Presente
y pasado
Por Manuel Barrero Iglesias
Gente
que ya ha sobrepasado los sesenta años. Un hijo que retrata el día
a día de su madre, enferma de alzheimer. Y un director de cine que
se preocupa por conocer a la gente que llama a su casa. En ambos
casos, el presente se relaciona con el pasado para construir algo
parecido a biografías parciales de sus protagonistas.
Así,
Vergiss Mein Nicht no es solamente una película sobre
el alzheimer. David Sieveking muestra la vida de sus progenitores,
tras saber que su madre está afectada por la enfermedad. Este hecho
le sirve al director para bucear en la historia de sus padres, para
preocuparse por quiénes son y, sobre todo, quiénes fueron.
Un
pasado apasionante y un presente que obliga a replantear el tipo de
relaciones. La desgracia también puede servir para que los miembros
de la familia se acerquen más los unos a los otros, para que
establezcan vínculos más estrechos. Delicado y honesto, un film
que habla del alzheimer sin convertir la enfermedad en protagonista
absoluta.
Una
cámara grabando, desde dentro, la puerta de una casa. Un director de
cine que filma a todo aquel que llama a su hogar. Un cineasta que
pide a esos anónimos devolver la visita. Interesante premisa que da
lugar a momentos de verdadera autenticidad. En una era en la que
la comunicación cara a cara no pasa por sus mejores momentos,
Ignacio Agüero se preocupa por conocer a la gente que llega a su
casa. Personas que piden ayuda, carteros, una joven buscando
trabajo, incluso algún viejo conocido que llama a su puerta por
casualidad.
Hablamos
de El otro día, un film que se ocupa de observar lo
que ocurre en la casa de su autor. Obviando a las personas que allí
habitan, todo lo demás tiene cabida en este hermoso documental. Un
patio lleno de vida, con pájaros que beben y gatos que van y vienen.
Y el interior, con sus objetos que han observado décadas. A partir
de ellos, el autor hace un repaso de la historia personal de su
familia, relacionándola con la del país.
Estamos
ante un film que consigue eso tan difícil que es captar la realidad.
Agüero lo logra en numerosas ocasiones, con una película que
observa, y en la que la cámara se convierte en testigo, muchas
veces, mudo. Y que cuando interviene, lo hace para dar voz a esa
gente anónima deseosa también de participar en el acto social de
compartir sus experiencias.
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