On
the Road (Francia-USA-Reino
Unido-Brasil-Canadá, 2012).
Dirección:
Walter Salles.
Intérpretes:
Sam Riley, Garrett Hedlund, Kristen Stewart, Amy Adams, Tom
Sturridge.
Guión:
Jose Rivera, sobre la novela de Jack Kerouac.
Música
original:
Gustavo Santaolalla.
Fotografía:
Eric Gautier.
Montaje:
François Gédigier.
Idiomas:
Inglés, francés.
Duración:
124 minutos.
Tenerlo
o no tenerlo
“El
tiempo se detiene. Llena el espacio vacío con la sustancia de
nuestras vidas, confesiones de sus entrañas, recuerdos de ideas,
refundiciones de antiguos sonidos. Tiene que tocar cruzando puentes y
volviendo, y lo hace con tan infinito sentimiento, con tan profunda
exploración del alma a través del tema que todo el mundo sabe que
lo que importa no es el tema sino LO que ha cogido”. Estas palabras
pronunciadas por Dean Moriarty –es decir, Neal Cassady- en la
novela 'En el camino' (Jack Kerouac) hacen referencia a un
saxofonista al que él y Sal Paradise –seudónimo del propio
Kerouac- acaban de ver actuar. Asimismo, son también un reflejo del
espíritu y filosofía de vida de estos jóvenes, e incluso de lo que
buscaba –y en parte logró- Kerouac al escribir su obra de culto,
ahora adaptada al cine por el brasileño Walter Salles.
Salles
ha adaptado la novela con mucha fidelidad y respeto.
No en vano, él fue uno de tantos que se vieron marcados por la
lectura de una obra que cobró aún mayor trascendencia en países
–como el suyo- sometidos bajo el yugo de la dictadura. Su elección
para adaptar la novela -cuyos derechos compró Francis Ford Coppola
hace mucho tiempo, aunque hasta ahora no había encontrado el modo de
adaptarla- parecía muy acertada. Por un lado, su mencionado
conocimiento y admiración por el material original, pero sobre todo
porque venía de realizar la notable Diarios
de motocicleta (2004),
otra road
movie
con algunas características similares.
Al
igual que en la cinta sobre el joven “Che” Guevara, Salles ha
contado con la música de Gustavo Santaolalla, la fotografía de
Eric Gautier y el guion de José Rivera. La labor del primero
-como es habitual en él- no pasa de ser una composición ambiental
bastante discreta; pero la de Gautier -quien parece especializado en
la fotografía de exteriores en películas de jóvenes que se lanzan
a la aventura, como la propia Diarios de motocicleta o Hacia
rutas salvajes- se convierte, junto a las fabulosas
localizaciones, en uno de los principales logros de la película.
Si
en Diarios
de motocicleta
Salles y Rivera supieron aproximarse a la figura del entonces médico
Guevara y transmitir al espectador su carácter, pensamiento y
proceso de maduración; no se puede decir que hayan alcanzado los
mismos resultados en su retrato de la generación beat.
A pesar de que, como dije, la adaptación a la novela es bastante
fiel, nada de su espíritu se ha conservado. Es cierto que Salles
inventa muy poco –aunque conviene destacar el mejor tratamiento de
los personajes femeninos- y también que Garrett Hedlund posee cierto
magnetismo y destaca en un reparto algo equivocado, pero ello no es
suficiente. En la película,
los “beat” quedan reducidos a los tópicos de siempre
–jóvenes nihilistas que sólo piensan en alcohol, drogas y sexo-,
cuando
lo que se pretende es justamente lo contrario.
No basta con reproducir las frases de Ginsberg, Burroughs -éste
queda especialmente estereotipado-, Cassady o Kerouac mencionadas en
la novela para entender sus motivaciones, de la misma manera que no
es suficiente con incluir bebop
en la banda sonora para lograr una cadencia jazzística como la que
consiguió Kerouac.
Los
creadores de On
the road
han caído en un error bastante recurrente: en su intención de ser
lo más fieles posibles a la novela olvidan que una buena adaptación
no consiste en “fotografiar” la obra literaria sino en captar la
esencia de la misma.
Aunque paradójico, a veces conviene alejarse del material original
para ser realmente fiel al mismo, especialmente en una obra como
ésta; de estilo impulsivo, de apariencia improvisada, de plena
libertad literaria. La
elección del director parecía acertada antes de ver la película,
pero tras el visionado es lógico que uno piense en otros muchos
nombres, en directores mucho más radicales.
Al fin y al cabo, ya lo decía Moriarty, las obras grandes –hablemos
de música, de cine, de pintura o de lo que queramos- lo son porque
“LO” tienen. Consiguen algo tan difícil como es conectar
emocionalmente con el público y de sorprenderlo aun cuando el tema
en cuestión ya ha sido mil veces tratado. El saxofonista “LO”
había cogido. Dean,
según Sal,
también “LO” tenía. Para los miles de admiradores -de
diferentes generaciones- de 'Aullido' y 'En el camino', Ginsberg y
Kerouac también. Salles,
en su rutinaria, impersonal y repetitiva On
the road,
se ha quedado muy lejos de transmitir algo.
Jorge Marugán
No hay comentarios:
Publicar un comentario