Dirección: Marcelo Piñeyro.
Intérpretes: Larsson do Amaral, Belén Rueda, Mario Casas, Sergi López, Ella Kwuku, Juan Diego Botto.
Guión: Verónica Fernández, Marcelo Figueras, Marcelo Piñeyro.
Fotografía: Xavi Giménez.
Montaje: Irene Blecua.
Idioma: Español.
Duración: 110 minutos.
En busca del padre perdido
En una de las secuencias iniciales del film, el director nos introduce en un aula llena de chavales conflictivos que reciben clases de un profesor comprensivo. Durante esos minutos la película trata de jugar al realismo, intentando dar autenticidad al relato que se trae entre manos. Pero el efecto creado es el opuesto, el de la falsedad. Un mal que asola a una película impostada, en la que se ven a leguas los mecanismos para intentar emocionar al espectador.
Para empezar, los personajes. Un niño negro, hijo de una inmigrante africana en España. Ella misma junto a su pareja (un español que la ama con devoción). Un maestro lisiado y bohemio que vive en una casa en la playa, mientras dedica su vida a ayudar a adolescentes con problemas de integración. Toda una colección de tópico propios del cine concienciado, con la que el director trata de abarcar un terreno demasiado vasto.
Pero todo queda en anécdota pintoresca para dar algo de color a un drama convencional. Se utiliza de forma descarada la figura inocente del niño para ir reparando las heridas de los adultos. Ya en el comienzo se recurre al viaje marquiano: un niño de ocho años viajando de una ciudad a otra en búsqueda de un progenitor perdido. Finalmente, su tesón obliga a una reunión en la que no hay otro remedio que enfrentarse a las diferencias no resueltas en el pasado.
Todo muy forzado, siempre buscando con profusión el sentimentalismo fácil. Solo los momentos entre los personajes de Sergi López y Belén Rueda consiguen verdadera naturalidad, gracias a su sencillez. Nada que ver con ese tono afectado que inunda un trabajo con mucho de fórmula pre-establecida.
Para empezar, los personajes. Un niño negro, hijo de una inmigrante africana en España. Ella misma junto a su pareja (un español que la ama con devoción). Un maestro lisiado y bohemio que vive en una casa en la playa, mientras dedica su vida a ayudar a adolescentes con problemas de integración. Toda una colección de tópico propios del cine concienciado, con la que el director trata de abarcar un terreno demasiado vasto.
Pero todo queda en anécdota pintoresca para dar algo de color a un drama convencional. Se utiliza de forma descarada la figura inocente del niño para ir reparando las heridas de los adultos. Ya en el comienzo se recurre al viaje marquiano: un niño de ocho años viajando de una ciudad a otra en búsqueda de un progenitor perdido. Finalmente, su tesón obliga a una reunión en la que no hay otro remedio que enfrentarse a las diferencias no resueltas en el pasado.
Todo muy forzado, siempre buscando con profusión el sentimentalismo fácil. Solo los momentos entre los personajes de Sergi López y Belén Rueda consiguen verdadera naturalidad, gracias a su sencillez. Nada que ver con ese tono afectado que inunda un trabajo con mucho de fórmula pre-establecida.
Manuel Barrero Iglesias
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