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lunes, 29 de abril de 2013

Ayer no termina nunca

4/10
Ayer no termina nunca (España, 2013).
Dirección y guión: Isabel Coixet.
Intérpretes: Candela Peña, Javier Cámara.
Música original: Alfonso de Villalonga.
Fotografía y montaje: Jordi Azategui.
Idioma: Español.
Duración: 108 minutos.



Mi vida sin ti

A Isabel Coixet le pueden sus ansias de embotar emocionalmente al espectador. Es un defecto que siempre le acompaña, y que se hace especialmente visible en películas como Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras, en las que juega peligrosamente con la manipulación sentimental.

Ayer no termina nunca (el título ya huele un poco) se edifica sobre la intensidad dramática, sin que al espectador le dé tiempo tomarse algún mínimo respiro. Coixet habla tanto de la tragedia particular como de la colectiva, entremezclando ambas. No es malo el planteamiento de este ejercicio de ciencia-ficción que arranca en 2017, con una España inmersa en una crisis cada vez más grave.
Poco sutil en su denuncia, el film alerta de los peligros que conllevan las políticas de recorte que empiezan a arrasar los servicios públicos. Con pinceladas (o más bien, brochazos) que salpican todo el relato, la autora subraya que el origen del drama vivido por sus protagonistas está en el desmoronamiento global de un sistema agonizante.

Pero la fatalidad sufrida por la pareja podría haberse dado en otras circunstancias. Ahí tenemos el más puro cine made in Coixet. Sentimientos a flor de piel, sufrimiento, intentos de superar la tragedia... Pero a la autora se le ve venir a leguas. Hay tanto de impostado en los diálogos o en la puesta en escena, que el pacto de credibilidad con el público se rompe en demasiadas ocasiones.
Tampoco elude con éxito el riesgo de la excesiva teatralidad. Dos personajes y un par de escenarios. Dos grandísimos intérpretes afrontan el reto de hacer creíble un texto con demasiadas lagunas. Difícil tarea de la que Candela Peña sale más que airosa. Su soberbia interpretación queda muy por encima de un personaje más bien plano. No corre la misma suerte Javier Cámara, incapaz de hacerse en ningún momento con el suyo.

Y lo cierto es que hay en este trabajo algún momento de lucidez, en el que entre tanta verborrea infructuosa, se cuela alguna reflexión valiosa sobre la condición humana. Pero inmediatamente vuelven la afectación, el blanco y negro, o los planos de lluvia cayendo. Ese aire (viciado) de trascendencia que aleja al film de los verdaderos sentimientos para llevarlo a un nivel de impostación que se hace difícilmente soportable.


Manuel Barrero Iglesias





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