Mud
(USA, 2012).
Dirección
y guión: Jeff Nichols.
Intérpretes:
Tye Sheridan, Jacob Lofland, Matthew McConaughey, Reese Witherspoon,
Sam Shepard.
Música
original: David Wingo.
Fotografía:
Adam Stone.
Montaje:
Julie Monroe.
Idioma:
Inglés.
Duración:
130 minutos.
Cruzando
el Mississippi
Con
su anterior trabajo Jeff Nichols deslumbró a buena parte de la
crítica mundial. Take Shelter era una obra arriesgada, un
film apocalíptico que se apoyaba en el retrato psicológico de un
individuo y su entorno. Una película con aspectos discutibles, pero
que irradiaba un magnetismo incuestionable. Para su siguiente
incursión en el largometraje, el director abandona el riesgo y se
nos presenta con un relato clásico dentro de la cultura americana.
Mud
es un viaje iniciático a orillas del Mississippi en la mejor
tradición de Mark Twain. La sensibilidad con la que Nichols filma
el entorno natural, es la primera gran baza a favor del autor.
Resulta harto complicado no simpatizar con el protagonista y su padre
(incluso si uno se encuentra más cercano a la postura de la madre).
Una sensibilidad también presente a la hora de mostrar los elementos
que conforman el abandono de la niñez. Las experiencias, tanto las
propias como las ajenas, dan la dimensión de lo que es el amor (para
bien y para mal). En este sentido, la relación entre Mud y
Juniper es especialmente elocuente acerca de la grandeza/miseria que
el amor conlleva.
Pero
donde Nichols de verdad nos conquista es en la relación
adolescente-adulto. Quizás no sea nada novedosa, pero la admiración
que siente Ellis por Mud (o por lo que representa éste) está tan
bien narrada que no queda otra opción que rendirse ante el talento
de Nichols. Esa pasión por la aventura, esa osadía juvenil a la que
miramos con admiración y envidia. Y el forjamiento de una amistad
tan improbable en la realidad, pero tan habitual en el mundo
cinematográfico.
Como
ya ocurría en su anterior obra, la excelencia en las
interpretaciones es otra de sus piedras angulares. Tye Sheridan y
Matthew McConaughey consiguen que sus excelentes trabajos
individuales mejoren aún más con la química que surge cuando ambos
coinciden. Pero tampoco se queda atrás el joven Jacob Lofland. O
los pequeños papeles de Witherspoon, Shepard o Shannon. Todos y cada
uno de ellos asumen el espíritu rural sureño como suyo propio.
Decíamos
que Nichols había abandonado los riesgos de su anterior trabajo,
pero lo que no abandona es esa mirada lúcida sobre la América
profunda. De nuevo, se convierte en observador certero de su tiempo.
Y lo hace insertando de manera muy inteligente el thriller, con una
calma tensa que mantiene la tensión en el espectador todo el tiempo.
Más discutible sería la explosión final que aparta al film de la
senda contenida que llevaba hasta ese momento.
Aunque
tampoco anda tan lejos de Take Shelter en este sentido.
Nichols se toma su tiempo para contar lo que quiere y cómo quiere,
para terminar acelerando con un clímax potente. Y a pesar del
aroma clásico que desprende el film, el director pone las dosis
justas de personalidad propia para que podamos identificar la voz que
articula el discurso.
Manuel Barrero Iglesias
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