Bienvenue
parmi nous
(Francia,
2012).
Dirección
y guión:
Jean Becker.
Intérpretes:
Patrick Chesnais, Jeanne Lambert, Miou-Miou, Jacques Weber, Sally
Micaleff.
Guión:
Jean Becker, François d'Épenoux, Marie-Sabine Roger; sobre la
novela de Eric Holder.
Fotografía:
Arthur Cloquet.
Montaje:
Jacques Witta, Franck Nakache.
Idioma:
Francés.
Duración:
92 minutos.
Bienvenidos a la vida
Parece
tener predilección Jean Becker por las historias que unen a dos
personas que habitan mundos opuestos. Una fórmula que suele dar
buen resultado ante la audiencia (ahí tenemos el éxito de
Intocable), aunque tan establecida que resulta complicado
encontrar sorpresas en el tratamiento de estos relatos, los cuales
suelen tender a la amabilidad. A Becker le salió bastante bien
Conversaciones con mi jardinero -gracias, sobre todo, al
personaje que bordó Jean-Pierre Darrousin-, volviendo a la misma
receta en Mis tardes con Margueritte.
Insiste
en Mi encuentro con Marilou el director con una
relación marcada por una enorme diferencia sociocultural, a la que
en este caso hay que añadir la desigualdad generacional. Un
pintor anciano, deprimido y al borde del suicido. Una adolescente
casi marginal, a la que su madre -maltratada por su novio- ha echado
de casa. En el peor momento de sus vidas, ambos personajes terminan
ayudándose casi por necesidad.
Como
es previsible, el inicio de desconfianza acaba en una relación de
profundo cariño y respeto mutuo. Y aunque el film no se sale de
lo esperado, sí hay que destacar la forma de retratar los
sentimientos del pintor respecto a Marilou. Una actitud paternal
mezclada con la admiración por su belleza (hasta tal punto que
vuelve a disfrutar con el pincel). Pero nos referimos a belleza en el
amplio sentido de la palabra. Esa vitalidad juvenil, la
despreocupación, incluso la inocencia. Hasta la física, por qué
no. Pero no hay connotación sexual ninguna en este embelesamiento,
al contrario, el protagonista se convierte en la figura paterna que
la joven necesita.
Becker
y su oficio nos narran esta historia con mucha sensibilidad, haciendo
que el trayecto nos resulte agradable. Eso sí, no esperen ningún
sobresalto que le dé un poco de emoción al viaje. Y, cuidado, que a
veces hay algún elemento chirriante que puede perturbar la armonía
del espectador. Hablamos de la joven Jeanne Lambert, que ofrece un
trabajo muy irregular en el que no siempre consigue la
naturalidad que persigue esta obra.
Manuel
Barrero Iglesias
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