The
World´s End (Reino
Unido, 2013).
Dirección:
Edgar
Wright
Intérpretes:
Simon
Pegg, Nick Frost, Paddy Considine, Martin Freeman, Eddie Marsan,
Rosamund Pike.
Guión:
Simon
Pegg, Edgar Wright.
Música
original:
Steven Price.
Fotografía:
Bill
Pope.
Montaje:
Paul
Machliss.
Idioma:
Inglés.
Duración:
109
minutos.
Errare
humanum est
Una
noche, cinco amigos y doce pubs es el recorrido alcohólico que nos
plantea Edgar Wright en esta delirante comedia británica. El reto
que esta cuadrilla no llegó a cumplir de adolescentes sirve para
trasladar la historia veinte años después, en el presente. Pero
ellos ya no son los mismos, la ciudad no es la misma y el fin del
mundo está cerca, tras la última pinta.
Contada
así puede parecer una película de reencuentro de antiguos
estudiantes que, ya maduros, rememoran batallitas y cierran el
círculo de su amistad bajo un hermoso atardecer. Podría parecer,
insisto, pero las apariencias engañan. Más si añadimos a la
coctelera unos seres extraterrestres que pueblan su ciudad,
pertenecientes a una confederación espacial, que han sustituido a
los humanos para perfeccionarlos bajo un aparente cariz de felicidad
y plenitud. La
imbricación de géneros no es nueva para Edgar Wright, director de
Zombies
Party/Una noche de muerte
(2004) donde ya exploraba las posibilidades y los límites de los
géneros comedia y zombies.
El
guión firmado por el propio Wright y el actor Simon Pegg asume
premisas disparatadas con un resultado desigual. En el recorrido
-recuerden; una noche y doce pubs- atendemos al proceso de regresión
a la adolescencia de sus protagonistas a medida que ingieren cerveza,
lo que demuestra que todos
estamos siempre a un paso o a un trago de volvernos inmaduros,
volubles e infinitamente más divertidos.
Los encuentros con diferentes personajes en estos pubs van dando
pistas del hito que aquí ha sucedido. Esta progresión informativa
trufada de impecables flash-back, además de diálogos y un ritmo
narrativo muy logrado, llegan a su punto de inflexión en una pelea
en los baños.
Es
cierto que esta es una costumbre muy británica exportada también a
otras latitudes. Lo que ya no es tan corriente es el descubrimiento
que se sucede: los extraterrestres están entre ellos. Sin desdeñar
el tono crítico que envuelve esta confirmación, pues la
globalización se está encargando de igualarnos a todos y a todo
independientemente de donde residamos, la
película se enreda en situaciones de pub -resultando una sucesión
de anécdotas y chistes para apología del alcoholismo- más que en
intentar cerrar las líneas de los personajes de manera clara.
No es que aburra, pero distrae.
Incluso
el guión más increíble tiene que resultar verosímil. A pesar de
que aquí está todo muy medido: cada línea de diálogo depurada al
milímetro para preparar el gag, los actores más desencajados y
chispeantes en cada secuencia para resultar más graciosos, los
extraterrestres más enervados... Aún así, creo que se han excedido
a la hora de marcar los tiempos en pos de cumplir con los objetivos
iniciales -una vez más: una noche, doce pubs- dejando de lado a los
personajes que parece importan poco en el tramo final. Incluso los de
comedia tienen que respirar para que se produzca el milagro de la
empatía. Han
sacrificado verosimilitud que sí es visible por estructura que no lo
es, Bienvenidos
al fin del mundo
entonces cojea y se nota.
No
es la aportación más sustancial de la dupla Wright/Pegg que con su
anterior trabajo Hot
Fuzz/Arma fatal
(2007), demostraron el cine que pueden llegar a hacer. Tiene momentos
divertidos pero quizá tantos extraterrestres acabaron por
deshumanizar la película. Una estructura demasiado encorsetada
resulta inflexible y cae en errores similares a las comedias de
Hollywood, salvo honrosas excepciones, cortadas por el mismo patrón.
La globalización es lo que tiene.
Luis
López