gratuita de un mes al servicio de música Deezer+. Este pack tendrá un descuento especial para los suscriptores Premium y Premium+ de filmin.
Tras el éxito del pasado año vuelve el concurso Atlántida en casa a través del cual los espectadores que suban fotos a través de Facebook, Instragram o Twitter de las sesiones del Festival que organicen en su casa, podrán ganar suscripciones a filmin o una cena en la Fàbrica Moritz.
The strange color of your body's tears
La 4ª edición de Atlántida Film Fest dará el pistoletazo de salida el miércoles 26 de marzo con la proyección de la película inaugural, "El desconocido del lago" en el Instituto Francés de Barcelona. Las entradas para la misma serán gestionadas por la distribuidora cinematográfica del film, Karma films.
La fiesta de inauguración tendrá lugar el jueves 27 de marzo a las 20.30h en la Fábrica Moritz Barcelona. En ella se podrán por primera vez imágenes de proyectos tan excitantes como "Amor Eterno" (Marçal Forés), "El camino más largo para volver a casa" (Sergi Pérez) y "La esfera" (Héctor García y Olga Navarro). Además contaremos con la actuación del excelente grupo de música electrónica con inspiración krautrock, ANBAU, para cerrar la fiesta con la tradicional sesión de Dj Caro.