Hemos tenido que esperar hasta el último film a competición para encontrar la auténtica joya del Festival. El debut de Fernando Franco es realmente sobrecogedor, una muestra de gran cine. Además, hemos podido ver una película que vuelve sobre esas heridas aún no cerradas de la Guerra de los Balcanes. Señores y señoras, esto se acaba. Nos quedan un par de días para ver películas fuera de concurso. Y a esperar la decisión del Jurado.
Por Manuel Barrero Iglesias
For Those Who Can Tell No Tales (Jasmila Zbanic. Bosnia y Herzegovina, 2013)
Película sencilla y directa que trata de dar su lugar a las víctimas de un conflicto lleno de atrocidades. Un pequeño pueblo entre Bosnia y Serbia ha enterrado su pasado, incapaz de enfrentarse a lo que ocurrió allí. Nadie quiere reabrir unas heridas que nunca cicatrizaron. Tiene que ser la presencia de un elemento externo (la protagonista, una australiana de turismo) la que trate de poner en su sitio a aquellas que sufrieron la barbarie.
La directora elimina de la trama cualquier otro aspecto superflúo (las relaciones familiares son ligeros apuntes para contextualizar) para ir directamente al grano. Acompañamos a Kym en este viaje al horror, sientiendo la perplejidad e incluso el miedo. Miedo a que la raza humana sea capaz de olvidar ciertas cosas. Y, por lo tanto, haya posibilidad de que se vuelvan a reprtir.
La herida (Fernando Franco. España, 2013)
Tras varias decenas de
títulos como montador -y unos cuantos cortometrajes como director-, Fernando
Franco debuta en el largometraje con este film protagonizado por una mujer joven que sufre un trastorno de personalidad. Su enfermedad provoca que llegue a autolesionarse o que, en ocasiones, se muestre agresiva en sus relaciones sociales. Un problema que el
director trata con toda la rigurosidad posible, dando una auténtica lección de
cine mayúsculo.
La cámara sigue
exhaustivamente a la protagonista –una excelente Marian Álvarez-, convirtiéndonos en
testigos de su vida. Tanto en la intimidad como en compañía de otros. Un
aspecto básico para el espectador, que conoce el sufrimiento de Ana de primera
mano, algo que no pueden ver aquellos que la rodean. Sus arrebatos violentos son
incomprensibles para los demás, que pueden intuir la existencia de un problema, pero
que jamás lograrán comprender el alcance del mismo.
Ella misma esla única consciente de todo. Una persona generosa y entregada, incapaz de controlar esos brotes que tanto daño hacen a los demás. Y, sobre todo, a sí misma. El film muestra minuciosamente esa constante frustración, una lucha en la que se consiguen pequeños logros hacia la felicidad, pero en la que nuestra protagonista vuelve a caer derrotada una y otra vez. Un cierre perfecto redondea una magnífico trabajo, uno de esos filmes que se te meten muy adentro.
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