Dirección: J.J. Abrams.
Intérpretes: Chris Pine. Zachary Quinto,
Benedict Cumerbatch, Zoe Saldana, Karl Urban, Simon Pegg, Bruce Greenwood.
Guión: Alex Kurtzman, Roberto Orci, Damon Lindelof.
Música original: Michael Giacchino.
Fotografía: Daniel Mindel.
Montaje: Maryann Brandon y
Mary Jo Marquey.
Idioma: Inglés.
Duración: 132 minutos.
Espectacularmente aburrida
Mucha
expectación ante la segunda entrega de la saga de Star Trek con J.J. Abrams a
los mandos. La primera película no llegaba a los niveles de calidad esperados,
pero por lo menos no era un desastre como suelen serlo las películas con guión
de Lindelof, Orzi y Kurtzman. Da la sensación que Abrams aplaca su tendencia a
la sobrecarga y enrevesamiento de la historia.
Nuevos
alicientes como un villano a la altura de las circunstancias, especialmente
porque Benedict Cumberbatch es uno de los actores de moda debido a su genial
interpretación de Sherlock Holmes en la serie de la BBC. Y porque además es un
actor como la copa de un pino. Zachary Quinto confirma que es un excelente
Spock y Chris Pine cumple sin llegar a desentonar.
El
guión es relativamente sencillo, algo que se suele agradecer en películas como
esta, ya que deja mucho espacio para el espectáculo y desarrollo de personajes.
Muchos guionistas creen que cuanto más enrevesado es el guión, mejor parece a
los ojos del espectador. Lindelof, Orzi y Kurtzman han basado su carrera en
esta creencia. Pero como bien he dicho al principio, Abrams parece que tiene
las cosas claras y que no quiere nada parecido a la saga Transformers.
El
director se está convirtiendo en un especialista en escenas de acción. Se le ve
cada vez más oficio y confirma lo que ya se dejaba ver en MI3 -para el que
escribe, su mejor película hasta la fecha-, que es un excelente director de
grandes espectáculos. Aunque su gran reto llegará en 2015 cuando se ponga al
frente de la séptima entrega de Star Wars.
Escenas
de acción espectaculares, actores y personajes a la altura, y aun así la
película no acaba de convencer. Al verla da la sensación de estar ante un
episodio de una serie, con unas escenas con desarrollos demasiado largos,
ralentizando el ritmo en exceso y sin aportar demasiado. Uno no ve nada en la
película que desentone mucho, nada que la haga mala, simplemente acabas por
aburrirte.
El
problema está en la estructura, que como he dicho antes, está escrita como si
de una serie se tratase -recordemos que tanto los guionistas como el director
vienen de la pequeña pantalla-, donde uno puede desarrollar mucho más las
escenas y cortarlas para simultanearlas con otras líneas argumentales. Pero
aquí nos tragamos escenas de transición excesivamente largas y del tirón, y hay
que reconocer que la película no lo aguanta.
Al
final tenemos una película de la que dos tercios son notables y el resto es un
somnífero bastante efectivo. Un ligero paso atrás que esperemos remedie en la
tercera entrega, lo cual no parece probable mientras Lindelof, Orci y Kurtzman
sigan siendo los guionistas.
David Sancho
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