Un
été brûlant (Francia-Italia-Suiza,
2011).
Dirección:
Philippe Garrel.
Intérpretes:
Louis Garrel, Monica Bellucci, Jérôme Robart, Céline Sallette,
Vladislav Galard.
Guión:
Marc Cholodenko, Caroline Deruas-Garrel, Philippe Garrel.
Música
original:
John Cale.
Fotografía:
Willy Kurant.
Montaje:
Yann Dedet.
Idiomas:
Francés, italiano.
Duración:
95 minutos.
El
artista y la modelo
Vuelve
Philippe Garrel al sufrimiento causado por el amor. En la
recientemente estrenada en España Érase una vez en Anatolía
(Nuri Bilge Ceylan, 2011) un personaje defendía que el suicidio casi
siempre era una forma de castigar a otra persona. Añado: el egoísmo
en su máxima expresión. Un
été brûlant comienza con una
secuencia en la que el protagonista estrella voluntariamente su coche
contra un árbol.
Es
el egoísmo el sentimiento alrededor del cual gira este film. Muy
especialmente, el egoísmo masculino. Frédéric (personaje a medida
para Louis Garrel) lo lleva hasta el extremo, pero tampoco se queda
atrás Paul. Ambos construyen esa típica relación de camaradería
masculina que excluye al elemento femenino.
El
director se sigue moviendo en la larga estela que deja la Nouvelle
Vague, pero sin la inspiración pretérita. Al film le cuesta salir
de esa constante sensación de déjà vu, en la que todo nos
suena conocido. Ya lo hemos visto antes, y mucho mejor contado. Eso
sí, en la relación entre Frédéric y Angèle el autor consigue
encontrar el tono perfecto. El personaje encarnado por Bellucci hace
resplandecer la película. Una actriz ya madura, de impresionante
belleza, pero también repleta de inseguridad. Nadie mejor que la
italiana para dar el esplendor y la vulnerabilidad que su rol
necesitaba.
Los
miedos de las mujeres espectaculares, siempre tan complejos. Quizás
por ello la necesidad de sentirse amada por una mente brillante.
Aunque también está la búsqueda de amor ante la falta de atención.
Bueno, eso nos pasa a todos. Del otro lado, el artista emocionalmente
inmaduro que necesita cerca la belleza femenina. Gran construcción
también por parte de Louis Garrel de un personaje egoísta y
despreciable, pero que también nos muestra su lado más vulnerable.
Entre
ellos dos consiguen dar algo de brillo a un conjunto descafeinado, en
el que las cartas están demasiado marcadas. Y es que el cine de
autor también peca en demasiadas ocasiones de previsible.
Manuel
Barrero Iglesias
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