Dirección y guión: Neil Blomkamp.
Intérpretes: Matt Damon, Jodie Foster, Alice Braga, Sharito Copley, Diego
Luna, Wagner Moura.
Música original: Ryan Amon.
Fotografía: Trent Opaloch.
Montaje: Julian Clarke, Lee Smith.
Idiomas: Inglés, español.
Duración: 109 minutos.
Futuro negro
Como creador de
conceptos, Neil Blomkamp posee un talento incuestionable. Con motivo de
Pacific Rim, hablábamos de Guillermo del Toro y su mal canalizada
capacidad visual para crear ciencia-ficción. Algo que podría ser aplicable al
director australiano, aunque poco tengan en común sus estilos, que incluso
podríamos considerar opuestos. Pero ambos fallan a la hora de rellenar su
potente estética con sustancias mucho más sólidas que hicieran de sus películas
obras realmente importantes.
Además Blomkamp busca
con ahínco la trascendencia, a través de filmes con fuerte contenido político.
Con ese estilo directo –tan bien manejado por Paul Greengrass- emulando al
documental, Elysium vuelve sobre el ambiente sucio de District 9. Otra vez un futuro
lleno de miseria y marginación, con una clara separación entre ricos y pobres.
El director despliega
sus mejores armas presentando un siglo XXII decadente a través de su cámara
inquieta y un diseño de producción impecable. Es capaz incluso de hacernos
olvidar un prólogo cursi hasta lo insoportable, gracias al golpe de crudeza que
nos asesta a continuación. El caos y la podredumbre se adueñan del film, cuyo
tratamiento busca (y alcanza) el realismo a través de una pesadilla muy
reconocible. Una más que posible evolución de la humanidad.
Y luego está Matt Damon. No será un
gran actor, pero vuelve a construir (y van…) un antihéroe de carácter. Y muy
creíble. Un personaje que pasea con orgullo el tópico hasta hacerlo cercano.
Nada que ver con la torpe creación de una Jodie Foster que se lleva toda la
película poniendo “cara de mala”. Ahí donde empieza la caricatura se va
acabando la intensidad. El tono cambia, y el discurso se resiente.
Más aún cuando vuelve a
primer plano la historia presentada en el prólogo. La utilización del personaje
femenino (y su hija) alcanza niveles de obscenidad sentimental poco tolerables.
Es entonces cuando se viene abajo la construcción de una obra que pretendía
azotar conciencias, pero que termina abrazando los clichés más perezosos de
Hollywood.
En este último tramo el
autor trata de mantener el interés político de la trama, a través de un
batiburrillo difuso en el que un personaje presentado como un traficante sin
escrúpulos se convierte en cabeza de una revolución. Y es que otro de los
problemas de Elysium es la falta de coherencia en unos personajes (el mercenario
es otro claro ejemplo) que parecen responder más a las necesidades de los giros de
guión que a una lógica interna.
Para cuando llega el
final, el discurso se ha difuminado tanto que ya perdió toda la fuerza imprimida
al inicio. Una lástima, porque Blomkamp posee la visión. Y el talento
suficiente para plasmarla en imágenes. Lamentamos que no se haya atrevido a ir más allá, explorando la vía que abre en el primer tercio de este film.
Manuel Barrero Iglesias
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