Món petit (España, 2012)
Dirección:
Marcel Barrena.
Documental
con Pili Alamán, Alba Casals, Albert casals, Àlex Casals, Anaïs
Galván.
Guión:
Adriá Cuatrecases, Víctor Correal, Marcel Barrena.
Música
original: Pau Vallvé.
Fotografía:
Albert Serradó, Víctor Torija.
Montaje:
Marcel Barrena, Domi Parra.
Idiomas:
Catalán, español, inglés.
Duración:
83 minutos.
El
loco del pelo azul
Aunque
el estreno de Món petit se haya producido en España casi de
tapadillo, en realidad se trata de una película con una exitosa
carrera en festivales, destacando sus premios en el Festival
Internacional de Documentales de Amsterdam (IDFA), probablemente el
más importante del mundo de cine documental.
Viendo
la película, no resulta extraño que allí, además de lograr el
premio DocU, obtuviera el tercer puesto en el Premio del Público, en
una edición en la cual la vencedora fue la maravillosa Searching
for Sugar Man. Puede que, al igual que en aquélla, gran parte de
su éxito se deba a que cuenta una historia fascinante (salvando las
distancias) que en lugar de torturar, emociona al espectador
provocándole alegría, y cuyo protagonista es una persona que
representa un modelo de vida del que se puede aprender mucho. Ahí se
terminan las similitudes, pues el español está muy lejos de la
calidad cinematográfica del sueco.
Marcel
Barrena cuenta el viaje de Albert desde Barcelona hasta el faro que
se halla justo en las antípodas, en East Cape, Nueva Zelanda. Lo que
tiene de especial este viaje es que Albert lo hará sin utilizar el
avión como medio de transporte y partiendo únicamente con veinte
euros como presupuesto. Y en silla de ruedas, algo sobre lo que
quizás se insiste demasiado. Dado que esa aventura Albert quiso
hacerla con la única compañía de su novia, las grabaciones del
viaje que pueden verse en Món petit son las realizadas por
ellos mismos. Barrena alterna dichas grabaciones con testimonios de
diferentes personas cercanas a Albert y con vídeos caseros de cuando
era niño.
Si
bien muchos de esos testimonios (en especial los de sus padres y su
abuela) resultan esclarecedores y complementan perfectamente las
motivaciones del protagonista y el sentido vital de la película, en
ocasiones se evidencia que vienen a suplir la carencia de material
suficiente como para poder narrar el viaje –y eso que hay algunos
maravillosos, como la experiencia de Albert con un líder espiritual
en Indonesia-. Tampoco todas las entrevistas aportan demasiado,
siendo algunas de ellas prescindibles por superficiales (las
apariciones de las amigas de la novia) o redundantes (las del médico
que trató a Albert de la leucemia que le dejó postrado en silla de
ruedas). El acierto es mayor con las grabaciones de la niñez. No
sólo están acertadamente escogidas y coherentemente insertadas,
sino que la película adquiere un mayor significado gracias a ellas.
Unos documentos impagables que permiten conocer más de cerca la
infancia de Albert, lo cual ayuda comprender su lucha y sus intensas
ganas de vivir.
La
admiración por el protagonista y el hecho de que él, con su
carácter y filosofía, conquiste al espectador, están por encima de
los valores cinematográficos de una película que hubiera resultado
más satisfactoria si se hubiera centrado más en exponer que en
intentar convencer; no se permite al espectador sacar sus propias
conclusiones. Pese a todo, se trata de un film digno de ver, e
incluso sentir, con el que es fácil terminar con una sonrisa en la
boca y que puede servir para que uno se replantee la vida en un
momento dado. Películas como éstas son, de alguna forma,
necesarias.
Jorge
Marugán
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