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jueves, 26 de septiembre de 2013

San Sebastián 2013. Sección Oficial. Día 6

El mexicano Fernando Eimbcke completa su tercer largometraje, muy en la línea de sus trabajos previos. Mucho más extensa es la filmografía de Atom Egoyan, que viene con una producción estadounidense de lo más convencional, portagonizada por Colin Firth y Reese Witherspoon.

Por Manuel Barrero Iglesias

Club Sándwich (Fernando Eimbcke. México, 2013)

Sigue Eimbcke construyendo una filmografía marcada por unas señas de identidad muy claras. Pocos personajes, espacios reducidos y periodos de tiempo cortos. Historias sencillas que aparentemente cuentan poco, pero que tienen su miga. Predilección por el retrato de adolescentes, y personajes femeninos mucho más despiertos que los masculinos. Todo esto -que ya se encontraba en Temporada de patos y Lake Tahoe- vuelve a aflorar en el tercer largometraje del director mexicano.
Aunque en Club Sándwich aparece de forma más evidente la intención de retratar un momento clave el la trayectoria vital de su joven protagonista. Ese momento de despertar sexual que coincide con la irrupción de una chica algo mayor que él. La otra parte del triángulo es una madre que ve amenazada la complicidad que siempre ha tenido con su hijo. Como es habitual en el mexicano todo esto nos lo cuenta el director mexicano con los elementos mínimos. Una puesta en escena que tiene en la sencillez su mayor virtud. Aunque también es cierto que en esta ocasión peca de falta de sutileza en determinados momentos

Devil's Knot (Atom Egoyan. Estados Unidos, 2013)

¿Dónde está Atom Egoyan? Aquel que en los 90 fuera un director de culto se ha ido diluyendo con los años, hasta que ya no queda ni rastro de su personalidad en este trabajo realizado en Estados Unidos. No es que esté mal rodada o sea especialmente truculenta. El canadiense tiene el suficiente buen gusto como para rodar con respeto e inteligencia. Pero esa corrección no es suficiente cuando el guión es una auténtica calamidad.

Sin salirse de los clichés del subgénero, nos encontramos otro drama judicial al uso. Basada en hecho reales (ya he perdido la cuenta de las que llevamos durante el Festival) este film sobre falsos culpables tiene el mismo problema que otros filmes sobre historias reales: lo que ocurrió en la vida es mucho más interesante que su traslación a la pantalla. Ni siquiera la crítica a una sociedad mezquina sostiene el interés, ya que se convierte en el único punto al que el director puede asirse, con lo que nos acaba machacando una y otra vez con lo mismo.

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