3/10
Estamos ante uno de esos thrillers que transcurren (casi) en tiempo real, algo que siempre supone un aliciente para que el espectador sienta aún más en sus carnes la tensión. Claro, que eso requiere la habilidad suficiente para conseguir de verdad la angustia vaya creciendo cada minuto, hasta identificarnos plenamente con un protagonista corriente atrapado en una situación excepcional.
La premisa es atractiva. La desaparición de los hijos del matrimonio Darín-Rueda -separados a punto del divorcio- sin salir del edificio en el que viven. Pero no se aprovecha el espacio, ni se le saca todo el partido posible a la situación. Al final, todo se reduce a un ir y venir de falsos culpables que desvían la atención del verdadero responsable (cuya identidad podemos intuir con facilidad).
Al film le cuesta una barbaridad mantener la mínima tensión exigida, a pesar de los tremendos esfuerzos de Darín por reflejar el sufrimiento de este padre desesperado. Quizás lo más interesante esté en esas tensiones externas añadidas, un entorno laboral siempre asfixiante, mientras el protagonista trata de ocultar su particular infierno.
Estamos ante un thriller más... hasta que llega el desenlace. Es ahí donde Séptimo definitivamente se viene abajo. Las sospechas se confirman, pero no somos capaces de comprender las motivaciones. Sea por una causa u otra; o es absurdo, o es demasiado retorcido. Una resolución precipitada -con su momento aeropuerto incluido- marca la diferencia entre lo plano y la cuesta abajo que conduce a estamparse de bruces contra la mediocridad.
Séptimo (España-Argentina, 2013).
Dirección:
Patxi Amezcua.
Intérpretes:
Ricardo Darín, Belén Rueda, Luis Zembrowski, Osvaldo Santoro, Guillermo Arengo.
Guión: Patxi Amezcua, Alejo Flah.
Música
original: Roque Baños.
Fotografía:
Lucio Bonelli.
Montaje:
Lucas Nolla.
Idioma:
Español.
Duración: 88 minutos.
Intriga sin tensión
Estamos ante uno de esos thrillers que transcurren (casi) en tiempo real, algo que siempre supone un aliciente para que el espectador sienta aún más en sus carnes la tensión. Claro, que eso requiere la habilidad suficiente para conseguir de verdad la angustia vaya creciendo cada minuto, hasta identificarnos plenamente con un protagonista corriente atrapado en una situación excepcional.
La premisa es atractiva. La desaparición de los hijos del matrimonio Darín-Rueda -separados a punto del divorcio- sin salir del edificio en el que viven. Pero no se aprovecha el espacio, ni se le saca todo el partido posible a la situación. Al final, todo se reduce a un ir y venir de falsos culpables que desvían la atención del verdadero responsable (cuya identidad podemos intuir con facilidad).
Al film le cuesta una barbaridad mantener la mínima tensión exigida, a pesar de los tremendos esfuerzos de Darín por reflejar el sufrimiento de este padre desesperado. Quizás lo más interesante esté en esas tensiones externas añadidas, un entorno laboral siempre asfixiante, mientras el protagonista trata de ocultar su particular infierno.
Estamos ante un thriller más... hasta que llega el desenlace. Es ahí donde Séptimo definitivamente se viene abajo. Las sospechas se confirman, pero no somos capaces de comprender las motivaciones. Sea por una causa u otra; o es absurdo, o es demasiado retorcido. Una resolución precipitada -con su momento aeropuerto incluido- marca la diferencia entre lo plano y la cuesta abajo que conduce a estamparse de bruces contra la mediocridad.
Manuel Barrero Iglesias
No hay comentarios:
Publicar un comentario