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Night
Moves (Estados Unidos, 2013).
Dirección,
guión y montaje: Kelly Reichardt.
Intérpretes:
Dakota Fanning, Jesse Eisenberg, Peter Sarsgaard, Alia Shawkat, James
Le Gros.
Música
original: Jeff Grace.
Fotografía:
Christopher Blauvelt.
Idioma:
Inglés.
Duración:
112 minutos.
De la culpa y la naturaleza salvaje
La
película de la directora Kelly Reichardt pertenece a ese género de
cine que no le gusta a todo el mundo, ni siquiera creo que sea una
película que pueda gustarte siempre, independientemente de las
circunstancias en las que la veas, si no que requiere una disposición
particular a la hora de encararla.
La
autora de títulos como River of Grass, Old Joy o Wendy
and Lucy nos cuenta esta vez, la historia de tres jóvenes
activistas que pretenden destruir una presa construida por una gran
multinacional eléctrica, para tratar de devolver la naturaleza a su
forma original y tratar de borrar el impacto ecológico que produce
en la región.
La
película está estructurada en dos mitades claramente diferenciadas.
A lo largo de la primera mitad, mientras planean y perpetran el
atentado, el tempo y el ritmo son lentos, pausados, milimetrados. Nos
introduce en una atmósfera oscura, misteriosa y sugerente. La
opresión del entorno, la angustia y el crescendo de la tensión
están muy bien incardinados en ese devenir sosegado, con planos
mantenidos y silencios largos. El problema es que, en ocasiones, esa
tensión se pierde y podemos llegar a aburrirnos y desconectar de la
trama, si no ponemos mucho empeño de nuestra parte, ya que se echa
de menos algo de acción dramática en alguno momentos.
El
trío protagonista está muy conseguido, en sus relaciones
superficiales, antinaturales; la tensión latente entre los tres,
todo lo que no es contado, enriquece mucho el trasfondo de su
relación únicamente propiciada por las circunstancias. Dakota
Fanning está magnética y muy conseguida en los dos registros que
atraviesa su personaje, la determinación y resolución inicial que
trasmuta en una culpabilidad histérica y desesperada al final.
Jesse
Eisenberg defiende su complicado personaje con dignidad, en una
interpretación más madura y sosegada que a las que nos tiene
acostumbrados. Pero, pese a su buen hacer actoral, el personaje -al
igual que el largo- naufraga en la segunda parte. Si comienza siendo
introvertido, incierto, rodeado de un halo misterioso que transmite
con gestos nimios una gran agitación interna, llegados a la segunda
parte se transforma en un loco paranoide que vaga errante hasta su
conversión en asesino, clímax que no tiene una progresión
suficiente para ser explicable. El arco del personaje va a
trompicones desde la mitad del metraje hasta ese último salto
mortal.
La
película mantiene su tempo lento pero el ritmo se pierde, se malogra
ese aura conseguido al principio de desasosiego y tensión en la
quietud. La cinta se vulgariza, se parece más a otra que hemos visto
antes, pierde ese algo que le hacía diferente y que se palpaba en el
bosque de los primeros cuarenta minutos del film.
Las
localizaciones son preciosas, con una puesta en escena naturalista y
sencilla. La fotografía está muy cuidada, con una línea suave, sin
estridencias. Es frecuente el uso del recurso estilístico de la
oscuridad prácticamente completa, en la que los personajes y la
acción quedan casi completamente ocultos por la noche, y solo los
percibimos con las escasas luces diegéticas que hay en la historia.
Si bien, en ocasiones este recurso ayuda a generar emociones y a
hacer crecer el drama -ya que nos confunde y nos desorienta al igual
que la trama lo hace con los personajes-, a mi entender se abusa de
este tipo de iluminación llegando a perder su esencia. La buena
labor del veterano director de fotografía Christopher Blauvelt, le
ha valido a la cinta la Espiga a la mejor fotografía en el festival
de la SEMINCI.
Del
mismo modo el montaje de sonido está muy bien llevado a cabo, es
sugerente, oculta más de lo que cuenta, es sutil y emocional, lo que
enriquece el conjunto final de la narración.
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No
creo, tal y como se ha comentado, que Night Moves sea un fiel
reflejo del espíritu de nuestra época, creo que el tratamiento que
se hace de las convicciones e ideologías de los personajes es más
bien una visión superficial, sin la profundidad y complejidad que
una película icónica de una generación requiere. Creo, más bien,
que se trata de una historia de culpa, de miedo a las represalias, de
lucha por unos ideales, pero no necesariamente ligada a la época
actual, podría haber ocurrido en cualquier otro momento con iguales
consecuencias.
En
definitiva, nos encontramos ante una película desigual y con
altibajos. Con un registro poco habitual que logra tocar e inquietar
al espectador pero que no consigue rematar. Los personajes son
crípticos, poco dados a explicar sus motivos, lo que les suma
atractivo pero les hace poco empatizables. Debido a ello, el final te
deja un sabor ambiguo en la boca, lleno de dudas, sin saber si
quieres que le vaya bien a su protagonista o de qué parte estás, y
sin sentir demasiado el destino de ningún personaje, ya que, en
realidad, no les has conocido, ni comprendido y por tanto, tampoco
les has querido a lo largo de toda la película.
Clara Santaolaya
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