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martes, 16 de julio de 2013

Poligamy


6/10
Poligamy (Hungría, 2009).
Dirección y guión: Dénes Orosz.
Intérpretes: Sándor Csányi, Kátya Tompos, Béla Mészáros, Gábor Fábián, Juli Fábián.
Música original: Iván Gátos, Eszter Váci.
Fotografía: Ádám Fillenz.
Montaje: Zoltán Kovács.
Idioma: Húngaro.
Duración: 85 minutos.





Espejismo universal


¿Cuántas veces ha tratado el cine el pánico al compromiso previo a una boda o al nacimiento de un bebé en las últimas dos décadas? No parece ser sólo un dilema existencial producto de la fantasía de Hollywood cuando todas las cinematografías caen presas de este terror adulterador de conciencias y fabricante de paranoias mucho más gore incluso que las del género.

La húngara también lo aborda desde la vanidad masculina aterrada ante la perspectiva de dominación de una pareja sin duda con las ideas más claras y sin rastro de la pusilanimidad que le sobra a él, incompleto en su propio yo, para coger las riendas. La idea del fin de la -en el fondo irreal- libertad sexual como catalizadora de una vida ansiada pero en realidad no hallada simplemente por pura inercia atormenta de forma universal a un personaje de manual dentro de esta fábula de McKee con fugas achacadas quizá a la demencia.
Una reflexión válida -aunque solamente aceptable- de la angustia que produce el cambio en el ser humano, la única especie que se demuestra una y otra vez capaz de añadirse daños autoinfligidos con tal de autoexcusarse. Al mismo tiempo, un ejercicio de autoengaño desenmascarador de las pasiones latentes que por comodidad, falta de ánimo o cobardía nunca acaban de aflorar y finalmente se desbordan como un torrente ante el abismo. En este caso un abismo con nombre de mujer con mil caras tentadoras como símbolo del deseo oculto perdido en el tránsito hacia lo desconocido. Un paso firme de madurez o quizá, precisamente al contrario, un abrumador vaivén en estado catatónico que aboca a lo malo conocido.

Un escritor insatisfecho, una inseguridad emocional que evidencia en realidad la pobreza del propio yo masculino (es curioso cómo el cine plantea estos dilemas morales afectivos desde ese lado de la barrera), un mejor amigo/hermano confidente que enaltece la fantasía y, por supuesto, un psicólogo/“yo aguafiestas” que la frena. Como hiciera la autoral Ruby Sparks de Jonathan Dayton y Valerie Faris (Pequeña Miss Sunshine) hace escasos meses - por citar algún ejemplo reciente-, Poligamy distribuye los elementos de esta comedia por el tapete de forma flagrantemente visible y con menos gracia (todo hay que decirlo) que la de los indies americanos, hasta redondearla como otra de esas comedias simpáticas estilo Hollywood pero sellada por una cinematografía con bastantes menos recursos y cuyo resultado es igual de modesto que éstos.

Sara Martínez Ruiz


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