Dirección: Álex de la Iglesia.
Intérpretes: Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordoñez, Terele Pávez, Carmen
Maura, Carolina Bang, Gabriel Delgado, Macarena Gómez, Pepón Nieto, Secun de la
Rosa, Santiago Segura, Carlos Areces, Enrique Villén, Manuel Tallafé, Javier
Botet.
Guión: Jorge Guerricaechevarría, Álex de la Iglesia.
Música original: Joan Valent.
Fotografía: Kiko de la Rica.
Montaje: Pablo Blanco.
Idioma: Español.
Duración: 112 minutos.
Recaída festiva
Regresa Álex de la
Iglesia al norte. Más de veinte años después de Acción mutante, vuelve a rodar
cerca de casa. Pero en un prólogo espectacular, nos regala otra de esas
secuencias míticas en un lugar emblemático de Madrid. La Puerta del Sol, con
toda su fauna reconocible, es el marco de un atraco con tiroteo y
persecuciones. Nadie como él en las Historia del cine español ha sacado tanto
partido a la capital. Eso es algo que ya nadie le podrá quitar al bueno de
Álex.
Pero como si de Abierto
hasta el amanecer se tratara, la huida depara una sorpresa terrorífica. Cambien
a los vampiros mexicanos por las brujas norteñas. Eso sí, el director no busca
jugar con la sorpresa –el título ya nos avisa-, ni alarga demasiado esa primera
parte del film. El meollo de la cuestión se encuentra en Zugarramurdi, en esa
atávica lucha de sexos. En ese miedo, y admiración, que siente el hombre norteño
por la mujer.
Llegados a este punto
hay que destacar que Las brujas de Zugarramurdi es puro divertimento. Exceso,
humor negro y violencia. Lo que vienen a ser las señas de identidad del
director vasco. Aunque él prefiera llamarlo enfermedad, en lugar de
estilo. Ya podían ser así todas las enfermedades. Es cierto que tanto desmadre
puede producir altibajos. Los hay -y muchos- en un film que combina momentos
antológicos con otros muchos menos inspirados. Pero ahí está la gracia de su
cine.
Decíamos que el
conflicto principal es algo tan antiguo como la dicotomía hombre/mujer. Alguno
podría acusar al director de misoginia. Hay quien podría decir que el discurso
implica que todas las mujeres –menos Carolina Bang- son unas brujas. Puede que
todo esto sea verdad. Pero también hay un claro reconocimiento de la
inferioridad masculina. Es el propio sabotaje entre unas y otras el que impide
que realmente se hagan con el poder. Si fuera por capacidades, no habría duda de quien dominaría el mundo.
De la Iglesia no hace
más que representar la visión que el hombre de su tiempo y lugar tiene –o
tenía- sobre la mujer. Por supuesto, llevado hasta las últimas consecuencias, y
exagerado hasta lo grotesco. Por cierto, ¿serán las presencias de Hugo Silva y
Mario Casas un guiño al público femenino? Desde luego, no es el prototipo
masculino que suele aparecer en sus películas, que siempre se inclinan más
hacia el freak.
No parece que haya
salido mal la jugada. Silva cumple sin más, y a Casas se le siguen notando
mucho los esfuerzos por demostrar sus cualidades como actor. Pero ambos encajan
bien en el espíritu del film. No faltan los habituales como Tallafé y Villén, o
las desternillantes apariciones de Areces y Segura. Aunque es la inmensa Terele
Pávez la que se adueña de nuevo de la pantalla. Otra cosa que le debemos
agradecer al director es que siga contando con ella para sus filmes. Y que sea
por muchos años. Ah, y Carolina Bang parece un poco más hecha como actriz, al
menos consigue no desentonar.
No es una película tan redonda como El día de la bestia o La comunidad. Más bien se
aproxima a la imperfección de Balada triste de trompeta, aunque si la intensidad de aquella. Mucho más liviana, Las brujas de Zugarramurdi divertirá al espectador dispuesto a ello. Además, un director que se arriesga afrontando una secuencia como la del aquelarre final merece todos los aplausos del mundo. Bravo por los cineastas sin complejos.
Manuel Barrero Iglesias
No hay comentarios:
Publicar un comentario