5/10
Alacrán enamorado (España, 2013).
Dirección: Santiago A. Zannou.
Intérpretes: Álex González, Carlos Bardem, Judith Diakhate, Migue Ángel Silvestre, Hovik Keuchkerian, Javier Bardem.
Guión: Carlos Bardem, Santiago A. Zannou, sobre la novela de Carlos Bardem.
Música original: Woulfrank Zannou.
Fotografía: Juanmi Aspiroz.
Montaje: Jaume Martí.
Idioma: Español.
Duración: 100 minutos.
Golpes previsibles
Hay
algo que juega muy a favor de esta película, y es la presencia de un
director mucho más que eficiente. Zannou ya demostró con El
truco del manco su habilidad para meterse en historias con
contenido social, y a la vez hacerlas atractivas para el público.
Es un director con las cosas claras, de excelente pulso, y que le da
a sus historias justo el tono que necesitan.
Y
mejora Zannou respecto a su anterior trabajo en lo que respecta a la
dirección de actores. Sobresale el tour de force de un Álex
González que se deja la piel en uno de esos personajes-bombón
para cualquier actor. La capacidad de los Bardem la conocemos de
sobra. Ambos encarnan a sus respectivos arquetipos con solvencia.
Pero me gustaría destacar dos nombres. Por un lado, el rescate de
Judith Diakhate, a la que casi no hemos visto desde La
noche de los girasoles. Y por el otro, el descubrimiento de Hovik
Keuchkerian. Toda una sorpresa.
El
film sigue un esquema clásico, y es predecible hasta la extenuación.
Es imposible no evocar American History X
(Tony Kaye, 1998) mientras seguimos el viaje de este neonazi
arrepentido que decide abandonar el camino del odio. Desde la
relación con sus nuevos padrinos, hasta la inevitable historia de
amor interracial. Desde las dificultades para salir de la mierda en
la que anda metido, hasta su fuerza de voluntad para conseguirlo.
A
pesar de los tópicos en el guión, los personajes de Alacrán
enamorado nunca resultan cansinos. Están construidos
con mucho esmero, y basta con un par de acertados matices para
hacerlos cercanos. El mérito de los autores (y sus intérpretes) es
la de no dar esa sensación de estar ante una repetición de
estereotipos mil veces vistos. Hay mucho arquetipo, pero muy bien
dibujado.
Carlos
Bardem es un buen aficionado al boxeo, y se nota. Él coescribe un
film basado en su propia novela, e incide en la capacidad de este
deporte como canalizador del odio y la violencia. Una salida ideal
para aquellos que han tenido la desgracia de vivir en entornos poco
propicios y desestructurados. Una visión positiva de un deporte que
no siempre sale bien parado en su traslación cinematográfica. Una
película previsible, pero muy bien facturada, que manda un mensaje
esperanzador. Al menos, dentro de lo posible.
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