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miércoles, 25 de septiembre de 2013

San Sebastián 2013. Sección Oficial. Día 5

Un peso pesado del cine francés presentó su última película. Bertrand Tavernier nos trae una comedia basada en un cómic. Sí, como lo escuchan. También pudimos ver The Railway Man, película australiana protagonizada por Colin Firth y Nicole Kidman.


Por Manuel Barrero Iglesias


Quai d'Orsay (Bertrand Tavernier. Francia, 2013)

Con más de setenta años, el director francés realiza su primera comedia pura. Y parece  que llevara toda la vida haciéndolo. Ritmo vertiginoso y gags ingeniosos (tanto visuales como dialogados) se unen para dar como resultado una película ágil y muy divertida. Fabuloso trabajo del plantel actoral, con un Thierry Lhermitte espectacular. Su Alexandre Taillard es una versión caricaturizada de Dominique de Villepin, figura carismática en la política reciente en Francia. Recordemos que el film está basado en un cómic escrito por Christophe Blain y Abel Lanzac.

Hay quien puede acusar a la obra de excesivamente benévola con la figura de Villepin, o con los políticos en general. Pero se agradece que en estos tiempos de maquineísmo que identifica alegremente al político con la corrupción, haya quien ofrezca otra visión. La crítica se dirige más a un sistema inoperante que a personas concretas. De hecho, el film muestra las ganas de trabajar de algunos miembros del gabinete que se encuentran atados de pies y manos por la burocracia absurda.

Pero el film no deja de lado, ni mucho menos, la crítica a los individuos. Ellos son los que ayudan a mantener ese sistema. Entre ellos, el ministro que protagoniza el film, un ser egocéntrico que jamás escucha, y que es capaz de obligar a cambiar un discurso decenas de veces. La película explota muy bien ese filón, aunque cierto es que quizás la duración sea algo excesiva, notándose en ocasiones la reiteración. Pero agradecemos a Tavernier que al fin se haya atrevido con la comedia, y que no desentone en absoluto.


Un largo viaje (Jonathan Teplitzky. Australia, 2013)

Hay varios problemas en esta mortecina adaptación de la autobiografía escrita por el mismo Eric Lomax, alguien traumatizado de forma brutal por las torturas que sufrió durante la II Guerra Mundial. El primer fracaso de Teplitzky es que jamás es capaz de trasladarnos esa angustia. Ni se acerca a ello. Cuando uno toma la decisión de mostrar el horror, tiene que hilar muy fino para que salga bien. Se puede pecar por exceso (regodeo en el dolor) o por defecto. Esto último le ocurre este trabajo. Y es que a veces es mucho más terrible sugerir que mostrar. Quizás así hubiésemos conectado mejor con el protagonista.

La segunda cuestión decisiva es lo mal resuelta que está una historia que se supone muy emocionante. El director decide tirar de obviedad, trazando bien claro cuál es el camino que va del odio al perdón. Una torpeza que anquilosa a la película, dejándola sin vida. La cosa no acaba en desastre total gracias a lo potente del material y a la presencia de Colin Firth. Pero es una pena cómo se desperdicia un buen material de partida.

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