La
noticia desapareció como lágrimas en la lluvia.
Escenario:
estreno de lo último perpetrado por Michael Bay, Dolor y dinero
(descripción de lo que ocurre tras pagar la entrada por ver
cualquier filme suyo).
Hechos:
para regocijo y extrañeza de quien esto firma, pidió perdón por
fustigar a la audiencia con Armageddon, porque la celeridad a
la hora de montarla afectó al resultado final.
Giro
¿inesperado?: nunca tuvo tal arranque de lucidez. Los
periodistas, como siempre, tergiversan.
Conclusión:
Está muy orgulloso de su criatura, como mamá Alien de las suyas.
¿Daños?
colaterales: la peña, siempre sabia, le exige que no sólo se
disculpe por el mencionado engendro, sino que también lo haga por La
isla, Pearl Harbour y la saga de Transformers.
(toda
la historia, sin aliños, en facebook.com/isabelladellasicilia)
Debo
confesar que una noche con la guardia baja y en plena enajenación
mental (el limoncello me jugó una mala pasada), me pegué la segunda
parte de Transformers: muy potente visualmente, pero más
chunga que el careto de Rumer Willis. No he visto nada más de Bay,
así que, aunque estoy segura de que se lo merece, no voy a
apalizarlo más.
No
obstante, al hilo de esta historia, se me ocurrió: ¿a quién le
exigiría que se disculpara por haberme maltratado desde la pantalla?
A
Michael Haneke.
Antes de sus disparatadas comedias La
cinta blanca
y Amor,
decidió tomar el pelo al respetable con La
pianista
y, más aún, con Caché.
Con la primera y su bizarra protagonista me pegué unas buenas risas
en compañía de mia mamma, la Condesa della Sicilia; con la segunda
salí del cine con toda la cara de idiota de Pablo Motos y las ganas
de cargarme a alguien de Predator.
A
Pedro L. Barbero y Vicente J.
Martín
por Tuno
negro.
Sobran las explicaciones, más allá de las propias: ¿qué hacía yo
viendo semejante bodrio?. Por cierto, ¿alguien sabe del paradero de
Silke? Por curiosidad, tampoco es que la eche de menos.
A
David Cronenberg
por Crash.
Sexo, mutilación y coches. Añádele a Fernando Alonso y ya tenemos
vomitona.
A
Sam Raimi
por Rápida
y mortal.
Disparate gordo con un reparto de lujo pululando en plan 'qué hago
yo aquí/quién me mandaría a mí'.
A
Gus Van Sant por
Elephant.
Hora y media mirando la espalda de una camiseta amarilla con el toro
de Osborne fue demasiado para mi body.
A
Kenneth Brannagh.
En general, por dejar de ser el creador de Enrique
V,
Morir
todavía,
Mucho
ruido y pocas nueces,
Los
amigos de Peter
y Hamlet.
En concreto, por Frankenstein
de Mary Shelley;
por esa también me tiene que pedir perdón, y mucho, Robert de Niro,
aunque viendo su reciente filmografía casi añoramos ese papel en
que convirtió al entrañable monstruo en un histrión más
insoportable que el plantel de 'Gandía Shore'. De Helena Bonham
Carter directamente ni hablo.
Pero
ya que hemos nombrado a Helena, que me pida perdón Tim
Burton
por Sombras tenebrosas.
Al genio no le permito tal producto mierder, como a Woody
Allen
los bostezos que me provocaron las insoportables Melinda
y Melinda
y Todo
lo demás
(¿Jason Biggs? Really???!!)
A
Kevin Costner
y Anton Corbijn,
ex aequo, por tener el dudoso honor de conseguir dormirme con sus
películas. Hablo de Bailando
con lobos
y El
americano,
respectivamente; sólo escribir los títulos siento nostalgia de mi
almohada.
A
Kerry Conran
por Sky
Captain y el mundo de mañana;
aunque me pongo a la cola, porque posiblemente Sir Laurence Olivier
esté esperando una disculpa, revolviéndose en su tumba por su
aparición, ajena a su voluntad, en este despropósito. Y ya que
estamos con engendros del terreno de lo fantástico que pidan perdón
todos aquellos que han escupido, meado, defecado y cosas más feas
sobre los cómics de Linterna
Verde,
La
Liga de los Hombres Extraordinarios,
Daredevil
y
The
Spirit.
Y me quedo corta.
A
Mel Gibson.
Por existir, simplemente. Profundizando más, sólo diré Braveheart.
Consejo
de frívola: No lo hagáis más, porque una perdona, pero nunca
olvida.
Isabella Della Sicilia