Ida (Polonia-Dinamarca, 2013).
Dirección: Pawel Pawlikowski.
Intérpretes: Agata Trzebuchowska,
Agata Kulesza, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Adam Szyszkowski.
Guión: Rebecca Lenkiewicz, Pawel
Pawlikowski.
Música original: Kristian Selin
Eidnes Andersen.
Fotografía: Lukasz Zal, Ryszard
Lenczewski.
Montaje: Jaroslaw Kaminski.
Idioma: Polaco.
Duración: 80 minutos
Viaje de ida y vuelta
Por Manuel Barrero Iglesias
Pawel Pawlikowski es un director con intereses muy diversos. Rusia, Serbia
o Gran Bretaña. Poetas, guerras o inmigración. Documentales o ficciones. Puede
que en esta variedad de temas y estilos haya influido su propio historial.
Nacido en Polonia, su infancia transcurrió en pleno comunismo, hasta que a los
catorce años dejó su país natal. Su posterior periplo por lugares como Alemania,
Italia o Inglaterra seguro contribuyó a formar ese espíritu inquieto que le
caracteriza.
Pero no ha sido hasta ahora –ya en plena madurez- que ha vuelto la mirada hacia
su patria. Y lo hace recreando la época que le toco vivir allá. Aunque no estamos ante el típico ejercicio autocomplaciente de nostalgia que sirve al
autor para rememorar su infancia. Todo lo contrario. Ida es un ejercicio de exquisita madurez, con unas miras más
elevadas, que pretende hablar de la memoria de todo un país.
Pawlikowski sí recurre a la memoria particular en la forma de abordar su
trabajo. El blanco y negro es la única manera viable de retratar aquella época.
Así son los recuerdos del director. O Las fotografías de entonces. Incluso la
televisión. Y lo que es más importante: la misma vida era gris. Una existencia
opresiva que al autor busca resaltar con el formato cuadrado y unos encuadres
que empujan a los personajes hacia la parte inferior, como aplastados por la atmósfera.
La sensación de austeridad aumenta aún más con una realización totalmente estática.
Una austeridad también reflejada en el rostro de sus protagonistas. Una,
porque es la única manera que conoce de afrontar la vida. La otra, porque está
hastiada de su existencia. El encuentro entre estas dos desconocidas, que comparten
vínculos de sangre, provocará la ineludible confrontación con el pasado. Ignorado
por una y olvidado por la otra, ese enfrentamiento causará algún que otro
trastorno vital. En el caso de Ida, se produce un doble descubrimiento. Al traumático
sobre su identidad se une el de la vida más allá de Dios y un convento.
La sutileza narrativa con la que Pawlikowski nos deleita es admirable. Apenas
hay sobreexplicaciones, y sí mucho trasfondo detrás del (aparentemente) escueto
discurso. Tanto en la historia particular de comparten tía y sobrina, como en
la Historia política que hay de fondo. Con la distancia que da ser un emigrante
temprano, el autor se acerca con mucho tacto a temas complejos y delicados. Una
de esas películas que cuentan mucho más de lo que dice en palabras.