Carne
de perro (Chile, 2012).
Dirección
y guión: Fernando Guzzoni.
Intérpretes:
Alejandro Goic, Amparo Noguera, Daniel Alcaíno, Sergio Hernández,
María Gracia Omegna.
Fotografía:
Bárbara Álvarez.
Montaje:
Javier Estévez.
Idioma:
Español.
Duración:
81 minutos.
Perra vida
Hay
tendencia en cierto cine hecho en latinoamérica en apostar por la
austeridad como forma de expresión para contar sus historias. Una
apuesta arriesgada y poco cómoda que choca frontalmente contra el
público mayoritario. Y, como no, contra la crítica más rancia. Si
bien es cierto que alguno de estos trabajos parece un producto
prefabricado que utiliza esta formula festivalera, la mayoría de
ellos aportan bastante más que muchas de las películas que llegan a
nuestras pantallas.
Eso
sí, el espectador debe estar dispuesto a hacer un esfuerzo que no
tiene por qué apetecerle hacer, que para eso está en su derecho.
Pero ante una película que suministra tan poca información, no
queda otro remedio que ir construyendo el retrato a medida que
transcurre ante nuestros ojos. Y seguir haciéndolo una vez acabado.
Porque no siempre una película tiene que acabar en la sala de
proyecciones.
Fernando
Guzzoni le da el protagonismo a un personaje clásico en este tipo de
cine. Un señor cincuentón que no sabe cómo enfrentarse a la dureza
de la realidad. De esto último hay mucho en Carne de perro,
un film con mucha vida. Lo que quiere decir que hay muy poca. El
director sigue al protagonista en muchos de sus quehaceres
cotidianos, y desde ahí se retrata el drama, en los detalles
pequeños. En la miseria del día a día en soledad.
En
el último tramo se introduce algo más de acción, a través de la
cual se nos muestra el crecimiento de la tensión interna del
personaje. Se hace a través de la interacción con otros, pero
siempre de forma muy medida. La contención sigue imperando,
mientras aumenta la aspereza de un relato incómodo que nunca
abandona la realidad.
Aplaudo
a un director que realiza un film sobre un antiguo torturador de la
dictadura chilena, sin que se mencione ese hecho en ningún momento.
La gran apuesta de esta obra es huir del tremendismo, retratar los
conflictos de un ser humano sin ponerle ninguna etiqueta. Un
hombre con un pasado turbio y su incapacidad para afrontar el futuro,
pero del que se nos muestra un fragmento del presente. El mérito
de Guzzoni es el de impregnar de humanidad cada fotograma. Y el de
hacer algo tan aburrido, y a la vez tan apasionante, como la vida
misma.
Manuel
Barrero Iglesias
No hay comentarios:
Publicar un comentario