Rebelle
(Canadá, 2012).
Dirección
y guión: Kim Nguyen.
Intérpretes:
Rachel Mwanza, Serge Kanyinda, Alain Lino Mic Eli Bastien, Mizinga
Mwinga, Ralph Prosper.
Música
original: Carter Burwell.
Fotografía:
Nicolas Bolduc.
Montaje:
Richard Comeau.
Idioma:
Francés, lingala.
Duración:
90 minutos.
Rebeldía
contra la injusticia
Podemos
mirar hacia otro lado. Pero la realidad en el mundo es la que es. De
entre todas las atrocidades que nuestra especie no para de cometer,
la profanación de la infancia resulta especialmente repugnante.
Reventar la inocencia de un niño es práctica habitual; ya sea a
través de la violencia física, psicológica, o sexual. Convertir a
menores en soldados asesinos es uno de esos hábitos que a uno le
hacen preguntarse por la necesidad de que sigamos existiendo.
Rebelde
se ocupa de esta realidad, aunque lo hace sin dejar de lado la
esperanza. Lo que tampoco quiere decir que el discurso esté exento
de crudeza. Ese inicio en el que una niña de doce años es obligada
a matar a sus padres ya nos asesta un golpe lo bastante contundente
como para dejarnos noqueados para el resto del film. Además, Kim
Nguyen no deja de salpicar su relato con alguna que otra barbaridad
que nos recuerda de lo que estamos hablando.
El
ser humano, como especie, deja mucho que desear. Si nos analizamos
globalmente, el resultado es calamitoso. Aunque en las distancias
cortas somos capaces de hacer cosas sumamente bellas, y de establecer
vínculos afectivos muy hermosos. Aquí es donde el film nos da un
respiro, en esa relación de amor inocente entre dos jóvenes
atrapados por la maquinaria de la violencia.
Una
pequeña parcela en la que cultivar la pureza para combatir la
podredumbre de un entorno viciado y hostil. También da el
director importancia al factor supersticioso, tan importante en el
África subsahariana. Un elemento que utiliza (de forma discutible,
eso sí) como factor de alivio para nuestra protagonista.
Una
actriz infantil de increíble fuerza. Como la Quvenzhané
Wallis de Bestias del sur salvaje, la niña Rachel
Mwanza lleva con firmeza el peso de un film en el que se convierte en
una superviviente.
Aunque en es este caso, ella vive en el infierno, no en el paraíso.
Eso sí, para contar ambas historias, sus autores recurren a a la voz
en off y al lirismo mágico.
Nguyen
ha sido capaz de hacer una película en la que conviven lo horrendo y
lo bello. Un trabajo que no renuncia a su vocación de denuncia, a la
vez que irradia sensibilidad y buen gusto.
Manuel
Barrero Iglesias
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