Winter's
Tale (USA,
2014).
Dirección:
Akiva Goldsman.
Intérpretes:
Colin Farrell, Jessica Brown Findlay, Russell Crowe, Jennifer
Connelly, William Hurt, Eva Marie Saint.
Guión:
Akiva Goldsman, basado en la novela de Mark Helprin.
Música
original:
Rupert Gregson-Williams, Hans Zimmer.
Fotografía:
Caleb Deschanel.
Montaje:
Tim Squyres, Wayne Wahrman.
Idioma:
Inglés.
Duración:
118 minutos.
Demasiado
cuento
Resulta
muy complicado enfrentarse a labor crítica ante una película como
Cuento de invierno. Lo fácil es recurrir a la sorna hiriente
y al desprecio en los calificativos. Cuando algo que pretende ser
serio causa tal nivel de incredulidad no hay muchas más opciones a
la hora de valorar un trabajo. Que un drama (supuestamente) adulto
provoque la necesidad de soltar una carcajada en alguno de sus
momentos de mayor intensidad no es buena señal. Algo falla. En
el autor, o en el crítico. Probablemente en ambos, pero eso ya es
otro tema.
Akiva
Goldsman es un guionista que ganó el Oscar por escribir Una mente
maravillosa. Efectivamente, es una de esas vergüenzas por las que la
Academia debería perdón (aunque sea siglos más tarde, al estilo de
la Iglesia Católica). Y aún así, estamos ante una de las cumbres
cinematográficas de un autor que cuenta entre sus créditos con los
libretos de Batman y Robin (Joel Schumacher, 1997) , Yo,
robot (Alex Proyas, 2004) o El código Da Vinci (Ron
Howard, 2006). Ahí es nada.
En
su debut tras las cámaras, él mismo adapta una novela escrita por
Mark Helprin en 1983, la cual no puede negar ser hija de su tiempo.
Esa mezcla de romance y elementos fantásticos era algo muy de
la época. De haberse realizado entonces, la adaptación quizás
hubiese tenido su gracia. Para empezar, porque se hubiera tomado
mucho menos en serio que esta película que llega tres décadas
tarde.
Cosas
como “el destino”, “los milagros” o el espiritualismo de
saldo se dan cita en una película cuyo objetivo es emocionar al
espectador de lágrima fácil. Amores imposibles a través del
tiempo, enfermedades graves en jóvenes damiselas, y una lucha bien
diferenciada entre el bien y el mal. Ah, y un caballo blanco con
alas. Durante todo el film una pregunta no paraba de rondar mi
cabeza: “¿pero esto es en serio?”. Al parecer, sí lo es. ¿Y
yo qué hago? Al final he tenido que recurrir a la sorna y a algún
que otro calificativo degradante. Pero conste que no era mi
intención.
Manuel
Barrero Iglesias
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