George
Brown Randall nació en Oregon, el mismo año que comenzó la Guerra
Civil española. A los veinte años se fue a México, apareciendo en
una decena de películas, casi siempre con el nombre de Grek Martin.
A España llega en 1963, y desde entonces ya siempre se le conocerá
como Jack Taylor. Mito del Fantaterror español, ha trabajado a las
órdenes de Jesús Franco, Armando de Ossorio, o Juan Piquer Simón.
Pero también ha estado en títulos dirigidos por Monte Hellman,
Ridley Scott, Roman Polanski, André Techiné o Milos Forman. A sus
72 años sigue bien activo. Los jóvenes realizadores se acuerdan de
él para dar presencia a sus filmes de género. Es el caso de Hijo de
Caín, en la que interpreta a un sabio maestro del ajedrez.
Por Manuel Barrero Iglesias
Fotografías: Jesús Perujo
*Excepto fotograma Hijo de Caín
-¿Cómo
llegó a este proyecto?
Fue
muy fácil. Me llamó el productor Sebastian Mery, que ya me conocía
de haber trabajado anteriormente en una película de Eugenio Mira
(The Birthday).
-¿Qué
le pareció el guión cuando lo leyó?
Me
gustó. Y también el hecho de que la versión original está rodada
en catalán y castellano. No estaba seguro de si iba a funcionar el
guión; pero después de ver la película, sí, me parece un acierto.
-¿Y
sobre su personaje qué nos puede decir? Hace un poco de sabio...
Hago
de psicólogo retirado que, como dice el personaje, estaba harto de
tratar con locos, y se metió en un berenjenal peor aún. Soy un
psicólogo amigo del personaje de Julio Manrique, que es alumno mío
en la película. Y en contra de mi buena intuición acepto ayudarle
cuando me lo pide. Y claro, metí la pata.
-¿Cree,
como su personaje, que hay gente mala por naturaleza a la que no se
le puede ayudar?
Pues
la verdad es que no lo sé. Soy actor, no psiquiatra. Hay personas
con peores intenciones que otras, eso sí es verdad. Me gustaría
pensar que todos tenemos un punto bueno, pero no lo sé.
-Su
personaje es un maestro del ajedrez, ¿a usted le gusta jugar?
Jugué
una vez al ajedrez en un viaje en barco, y gané. Pero no sé jugar.
No me gusta jugar ni a las cartas, ni al ajedrez. Yo soy más hacedor
que pensador.
-Siempre
se le recuerda como un mito del cine fantástico y de terror...
Me
asocian con ese cine, pero no todo lo que he hecho ha sido de género.
He hecho de todo, pero si me recuerdan por algo, yo feliz.
-Quería
saber cuál era su opinión sobre aquellas películas cuando las
hizo, y si con el tiempo ha cambiado su valoración.
La
mayoría de esas películas digamos que eran alimenticias, pero se
han convertido en películas de culto. Eran de serie B cuando se
hicieron, aunque aquí no existía eso de serie B ni serie A. Pero si
pensamos en grandes películas de Hollywood, muchas eran de serie B.
-Con
Jesús Franco trabajó en una decena de películas...
Hice
ocho películas en un período de diez años, tres de las cuales me
gustan mucho.
-¿Cuáles?
Necronomicón,
Eugenie y Drácula son las tres que me gustan.
-¿Y
cómo era trabajar con él?
Muy
fácil. En Drácula y en Eugenie teníamos guiones,
pero por ejemplo en Necronomicón había tres hojas escritas.
Jesús inventaba algo, yo lo traducía, y lo hacíamos. Pocas veces
he tenido dificultades con un director, siempre he tenido suerte en
ese sentido.
-Bueno,
alguna vez contó que tuvo algún roce Amando de Ossorio...
No
entendí su dirección, y se enfadó conmigo, pero nada serio.
Después hicimos otra cosita, y todo olvidado.
-Con
Jesús Franco dejó de trabajar a finales de lo setenta. ¿Por qué
no volvieron a coincidir?
Con
las dos últimas películas que hice con Jesús, no me gustaba el
camino que estaba tomando. Y tampoco me llamó, entonces nada, de
mutuo acuerdo.
-También
ha trabajado en grandes producciones bajo la dirección de gente como
Ridley Scott, Polanski, Milos Forman... ¿qué diferencia hay entre
trabajar en una gran producción y una de serie B? ¿Y dónde se
siente más cómodo?
Te
voy a contar una cosa. Cuando hice La novena puerta, el equipo
me dio una ovación. Me cogió de sorpresa, porque no estaba
acostumbrado. En España no era costumbre jalear a los actores,
aplaudir al final. Antes éramos como animales de circo: “Tú ponte
ahí y salta...”. Ahora sí es costumbre, ha cambiado mucho la
manera de trabajar. Pero siempre he trabajado a gusto en España. Yo
vine con una compañía musical con un contrato de tres meses, y aquí
me tienes.
-¿Y
le gusta vivir en España?
Por
supuesto, digamos que es mi segunda patria.
-Quería
preguntarle por dos directores a los que admiro mucho con los que
usted ha trabajado: Monte Hellman y André Techiné.
Con
Monte Hellman hicimos Iguana. Hice una cosa pequeña, pero yo
quería trabajar con él, y me alegro mucho de haberlo hecho. Con
Techiné hicimos Lejos, y estuvimos cinco meses en Tanger. Es
curioso, cada director tiene su estilo. Por ejemplo en Hijo de
Caín, Jesús sabía exactamente lo que quería. En el caso de
Techiné, él lo sabía cuando lo tenía. Hubo un plano secuencia en
el que yo entraba en una casa y subía unas escaleras. Hicimos como
setenta tomas. Y el primer día de rodaje. Me dije: “Díos mío,
¿qué estoy haciendo mal?”. Cuando él tiene lo que quiere, lo
sabe. Jesús Franco sabía exactamente lo que quería, rodaba por
montaje. Polanski sabía lo que quería, ese fue el trabajo más
fácil de mi vida. Cada director es distinto, cada película es un
mundo. Siempre digo que en cada película vivimos otra vida, y
morimos un poco. Porque dejamos un trozo de nuestro tiempo en cada
una.