Michael
Haneke - Porträt eines Film-Handwerkers
(Austria-Francia, 2013).
Dirección
y guión: Yves Montmayeur.
Documental:
Juliette Binoche, Béatrice Dalle, Michael Haneke, Isabelle Huppert,
Susanne Lothar.
Fotografía:
Attila Boa, Yves Montmayeur.
Montaje:
Oliver Neumann.
Idioma:
Alemán, francés.
Duración:
92 minutos.
Haneke
íntimo
El
público en general siente la tentación de pensar que Michael Haneke
es un tipo retorcido, sombrío y depravado. Que la crudeza con la que
trata ciertos temas en sus películas no puede provenir de una mente
equilibrada. Más o menos lo mismo que pasa con David Lynch. O con
Cronenberg. Entonces, ven al hombre detrás de su creación y se
sorprenden de que sea un personaje cariñoso y bonachón que sonríe
cuando toca y lleva una existencia apacible. Disciplinado también.
Riguroso en su trabajo y exigente con los actores. Celoso de su vida
privada. Haneke, después de todo, es austriaco.
Como
en el caso de Lynch, existe una auténtica obcecación por
desentrañar los aspectos más hondos de sus historias. Las causas,
los porqués. Y, al igual que el de Montana, Haneke echa balones
fuera cada vez que se le pregunta por el asunto. Es el espectador el
que tiene que sacar sus propias conclusiones. En el momento en que la
película es proyectada pasa a ser de su propiedad. Él tiene que
decidir si La Cinta Blanca (2009) intenta retratar el germen
de lo que terminaría siendo el auge del nacionalsocialismo en
Alemania. Si Amor (2012) es un alegato a favor de la
eutanasia. Haneke no va a ser el que decida por nosotros, eso desde
luego. Y hace bien.
Una
de las pocas confesiones que Montmayeur consigue arrancarle al
director al final del documental es su miedo al dolor.
Al dolor anímico, claro. El Herzschmerzen.
Pero por encima de éste, al dolor físico. Haneke, aunque muchos no
se lo crean, es un ser humano. Con todo lo que eso supone. Esta
confidencia puede vertebrar el grueso de su filmografía y dar pistas
a todos los que necesitan explicaciones.
Yves
Montmayeur, colaborador habitual de Haneke y responsable del making
off de
muchas de sus cintas, logra cierta aproximación al método de
trabajo del cineasta, aunque cabe acusarle de no haber profundizado
un poco más.
Los seguidores de una deslumbrante carrera que comenzó de manera
oficial con El
Séptimo Continente
(1989) no van a encontrar nada nuevo aquí; lo que sí van a
encontrar es el recordatorio de que este tipo con aspecto de
estilizado Papa Noel es —siempre
lo ha sido—
uno de los directores europeos más a tener en cuenta.
Miguel
Montañés
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