Dirección: Guillermo del Toro.
Intérpretes: Charlie Hunnam, Idris Elba, Rinko Kikuchi, Charlie Day, Burn
Gorman, Ron Perlman, Max Martini, Robert Kazinsky.
Guión: Travis Beacham, Guillermo del Toro.
Música original: Ramin Djawadi.
Fotografía: Guillermo Navarro.
Montaje: Peter Amudson, John Gilroy.
Idiomas: Inglés, japonés, cantonés, mandarín.
Duración: 131 minutos.
Destrucción masiva
El cine de Guillermo del
Toro siempre me acaba resultando insatisfactorio. Inevitablemente. Y eso que el
tipo en cuestión me cae realmente bien. Pero no hay manera. Eso sí, no seré yo
el que discuta su capacidad como creador en el fantástico (muchos hasta lo
consideran uno de los grandes gurús actuales del género). Pero nunca –ya sea en
sus obras personales, ya sea en Hollywood- esa potencia visual ha ido
acompañada por un discurso con verdadera entidad.
Tampoco tiene por qué
haberlo en Pacific Rim, cuyo propósito no parece otro que proporcionar dos
horas de diversión sin pretensiones. Y por momentos bien que lo consigue. Al niño
que llevamos dentro (el que no lo tenga que ni se moleste en acercarse al cine)
le gusta ver como luchan un robot y un monstruo gigantes. ¡Cómo no nos va a
gustar! Más aún, si esas secuencias tienen un sentido del espectáculo tan
brutal como el que les otorga del Toro. Y ojo, a pesar de la –por otro lado,
inevitable- sobredestrucción, el director se las apaña para no dejarnos con esa
sensación de saturación que nos dejan muchos blockbuster actuales.
Pero sí nos deja el film
otras sensaciones nada positivas. Y es que todo lo que ocurre al nivel del suelo
no interesa lo más mínimo. Los traumas de los protagonistas no nos acercan a
ellos, más bien nos alejan. Unos personajes, por cierto, muy poco atractivos. Si nuestro
interés decae tanto cuando no hay acción, gran parte de culpa es del poco
carisma de unos roles bañados en tópicos gastados. Con todo, lo peor viene con
el intento de hacer humor, un cometido en el que del Toro fracasa con
estrépito. Entre los chistes sin gracia y esos dos personajes que rozan el esperpento, nos hacen
pasar incluso algún momento de vergüenza ajena.
Y así pierde Pacific Rim
sus opciones de convertirse en una cinta de entretenimiento memorable (o al
menos, recordable). Y es una pena, porque se sigue notando el mimo con el que
el director edifica su obra. Hasta el más mínimo detalle cuidado con esmero, y un
despliegue visual portentoso. Pero ahí sigue, esa sensación insatisfactoria. Como siempre, fallan demasiados elementos. O elementos demasiado básicos.
Manuel Barrero Iglesias
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