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miércoles, 24 de abril de 2013

La caza


7/10
Jagten (Dinamarca, 2012).
Dirección: Thomas Vinterberg.
Intérpretes: Alicia Vikander, Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Annika Wedderkopp, Lasse Fogelstrøm, Susse Wold.
Guión: Tobias Lindholm, Thomas Vinterberg.
Música original: Nikolaj Egelund.
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen.
Montaje: Janus Billeskov Jansen, Anne Østerud.
Idiomas: Danés, inglés, polaco.
Duración: 115 minutos.




La caza del maestro

El danés Thomas Vinterberg parecía condenado a ser uno de esos directores a los que sólo se les recuerda por una película. Las razones por las que esto puede ocurrir son muy variadas, pero en su caso eran las peores. Vinterberg alcanzó la notoriedad antes de cumplir la treintena de edad como impulsor del movimiento Dogma 95, pero sobre todo, con el resultado de la primera película rodada bajo las exigencias que imponía dicho movimiento. Celebración (Festen) destacaba no sólo como experimento; sino que se advertía tras ella un gran pulso y un hombre con aptitudes para contar historias sórdidas y de gran dureza, sin perder de vista el sarcasmo. Después del éxito, y alejado definitivamente del dogma, Vinterberg fue incapaz de volver a levantar cabeza. Uno a uno todos sus proyectos se iban dando de bruces con la crítica hasta que, cuando ya parecía destinado a ser el eterno “director de Festen”, coincidió con el guionista Tobias Lindholm. Juntos escribieron Submarino y La caza, películas que le han devuelto a un lugar destacado del circuito europeo.

La caza aporta un punto de vista pocas veces visto en el cine sobre el peliagudo tema de los abusos a menores: el de las consecuencias de una falsa acusación. Para tratar un tema tan delicado -que en malas manos podría caer en la ridiculez, la demagogia o en un telefilm de sobremesa-, es necesario poner especial cuidado en la construcción de la trama, de los diálogos y de los personajes. Sus autores han realizado un trabajo de precisión digno de alabanza, pues el resultado es excelente.
Vinterberg ambienta su historia en una pequeña comunidad danesa, un lugar idílico donde reina la armonía y la amistad, donde es natural que los niños vean a adultos desnudos tirarse al lago –lago que al llegar el invierno se helará y que se convertirá, junto a la escopeta de caza que se entrega a todo adolescente para darle la bienvenida al mundo adulto, en una de las principales metáforas de la película-. Los personajes, que aparecen y desaparecen cuando deben, están casi todos excelentemente dibujados –no hay malos, pues todos actúan como cualquiera en su situación lo haría pensando que es lo correcto- e interpretados, destacando la inmensa labor de Madds Mikkelsen, el actor de moda en su país. Mikkelsen parece sufrir en sus propias carnes la humillación y la injusticia a la que se ve sometido su personaje, evoluciona con él en su particular via crucis, ofreciendo un trabajo de contención lleno de matices. Además, conviene resaltar que escenas de gran intensidad como la de la iglesia, habrían tenido un resultado desastroso si el actor no hubiera realizado una actuación excepcional.

La película, siempre honesta, contiene una gran tensión y momentos de verdadera incomodidad. Quizás algunas de las reacciones de hostilidad hacia el protagonista puedan parecer exageradas, pero nunca llega a perderse el tono. Vinterberg invita a la reflexión sobre los peligros en una sociedad teóricamente moderna pero hipócrita y ávida de castigar y eliminar todo aquello que represente una amenaza, sobre todo si son los niños los que están en peligro; y cómo éstos, al desconocer el alcance de sus acciones y al ser vulnerables a la manipulación, pueden hacer saltar por los aires la calma y la armonía de una comunidad en la que en realidad sus miembros no se conoce ni entre ellos, ni a sus propios hijos ni a sí mismos.
Probablemente lo menos destacado de La caza lo encontremos en su final. La película se cierra con un epílogo que, a pesar de estar muy bien rodado, no sorprende por previsible (desde que conocemos el título del film es fácil imaginar por dónde va a ir la metáfora de la caza) y porque sólo tiene cabida en la más feliz de las resoluciones para este conflicto, con el triunfo de la reconciliación y del perdón. Vinterberg nos viene a decir que incluso en ese improbable supuesto que plantea, las secuelas, especialmente para la mayor víctima de todo lo acaecido, son devastadoras.

Jorge Marugán








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